IRAQ Y EL ORDEN INTERNACIONAL
Artículo de GRAHAM E. FULLER, ex vicepresidente del
Consejo de Inteligencia Nacional, entidad dependiente de la CIA, en "La
Vanguardia" del 24-2-03
La crisis de Saddam Hussein ya no se limita a Iraq y las armas de destrucción
masiva, sino que se ha convertido en una crisis del orden internacional general.
Las políticas del presidente Bush han creado una ruptura en las relaciones
internacionales generales que plantea serias preguntas acerca de cómo funcionará
el mundo en las próximas décadas. En la actualidad nos encontramos con más
preguntas sobre el futuro del orden internacional de que lo que hemos visto en
muchos decenios. Y, si bien la actitud y las políticas de Bush contienen
numerosos puntos débiles, la realidad es que la crisis de Iraq ha abierto muchos
otros asuntos que existían desde hacía tiempo, pero que sencillamente no han
emergido hasta que los iraquíes los han puesto de relieve. Estas crisis están
relacionadas con el futuro de la unilateralidad estadounidense, el papel de
Europa en la supervisión de un nuevo orden mundial, la futura naturaleza de
Europa y las relaciones incluso entre los estados de la UE.
De entrada es preciso reconocer que la presente crisis puede ser menos
fundamental de lo que creemos. Por desgracia, no se trata sólo del contenido de
esas políticas lo que es tan divisorio, sino también su estilo. Mientras que el
mensaje de Bush es provocativo y ambicioso, incluso intrépido, es su estilo
–abrasivo, rotundo, severo, sin matices, inflexible–, lo que ha enfurecido a
otros y les ha dado la oportunidad de protestar por la perspectiva de cowboy con
que Estados Unidos mira al mundo. Muchos de los problemas que Washington se está
encontrando ahora en su política de exteriores se deben a este trato equivocado
de pueblos y países. Bush está logrando que difundir su mensaje sea más
complicado. Tal como dijo Marshall McLuhan hace más de veinte años, "el medio es
el mensaje".
No obstante, no deberíamos permitir que la importancia psicológica del estilo
oculte otras realidades. Existen algunos problemas genuinos en el mundo
posterior a la guerra fría que deben ser afrontados. En primer lugar está el
papel del terrorismo internacional organizado, cuyos perpetradores deben ser
identificados y neutralizados. Esta tarea requiere de una importante cooperación
internacional. El presidente Bush obtuvo una cooperación considerable de la
mayoría del mundo tras los acontecimientos del 11 de septiembre, pero gran parte
de esa buena voluntad se ha perdido como resultado de la forma en que éste ha
respondido. ¿Ha perjudicado el enfoque de Estados Unidos a la cooperación
internacional en esta área? Es probable que no, cuanto menos en Europa, donde
los europeos se enfrentan a la misma amenaza que los estadounidenses.
En segundo lugar, existe el problema real de la proliferación de armas de
destrucción masiva. De lo que estamos hablando aquí en realidad es de armas
nucleares. Prácticamente cualquier país es capaz de fabricar armas químicas y
biológicas en un breve periodo de tiempo. La tecnología es de sobra conocida y
accesible. Las armas nucleares, sin embargo, son de naturaleza invariablemente
estratégica: afectan al pensamiento estratégico de los demás países. Si bien
resulta irónico, la incesante atención de Bush sobre las armas de Iraq ha
transmitido a muchos aspirantes a pequeñas potencias el mensaje de que la
posesión de armas nucleares es quizá la única forma de obtener la atención y el
respeto de una superpotencia. Este problema persiste incluso tras la caída de
Saddam Hussein. El mundo debe, pues, considerar cómo enfrentarse a la
proliferación nuclear de una forma cooperativa. Desde mi punto de vista
personal, la proliferación de armas nucleares es el destino del mundo. Tal vez
podamos aminorar la velocidad del proceso si actuamos conjuntamente y con
sabiduría, pero por desgracia no podemos impedir que proliferen a lo largo del
tiempo. Resulta irónico que la atención de Bush se haya centrado en el
derrocamiento de Saddam como prioridad inmediata, cuando Corea del Norte ya está
mucho más avanzada en el desarrollo de armas nucleares.
