LA HORA DEL TANGO ENTRE EUROPA Y ESTADOS
UNIDOS
Artículo de Timothy Garton Ash en “El País” del
31.05.2003
Con un breve comentario:
¿CUALES
SON LOS ERRORES
L. B.-B.
Timothy Garton Ash, historiador
británico, es director del Centro de Estudios Europeos, St. Antony's
College, Oxford. © Timothy Garton
Ash 2003. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
Cuando
el presidente Bush hable hoy en Cracovia, Polonia, transmitirá a toda Europa el
siguiente mensaje: nosotros, Estados Unidos, queremos una Unión Europea fuerte
y coherente. El próximo martes, cuando salga de Evian
(Francia) hacia Oriente Próximo, es de esperar que los dirigentes europeos
hayan respondido con este otro mensaje: nosotros, la Unión Europea dinámica y
en expansión, queremos definir nuestra nueva identidad a través de la
colaboración con Estados Unidos, no mediante la oposición.
El
futuro de Occidente depende de la claridad y convicción de estos dos mensajes.
Como es natural, las dos partes dirán alguna vaguedad de este tipo, incluso
Jacques Chirac, lo cual hará seguramente que Tony Blair coja con pinzas su
botella de agua de Evian. Ahora bien, ¿son
verdaderamente capaces de convencerse mutuamente de que se lo creen? Es más,
¿se lo creen?
Desde
que el presidente Bush visitó Polonia en junio de 2001, cada una de las dos
orillas del Atlántico ha dado a la otra serios motivos
de duda. Durante toda la guerra fría, Europa Occidental podía contar con el
firme apoyo de Estados Unidos a la integración europea. Cuando cayó el muro de
Berlín, al final de dicho periodo, la mejor definición de nuestro objetivo fue
la que dio el presidente George H. W. Bush: "Europa completa y
libre". Sin embargo, ya no había un enemigo común -la amenaza soviética-
que uniera a Europa y Estados Unidos, y las diferencias de opinión fueron
aumentando en los años noventa. Pero fue posible controlarlas gracias al
internacionalismo progresista del Gobierno de Clinton y la propia personalidad
del presidente, que había estudiado en Oxford y era, por así decir, un europeo
honorario.
La
situación cambió bruscamente con la llegada del Gobierno del segundo Bush. La
discrepancia se agudizó por las distintas reacciones estratégicas a los
atentados del 11 de septiembre de 2001 y la nueva escalada del conflicto
palestino-israelí en 2002. Alcanzó su punto crítico en la crisis de Irak, que
dividió a Occidente por la mitad. No obstante, la línea divisoria no atravesaba
el Atlántico, sino el corazón de Europa, con un recorrido más o menos en forma
de hoz que separaba la parte central de la Comunidad Europea original -Francia,
Alemania, Bélgica, Holanda y Luxemburgo-, contraria a la postura de Estados
Unidos en la guerra de Irak, de una línea de Estados alrededor -Gran Bretaña,
España, Italia, Polonia y la mayoría de los Estados pequeños del centro y el
este de Europa-, que la apoyaban. O, por lo menos, sus Gobiernos.
Hubo
tres elementos nuevos. Primero, el grado de desunión y la vehemencia de las
críticas, sobre todo de Francia en Estados Unidos y de Estados Unidos en
Europa, no se habían visto ni en las peores disputas transatlánticas de la
guerra fría. Segundo, en esta Europa ampliada, que incluía a los países
poscomunistas que pronto se incorporarán a la UE, hubo un enfrentamiento entre
dos grupos de Estados europeos que representaban más o menos un equilibrio de
fuerzas. Tercero, y fundamental, Washington alentó y explotó las divisiones
dentro de Europa.
Como
es bien conocido, Donald Rumsfeld subrayó que Estados Unidos no necesitaba
tener a la "vieja Europa" (por ejemplo, Francia y Alemania) de aliada
en la guerra de Irak, porque tenía a la "nueva Europa" (los Estados
en forma de hoz) de su parte. Los estadounidenses desempeñaron un papel
fundamental, aunque oculto, a la hora de elaborar las dos cartas públicas que
simbolizaron la división en Europa: la "carta de los ocho", firmada,
entre otros, por los jefes de Gobierno de Gran Bretaña, España, Italia y
Polonia, y la carta "V10" de los 10 países que aspiran en la actualidad
a entrar en la OTAN. Si los países europeos pro-americanos fueron la hoz,
Washington fue el martillo.
