EUROPA SIN LÍDERES

 Artículo de LLUÍS FOIX    en “La Vanguardia” del   15/06/2004

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Con un breve comentario al final: ¡POR LOS DIOSES, QUE DIFICIL ES TODO! (L. B.-B., 16-6-04, 01:00)

La hora es grande pero los hombres son pequeños. Es una frase de Winston Churchill poco antes de acceder a la presidencia del gobierno británico en tiempos de gran perturbación para Gran Bretaña y para Europa. Abundan análisis de todas medidas tras conocerse los resultados de las elecciones del domingo. Se lamenta la abstención, el euro escepticismo y el castigo a la mayoría de gobiernos europeos.

Pocos se fijan en la altura política de los líderes europeos que no han sabido trasladar al electorado el momento supremo del proyecto europeo con la incorporación de diez nuevos estados. Ni en los países que llevan muchos años en la Unión ni en los que acaban de llamar a la puerta y se han mantenido discretamente fuera sin mostrar ningún entusiasmo para entrar.

Los fundadores que firmaron el Tratado de Roma en 1957 y ponían la semilla que ha fecundado abundantemente en el casi último medio siglo sabían la fragilidad del proyecto. Las experiencias de los últimos dos siglos demostraban que todas las alianzas europeas o trasatlánticas duran poco.

La gran coalición europea para derrotar a Napoleón en Waterloo en 1815 había saltado por los aires en 1822. La “entente” que derrotó a Alemania en la Gran Guerra de 1914 quedaba reducida a nada a comienzos de los años veinte. La alianza soviético norteamericana para derrotar a Hitler sólo duró unos meses. En 1948 Washington y Moscú se convertían en enemigos mortales dispuestos a destruirse mutuamente.

El éxito de la Unión Europea es el éxito de la clase política del momento. De su amplitud de miras, su solidaridad, su necesidad de ahuyentar el espectro de nuevas guerras. Fueron personajes de la talla de Monnet, Schuman, Spaac, Beyen y de Gasperi los que lo hicieron posible. Una generación posterior cogió el relevo con gran dignidad. Pompidou, Schmidt, Mitterrand, Delors, Kohl y González dieron el segundo gran impulso.

La Unión Europea no es una realidad política para fijar el precio de las patatas. Es un proyecto para asegurar la paz entre los europeos, para garantizar la prosperidad y el equilibrio entre las naciones ricas y las menos ricas. Es crear un espacio convivencial en el que todos nos podamos sentir en casa sin renunciar a la identidad, la cultura y la historia propias.

La élite política del continente, con todas las críticas y equivocaciones de cualquier gobierno democrático, crearon una entidad que justificaba su liderazgo. La Europa que conocemos hoy la crearon hombres con criterio y con visión. Personajes que sabían que el peligro que se cierne sobre Europa es el de la repetición de viejos conflictos que desembocaron en guerras. Hombres que sabían que en los últimos cien años Europa se había desangrado en tres terribles guerras civiles que dejaron a más de sesenta millones de muertos en los campos de batalla.

Las elecciones del domingo revelan que Europa carece de esta plantilla de líderes capaces de trasladar a la ciudadanía la ambición y amplitud de un espacio político en el que la solidaridad, la justicia, el derecho y la prosperidad pueden alcanzar a la gran mayoría de europeos. Los grandes hombres del momento, desde Chirac a Blair pasando por Schröder y Berlusconi, han sido derrotados en las urnas.

Un hipotético conflicto en Europa no vendrá por la guerra de Iraq, por los problemas de Asia, por el hambre en África o por el estrecho de los Dardanelos. Vendrá, y Dios no lo quiera, por la incapacidad de Alemania de jugar la carta europea, por el orgullo de Francia por no entender que se puede ser europeo sin necesidad de afrancesarse o por las viejas tácticas británicas para sacar partido de las desavenencias continentales.

Los líderes europeos no han sabido explicar los horizontes de una Europa sólida y democrática a la mayoría de sus electores. Han convertido la jornada electoral del domingo en estériles pugnas nacionales que nada tenían que ver con lo que estaba en juego. La abstención ha sido tan abundante porque abundante es también la falta de talla de los líderes europeos.