En tercer lugar, la actitud inflexible y poco diplomática de Bush para tratar
con Iraq ha generado una crisis en las relaciones transatlánticas e incluso
dentro del seno de la OTAN. En mi opinión, Bush ha resultado ser su propio peor
enemigo debido a la forma en que ha tratado estos temas. No obstante, ahí
subyace un problema aún más profundo, la naturaleza futura de las relaciones
entre Europa y Estados Unidos. ¿Cuánta responsabilidad tendrá la UE para ayudar
a afrontar futuras crisis internacionales como uno de los grandes bloques
económicos y políticos del mundo? La esencia de la crisis entre Estados Unidos y
la UE en este preciso momento se refiere a la forma que debería adoptar la
respuesta internacional ante una crisis. ¿Debería existir un sheriff no electo
que actuara como policía de todos; un modo eficaz de encargarse de las cosas? ¿O
debería ese sheriff ser elegido? ¿Debería, tal vez, existir un consenso
internacional más amplio detrás del uso de la fuerza en cada caso? Un consenso
total no puede existir nunca, claro está, y cualquier intento de dirigir el
mundo por comité no resulta nunca sencillo. Sin embargo, tampoco es fácil
gobernar un país por comité y eso es lo que hacemos en el mundo de los estados
democráticos. A veces la crisis es tan grave que no hay tiempo para comités ni
para discusiones democráticas. Éste es el argumento esgrimido por Bush.
Con todo, este argumento a favor de la acción apremiante es el que rechazan
muchos otros estados. Contamos con el ejemplo de la cooperación conjunta entre
Europa y Estados Unidos que tuvo lugar en el seno de la OTAN en el caso de
Kosovo, aunque el Ejército estadounidense se quejó de que la cooperación no
resultó eficaz.
Por último, la crisis de Iraq también ha creado una ruptura en el seno de
Europa, entre el grupo "central" de Francia y Alemania, por un lado, y muchos de
los estados restantes. Estas diferencias de actitud existían ya antes de la
actual crisis iraquí, pero ésta ha hecho que sean más aparentes. Francia y
Alemania buscan crear una entidad europea auténtica con poder real. Puede que
muchos otros estados se resistan a un fuerte proyecto federal dominado por Bonn
y París, o que no deseen que el proyecto europeo opere con total independencia
estratégica de Estados Unidos. En este punto, si Washington busca explotar las
diferencias entre los estados europeos, la crisis se acentuará. Además, en la
mayoría de los casos en que los gobiernos han apoyado la posición estadounidense
–como en España o el Reino Unido–, la población no secunda los planes de Estados
Unidos en Iraq. De manera que volvemos a encontrarnos con contradicciones que
salen a la luz como resultado de la crisis. Y, por desgracia, si los europeos
están desarrollando un rechazo creciente hacia el papel desempeñado por Estados
Unidos, gran parte de la opinión pública estadounidense está reaccionando
también de forma negativa frente al papel europeo.
Existe la posibilidad de que dentro de un año tengamos mejores indicaciones
acerca del futuro de todas estas cuestiones. Bush forzará la crisis con su
ataque a Iraq y todo el mundo –incluido Estados Unidos– deberá considerar cómo
actuar en una próxima ocasión: el papel de la unilateralidad estadounidense, la
base de la cooperación de la UE con Washington en asuntos estratégicos, la
naturaleza del liderazgo de la UE y la relación entre los "países centrales" y
el resto de los estados de la UE. Puede que la próxima crisis no esté muy lejos:
Corea del Norte ofrece ya un nuevo reto a todos estos jugadores. Esperemos que,
en la próxima ocasión, todas las partes afronten la crisis de una forma mejor.
Traducción: Laura Manero Jiménez