LA CUESTIÓN TURCA
Artículo de GEES en
“Libertad Digital” del 14/08/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Con un muy breve comentario a pie de titulo:
ABRAMOS CAMINOS (L. B.-B., 15-8-04, 21:00)
Debe ser Europa la que inicie impulsos positivos: si nos
bloqueamos, debido a la desconfianza en una evolución positiva de Turquía
dentro de la UE, estaremos contribuyendo a su fracaso. A Europa le corresponde
tirar hacia arriba de Turquía, si no puede despeñarse en cualquier momento.
El reciente atentado
contra un hotel en Estambul coloca de nuevo el caso turco en el foco de
atención general. Pocos países tienen ante sí retos tan importantes y en
escasas ocasiones su éxito o fracaso nos afectarán tan directamente. Turquía es
la avanzadilla occidentalizadora del Islam, el estado
que está más cerca de consolidar una posición en el selecto club de los estados
libres y ricos, pero los obstáculos son todavía muy importantes y tanto el
desánimo como la desconfianza se hacen presentes entre sus clases dirigentes.
Cuando Estados Unidos y Europa discuten la transformación de Oriente Medio
nadie duda de que la primera prueba de su éxito será el asentamiento de Turquía
en el grupo de las democracias liberales.
Todos recordamos que
tras la descomposición del Imperio Turco, del último Califato, el general Ataturk dio a Turquía una nueva identidad. Frente a la
decadencia del viejo imperio apostó por el modelo de modernización que
representaban las potencias europeas. Tenían ante sí un largo camino, pero con
todas sus contradicciones la sociedad turca se cohesionó en torno a este
programa. Su gran éxito fue la aceptación de su candidatura a estado miembro
por la Unión Europea. Sus principales problemas, el rechazo por parte de buena
parte de la sociedad europea, la emergencia del islamismo, el terrorismo de Al
Qaeda, el separatismo kurdo y un vecindario capaz de dar un susto al miedo.
Turquía no confía en la
voluntad europea de admitirla como uno más y tiene toda la razón. La
incorporación de Turquía supondría un incremento de 70.000.000 de habitantes,
con un nivel de renta bajo y una alta disposición a emigrar. Unos ciudadanos
que forman parte del Islam y que ahondarían los actuales problemas de
convivencia. Más aún, Turquía rompería los exquisitos equilibrios en el sistema
de votación logrados en la redacción de la nueva Constitución. En Francia y en
Alemania hay un frente antiturco importante, que hará
lo posible para evitar su ingreso.
En Turquía, como en
otros muchos países, las tensiones ocasionadas por la emergencia de una
economía liberal y de una sociedad laica y consumista han reanimado viejas
corrientes reaccionarias. En su caso, como país musulmán, las islamistas. Los
militares turcos han impedido por la fuerza su llegada al poder hasta que,
convertidos en "islamistas moderados", se ha llegado a un punto de
encuentro donde la convivencia política se ha hecho posible. Sin embargo, se
mantienen serias dudas sobre el futuro. No parece claro que las Fuerzas Armadas
puedan, en el futuro, seguir cumpliendo el papel de guardianes del laicismo. La
expectativa de entrar en Europa, con el trasfondo de sus propios problemas o
los habidos en Argelia y Marruecos, han convencido a los dirigentes islamistas
de la conveniencia de asumir un programa político pragmático y acorde con las
exigencias de Bruselas. Pero este programa ¿es táctico o estratégico? En el
caso de que Turquía entrara en la Unión ¿mantendrían los islamistas su lealtad
al programa liberal o se convertirían en el faro del islamismo en el Viejo
Continente? La plena integración ¿fortalecerá a los partidos laicos o reforzará
el nuevo islamismo? Lo único seguro es que la expresión "islamistas
moderados" es una contradicción en sus términos. O se es islamista o
demócrata liberal, pero las dos cosas son imposibles. El Islam tiene margen de
evolución hacia la sociedad democrática, pero las corrientes islamistas no.
No todos los islamistas
están dispuestos a aceptar el programa modernizador impuesto por la Unión
Europea. Más aún, precisamente porque Turquía está en la vanguardia de la
modernización del Islam, porque su modelo político representa la convivencia
entre los retos del último Califato y la sociedad de consumo de origen
cristiano, es un objetivo prioritario para Al Qaeda. Turquía ha sufrido y
continuará sufriendo importantes atentados; las comunidades judía y cristiana
serán objeto de persecución y, por muy eficaces que sean la policía y los
servicios de inteligencia turcos, se tardará mucho tiempo en lograr su
eliminación.
La cuestión kurda trae a
la mente de los turcos terribles recuerdos, de violencia sufrida y de violencia
ejercida. Pero, sobre todo, plantea la unidad territorial, de ahí la
sensibilidad con la que las elites turcas siguen la evolución de la
reconstrucción de Irak y el diseño final de su modelo federal. La integración
en Europa es imposible sin resolver el problema kurdo: reconocimiento de su
identidad, de su cultura y presencia en la vida política. Pero de hacerlo,
siguiendo modelos como el español, tienen razones para pensar que la existencia
de Turquía, en sus actuales dimensiones, está en peligro.
Cuando entre tus vecinos
están Ucrania, Rusia, Georgia, Armenia, Irán, Irak y Siria, lo mejor que puedes
hacer es mudarte. Si eso no es posible has de prepararte para vivir en medio de
la incertidumbre y la violencia. No cabe bajar la guardia cuando los programas
de destrucción masiva y de misiles se generalizan en tu entorno y las
ambiciones de hegemonía no se disimulan.
Turquía no lo tiene
fácil, pero el principal obstáculo es ella misma. Si los turcos no creen
realmente en los valores que Europa representa no será fácil que puedan entrar.
Un portazo supondría la búsqueda de una nueva identidad, sin duda más asiática
e islamista. Occidente se juega mucho en Turquía. Si fracasa, resultará mucho
más difícil transformar el mundo árabe y el futuro de la región se hará
imprevisible, salvo en su peligrosidad. Europa debe hacer todo lo que esté en
su mano para ayudar a Turquía, pero sería suicida aceptar a un país dispuesto a
promover las corrientes islamistas en nuestra propia casa.