En
parte, se trataba de una reacción ante el antiamericanismo francés y el
pacifismo alemán, que se unieron para oponerse a la guerra de Irak. Pero esa
oposición, a su vez, era en parte una respuesta al unilateralismo inicial del
Gobierno de Bush. Desde el principio, la Administración de Bush se mostró
ideológicamente suspicaz respecto a las organizaciones internacionales y las
estructuras multilaterales, cuyo ejemplo más avanzado en el mundo es,
probablemente, la UE. Desde el primer momento, el Gobierno estadounidense se
inclinó por trabajar con unas cuantas naciones favorecidas dentro de Europa:
Gran Bretaña, Polonia, España y -hasta que Gerhard Schröder
lo echó todo a perder- tal vez Alemania. La experiencia de la guerra de Kosovo,
librada en una compleja alianza multilateral, no había sido satisfactoria para
el Ejército de Estados Unidos. Los neoconservadores elaboraron la idea de que,
dado que Estados Unidos tenía tal fuerza militar y Europa estaba en un estado
tan lastimoso, los norteamericanos no necesitaban verdaderamente a los
europeos. Al mismo tiempo, la creciente fuerza económica de Europa, las
fricciones a propósito de los aspectos comerciales y la perspectiva de que el
petróleo podría llegar a comercializarse, un día, en euros en vez de dólares,
han hecho que Washington sea todavía más reacio a favorecer una Europa fuerte y
unida.
Al
preguntar hace poco a un alto funcionario de Washington cuál es el punto de
vista actual del Gobierno sobre Europa, respondió con una palabra:
"disgregación". Es decir, favorecer a algunos países, como Polonia, y
castigar a otros, como Francia. O, como decían los romanos, divide et
impera, divide y vencerás. En el mundo actual, con una sola hiperpotencia y una Europa más grande y compleja, Estados
Unidos puede muy bien llevar adelante esta estrategia imperial clásica. La
pregunta es: ¿de verdad quiere hacerlo? ¿Es coherente con los valores, la
historia y la tradición de cooperación que comparten Europa y Estados Unidos?
¿Favorece a largo plazo los propios intereses nacionales de Estados Unidos,
cuando Occidente, en su conjunto, se enfrenta a retos tan importantes en
Oriente Próximo y otros lugares?
Pero
Europa tiene que contestar también otra pregunta difícil, y hacerlo con
sinceridad. ¿Quiere ser socio o rival de Estados Unidos? En la corriente
dominante de la integración europea siempre ha existido una sólida tradición,
la tradición gaullista, que concebía una Europa fuerte en estrecha cooperación
con Rusia, como contrapeso a la hegemonía de les anglo-saxons.
En la crisis de Irak, con la ayuda de unos dirigentes alemanes débiles y
confusos, Jacques Chirac ejecutó una versión grosera y vulgar de esa visión
gaullista, en el eje de rechazo París-Berlín-Moscú. Claro que también hay otras
fuerzas más profundas que empujan en esta dirección.
Durante
50 años, la Europa democrática e integradora se definió en función de dos
"Otros" siniestros: la Unión Soviética y su propio pasado sangriento.
Ahora, la Unión Soviética ha desaparecido y la mayoría de los europeos son
demasiado jóvenes y demasiado ignorantes de la historia para que ese pasado
sangriento sea una fuerza psicológica que empuje hacia la integración. Así que
los europeos andan a la caza de un nuevo Otro contra el que definir la Unión
Europea ampliada, que precisamente ahora está intentando proveerse de una nueva
Constitución y una identidad más clara. Con gran ayuda de George W. Bush, y
todavía más de la caricatura europea que le pinta como un vaquero tejano,
muchos han dado ya con su Otro: Estados Unidos.
Se
hacen tremendas afirmaciones sobre las diferencias cualitativas entre un modelo
norteamericano de "sociedad de mercado" brutalmente individualista y
un modelo europeo de solidaridad social y Estado del bienestar. Se dice que es
posible identificar una serie de "valores europeos" claramente
distintos de los estadounidenses, y mejores que ellos. Irónicamente, la
brillante caricatura neoconservadora que hace Robert Kagan
de los estadounidenses como hobbesianos belicistas y
los europeos como kantianos pacifistas cuenta con una cálida acogida en la
izquierda europea antiamericana. En general, ambas partes -pero especialmente
los europeos- se deleitan en lo que Sigmund Freud
llamó "el narcisismo de la pequeña diferencia". De forma que Europa
también tiene que resistir a una tentación muy fuerte.
Son
decisiones importantes y estratégicas para ambas partes. No sirve de nada
fingir que no existen, sólo para hacerse una foto de grupo llena de sonrisas.
