ÚLTIMA MILLA DIPLOMÁTICA
Artículo de LLUÍS FOIX En “La Vanguardia” del 13-3-03
La segunda resolución presentada por Estados Unidos, Gran Bretaña y España debía
haberse votado el martes. El mismo día que el presidente Chirac apareció en la
televisión y declaraba que Francia no votaría a favor de una resolución que
conducía directamente a la guerra. Se fijaba el día 17 como fecha tope para que
Saddam Hussein se desarmara o afrontara las consecuencias.
Estamos a viernes y no se sabe si este fin de semana se va a proceder a la
votación. Incluso se contempla la posibilidad de que no se someta a escrutinio
si la intención de Francia sigue siendo la de vetarla. La diplomacia ha entrado
frenéticamente en acción. Todo puede ocurrir aunque lo que parece más seguro es
que antes de terminar el mes la guerra se abatirá sobre Iraq, sea cual fuere el
resultado de la votación del Consejo de Seguridad que el presidente Bush está
empeñado en que se realice.
El portavoz de la Casa Blanca ha hablado de la última milla diplomática lo que
en términos políticos equivale a decir que muchas voluntades se pueden torcer en
el último momento. Washington está convencido de que puede conseguir los nueve
votos que permitan pasar la resolución. Pero si Francia veta, no hay acuerdo. La
presión recae sobre Chirac que se ha convertido en el abanderado del no a la
guerra en las presentes circunstancias.
Francia tiene mucho que perder una vez hayan pasado los fervores de tantos
europeos que están en contra de la guerra. Si hay ataque sin la aprobación de
Francia, serán los norteamericanos los que entren en Bagdad, construyan el nuevo
régimen y administren los importantes recursos económicos de Iraq. Si Francia
frena la guerra la fractura entre París y Washington será difícil de recomponer.
Mientras tanto, las relaciones entre Gran Bretaña y Francia se están
deteriorando día a día. Tony Blair, para salvar su carrera política en el caso
de que se vaya a la guerra sin acuerdo de la ONU, lanzó desesperadamente seis
peticiones a Saddam Hussein que franceses, alemanes y rusos han rechazado. En
este momento Tony Blair tiene la posición más frágil hasta el punto que podría
no dormir muchos días en Downing Street si su ejército entra en guerra con el
norteamericano. Dejar en la cuneta política al más fiel aliado europeo de
Washington no parece probable.
En cuanto a la posición del presidente Aznar en este momento no es tan delicada
como la de su amigo Blair pero será muy costoso políticamente para el PP entrar
en un largo periodo electoral con el griterío y la oposición que manifestantes
de todo tipo van a plantearle en cualquier mitin de campaña. Hace varios días
que los ministros no participan en actos públicos después de la desagradable
experiencia de Ruíz Gallardón.
No deja de ser paradójico que un personaje tan impresentable como Saddam Hussein
haya causado más daño a las relaciones entre europeos y a las de los europeos
con los norteamericanos que cualquier otro incidente de los últimos cincuenta
años. Cada día que pasa sin ir a la guerra se agrandan las diferencias
trasatlánticas y la crisis en el seno de Europa se va haciendo más peligrosa. Y
si se va a la guerra sin la aprobación de las Naciones Unidas las crisis pueden
notarse en las urnas que vienen inexorablemente.
Es urgente recorrer la última milla diplomática de la que habla Bush. La mayoría
de los ciudadanos del mundo es contraria a la guerra. Habrá que buscar una
salida que sin debilitar la posición americana consiga desarmar y forzar la
dimisión de Saddam y, al mismo tiempo, todos puedan salvar la cara. Blair,
Aznar, Chirac, Bush y Schröder saldrían ganando. A estas alturas sólo un gesto
audaz por parte de los más relevantes implicados evitaría la guerra y salvaría
muchas posiciones políticas.
Lo decía ayer Thomas Friedman en el "New York Times". Que Bush se presente en
París y se reúna con Chirac, Schröder, Putin, Aznar, Blair y el presidente de la
Liga Árabe en una cumbre que consiga el objetivo de desarmar a Saddam sin acudir
a la guerra.