 

 BREVE COMENTARIO: ¡POR LOS DIOSES, QUE DIFICIL ES TODO! (L. B.-B., 16-6-04, 01:00)

 

Aquí tienen Vds. la imagen de Atlas, el titán que aguantaba el mundo sobre sus espaldas. Cuando uno observa la política internacional estos días, le vienen a la mente imágenes como ésta, aunque también otras, como aquella ---no sé si de Mortadelo y Filemón--- en la que un personaje encerrado en una habitación tiene que utilizar ambas manos y pies para aguantar puertas y ventanas dobladas por la presión de masas de muy diversos actores que empujan desde fuera.

En fin, que da la impresión de que el mundo está sometido a tensiones crecientes, sin que seamos capaces de encontrar respuestas y rumbo para la situación. Hace años, el club de Roma afirmaba que, por primera vez, el mundo estaba experimentando una revolución mundial sin dirección ni control.

Pero si a nivel mundial se observa sobrepresión, a nivel europeo parece predominar un  clima inercial, estancado, burocrático, hedonista y decadente. Europa parece como uno de esos pacíficos y paradisíacos oasis de las películas bélicas... al que se aproxima a toda velocidad una división panzer.

Pero vayamos ya de las imágenes a las ideas: tiene razón Foix al decir que en Europa falta liderazgo. Y por añadidura, el proyecto no se clarifica. No se sabe si Europa es un mercado solamente o quiere ser algo más; carecemos de fronteras definidas; tenemos un galimatías institucional; se le llama Constitución a un tratado internacional; los Estados y sus dirigentes parecen moverse por intereses inmediatos de parcelas de poder, y  el estudio de las políticas es un laberinto de niveles de decisión de entrecruzamientos enormemente complejos que hacen perder el rumbo a cualquiera que intente meterse en él sin dedicarle muchas horas y meses. ¿Cómo quieren que los ciudadanos se movilicen por algo que no hay quien entienda?

Y aún encima, nos dicen que estamos en un proceso constituyente y no hay quien explique el proyecto de Constitución a los ciudadanos: en la campaña electoral se centra el debate en si salimos o entramos de Irak, si somos cristianos o no, si salimos o volvemos a entrar en Europa, o si Niza es preferible a Roma o a Madrid... ¡Díganme, por favor, que puede entender de todo esto la gente normal!

Habría que encontrar un núcleo explicativo a este caos e ir  derivando de él hipótesis para configurar un diseño con sentido.

A mi juicio, la idea de Europa tiene un significado esencial que es el de equilibrio: equilibrio entre sociedades diversas que encuentran en el respeto al pluralismo el estímulo para unirse y complementarse; equilibrio derivado de la coexistencia entre  tradiciones religiosas y culturales diversas integradas por medio de un poder político laico y multicultural que evite la homogeneización y la balcanización; equilibrio entre libertad de empresa y de mercado y políticas fiscales y sociales que limitan a los más fuertes, salvaguardando un mínimo de humanidad en las condiciones sociales de vida; equilibrio entre poder político y sociedad mediante la necesaria constitución de un poder supraestatal compensado por el principio de subsidiariedad; equilibrio entre democracia mayoritaria y respeto a las minorías; equilibrio entre individualismo derivado de los derechos humanos y ética solidaria; equilibrio entre  autonomía internacional y necesidad del vínculo trasatlántico; equilibrio entre defensa de la paz y defensa de la libertad y la seguridad.

Pero existe un equilibrio que se está perdiendo, a causa de la ausencia de liderazgo: aquel que debe existir entre la necesidad ineludible de avanzar con firmeza en el proceso de constitución de una federación europea y el respeto a los intereses particularistas de los actores del proceso. Y, a mi juicio, se echa en falta ese liderazgo firme pero moderado que sea capaz de empujar hacia adelante sin anular el consenso necesario. Aquí sí que existe desequilibrio, en perjuicio de la firmeza y el avance, y a favor de los intereses estatales y el estancamiento en la mera interacción al nivel económico. Todo el proceso se desenvuelve como un mero juego de intereses particulares cortoplacistas sin sentido de los grandes objetivos finales ni de los intereses comunes. Estamos en el punto en que o se da el salto de una vez hacia la unidad política o la unión se estanca y descompone, sin que aparezca nadie con la lucidez y autoridad suficientes para ascender al nivel superior de la transición.

Quizá la división panzer que se aproxima velozmente a Europa en forma de terrorismo global, fundamentalismo islámico y desestabilización mundial surta el efecto de crear unión y liderazgo continental.