La respuesta de cada bando a su gran interrogante depende, por supuesto, de la
del otro. En palabras memorables de otro presidente estadounidense al que a los
europeos les encantaba caricaturizar, pero que acabó preparando el terreno para
nuestra Europa completa y libre: para bailar el tango hacen falta dos personas.
breve comentario:
¿CUALES SON LOS ERRORES?
L. B.-B.
Existe un primer error, manifiesto en la reciente crisis de las
relaciones internacionales, derivado de la no percepción de las consecuencias
radicales del proceso de globalización sobre la política exterior: la
globalización hace al Estado pequeño y disfuncional para afrontar las nuevas
necesidades y problemas políticos de la Humanidad. Los problemas del desarrollo
desigual , el subdesarrollo, el estancamiento y la desigualdad mundial; los
problemas del orden y la seguridad internacionales (armas de destrucción
masiva, conflictos enquistados, terrorismo, Estados gamberros); los problemas medioambientales;
los problemas demográficos; los problemas del control de las megacorporaciones (empresas transnacionales de tipo
industrial y financiero) y redes delictivas (narcotraficantes, neotraficantes de esclavos ---sexuales o laborales---)...
todos estos problemas mundiales hacen emerger la necesidad de redes,
instituciones y políticas de ámbito mundial para resolverlos. Por eso es
necesario modificar los esquemas de interpretación de la realidad política que
se han quedado obsoletos: ni una perspectiva imperial resulta ya útil, ni la
interpretación de la realidad política desde esquemas únicamente nacionales
tampoco. Hoy nadie puede gobernar el Mundo con políticas imperiales, pero
tampoco es posible resolver los problemas atendiendo únicamente a los intereses
del Estado-Nación.
Pues ambos errores se han producido durante los últimos dos años:
el gobierno Bush mantuvo inicialmente una política en alto grado aislacionista,
tanto en materias de seguridad como en el resto de los problemas mundiales
(escudo antimisiles, Kyoto, y demás asuntos), pero el
11 de Septiembre le hizo cambiar su política, al menos en materias de
seguridad.
Por otra parte, la reacción de Francia y Alemania ante la guerra de
Irak ha sido totalmente descabellada e inoportuna: han puesto en peligro la
estabilidad y la seguridad internacional, aunque sólo haya sido por cuestionar
el liderazgo militar y político de los EEUU en momentos en los cuales el
terrorismo y el fundamentalismo islámico constituyen el riesgo y la a menaza central de la situación mundial. Y todo por defender
intereses concretos de tipo material o intereses políticos nacionales de lucha
por el poder y por la definición de un papel internacional para Francia en
Europa y en el Mundo..
Ambos errores manifiestan la pervivencia de esquemas de
interpretación obsoletos con respecto a los riesgos, amenazas y objetivos de la
política internacional. Es preciso un alto grado de cooperación, al menos entre
los países que defienden los valores comunes de la libertad y la democracia, a
fin de poder gobernar el Mundo, si no éste se degrada todavía más, en lugar de
alcanzar las metas de un nuevo orden mundial en todos los niveles.
Pero existe otro error,
éste típicamente europeo, relacionado con la apreciación del estadio evolutivo
en que nos encontramos y el papel de la Moral y el Derecho en las relaciones
internacionales. Kagan lo apunta al hablar de Hobbesianos y Kantianos, como arquetipos perceptivos de
norteamericanos y europeos.
Permítanme unas reflexiones de segundo nivel y algunas anéctodas y especulaciones para enfocar este asunto:
creo que no siempre la erudición conduce a la percepción correcta, además de
que puede ser disfuncional cuando uno está analizando la fluida y vertiginosa
realidad inmediata. En ocasiones, si uno se pone a consultar fuentes e
información para dar una opinión suficientemente fundada, cuando se llega a una
conclusión ha pasado tanto tiempo que la situación habrá cambiado... para peor,
probablemente. Por eso, sin despreciar la erudición, confío más en el sentido
común entrenado científicamente y en la analogía, a fin de emitir opiniones
sobre situaciones apremiantes que exigen respuestas y soluciones urgentes.
Ahí van las anécdotas y especulaciones, después vendrán las
reflexiones:
Creo que fue en el libro "Sempre en Galiza", de Castelao, donde
leí la siguiente anécdota: le preguntaban a un campesino gallego, durante la
época de la Segunda República, que qué opinaba de la Constitución, y contestó
diciendo que deberían haberla hecho de papel de lija. Cuando le preguntaron por
qué, respondió que para que "os caciques non se limpen
o cú con ela".
Traducción: "para que los caciques no se limpien el culo con ella".
Cuando explico esta anécdota a mis alumnos les comento que el papel de lija,
actualmente, es el arraigo del sentimiento constitucional y la existencia de
una opinión pública despierta, así como el funcionamiento de unos tribunales
independientes y unos servicios de seguridad eficientes.
Cuando asesinaron a Lluch, una periodista
radiofónica comentó que el exministro era tan
dialogante que seguro que habría intentado convencer a su asesino de que
dialogara en vez de disparar. Falso, Lluch era
inteligente y sabía con quién se las estaba jugando, así que lo que hizo fue
intentar huir cuando vio a su asesino. Si hubiera estado armado, posiblemente
hubiera intentado disparar antes.
No sé si Josu "Ternera", aún estando perseguido
judicialmente en rebeldía, todavía sigue ocupando un puesto en la
Comisión de Derechos humanos del Parlamento de Euskadi, lo mismo que sucede en
la ONU con Libia... ¿Se imaginan qué hubiera pasado si en la última crisis Irak
hubiera formado parte del Consejo de Seguridad y las posiciones ante la
votación ---en caso de no producirse vetos--- estuvieran equilibradas?
¿Tendría que haberse seguido a pies juntillas el
resultado de la votación, a fin de no producir una "ruptura del Derecho
Internacional"?
Por cierto, para los juristas a machamartillo, ¿Por qué han de
tener derecho de veto en el Consejo de Seguridad los que lo tienen actualmente
y no, por ejemplo, Barbados, o Antigua y Barbuda, o Andorra, o La India, o
Japón, o Brasil, o Indonesia, por ejemplo?...¿Tendrá
derecho Saddam Hussein a recurrir desde su "bunker" ante el Tribunal
Penal Internacional frente a Gran Bretaña o España, por incumplimiento de la
Carta de las Naciones Unidas?
El aplicar criterios y normas éticas o jurídicas de modo abstracto,
a situaciones concretas cuyos rasgos constitutivos no encajan con los
presupuestos normativos da lugar a una aberración. La Etica,
el Derecho y la Política constituyen esferas distintas de la realidad. ¿Creen
que se hubiera podido convencer moralmente a Hussein de la necesaria vigencia
de los derechos fundamentales en su sociedad? ¿Cuántas fosas comunes y
lustros de miseria para el pueblo de Irak creen que serían necesarios para que
nuestras prédicas morales alcanzaran algún efecto positivo? ¿Creen
que es operativo el discurso ético y jurídico frente a un poder tiránico? ¿Cuáles
son sus puntos de comprobación de la operatividad de su ética, el espejo del
cuarto de baño o el mundo real? En términos eruditos, ¿actúa usted de acuerdo
con una ética de convicciones o con una ética de responsabilidad? ¿Cuál es la
norma de interacción que rige las relaciones internacionales, la ética y el
derecho, o la fuerza? ¿Existen distintos niveles de desarrollo civilizatorio en
el Mundo?¿Cómo se consigue que avancen los que están
más atrás? ¿Si en su ciudad existen tres asesinos, qué postura cree que debería
adoptar Vd. ante ellos si se los encuentra en la calle? ¿invitarlos
a su casa unos días para darles clases de moral y derechos fundamentales, o
llamar a la policía para que los meta en la cárcel a recibir las mismas clases?
¿Existen policías y cárceles a nivel internacional?
En fin, el Derecho y la Etica constituyen
metas a realizar en los sistemas sociales de la mayoría de la Humanidad y en
las relaciones internacionales, pero el estadio evolutivo de éstas
todavía se encuentra en una fase primitiva: en amplias zonas del planeta rige
la ley del más fuerte, y el proceso civilizatorio todavía tiene por delante una
tarea inmensa. Procuremos que los más ricos y fuertes a nivel internacional
tengamos siempre clara la meta de la justicia y el Derecho, como objetivo a
alcanzar por toda la Humanidad. Pero no confundamos ni los estadios, ni los
niveles, ni las distintas esferas de la realidad. Una ética solipsista
nos lleva a habitar aquel nicho tan bien definido por la expresión
popular que dice que "el infierno está empedrado de buenas intenciones".
Ya ven, he intentado enfrentarme a problemas intrincados y
fundamentales con el lenguaje del sentido común. Espero haber conseguido algo.
Me gustaría saber qué opinan los profesores de ética sobre esto. Pero sin
erudición, a nivel de calle y enfrentándose realmente a los problemas.