QUE ALGUIEN SALVE LAS SIGLAS
Artículo de Juan Carlos Girauta en “Libertad Digital” del 26.06.2003
Varios factores explican por qué siete años en la
oposición han erosionado al PSOE más que catorce en el gobierno. El sainete de
Madrid es sólo un síntoma, por mucho que su guión focalice toda la atención de
los medios. Entender el misterio del partido suicida exige considerar, al menos,
lo siguiente: sus peores enemigos siempre han sido ellos mismos; pretende
gestionar una realidad socioeconómica que no entiende; González sigue
conspirando; el clientelismo y la corrupción son sus formas naturales de
relación con la sociedad; sus dirigentes carecen de sentido estratégico. Y todos
estos factores se retroalimentan.
Que el enemigo está dentro lo demuestra el modo en se destaparon y destapan sus
escándalos. Si hoy son dos de los suyos los que han herido de muerte a Zapatero,
ayer era Belloch el que tiró del hilo para acabar con el ovillo de Interior
entre rejas. A Borrell lo ultimaron ellos, un contable de Sala destapó Filesa y
los jueces estrella les salieron ranas. De hecho, las primeras acusaciones de
corrupción en el erial informativo de principios de los ochenta fueron revanchas
a la vieja purga de Carvajal.
El PSOE no entiende el mundo de principios del siglo XXI. Si lo entendiera,
generaría ideas estimulantes para los sectores más dinámicos de la población,
grupos de referencia para el conjunto del electorado. En vez de eso, se
encastilla en un discurso vacuo moteado de consignas trasnochadas. Sigue
ordeñando la vaca seca del antifranquismo cuando el nombre de Franco nada
significa para la mitad del electorado. En campaña ha recuperado el
guerracivilismo mientras el PP lanzaba propuestas concretas e imaginativas en el
terreno fiscal, laboral o de vivienda para conectar con los intereses reales de
la ciudadanía.
González ha frustrado todo intento de regeneración desde su marcha, y aunque no
creo que sueñe con volver, su rencor oceánico, o un invencible reflejo cainita,
ha impedido a sus sucesores aparecer como líderes de nada. A Borrell lo humilló
dándole órdenes delante de las cámaras, y el leridano no tuvo redaños para
contestarle que le trajera un cortado. Almunia jamás se percibió a sí mismo como
otra cosa que un ectoplasma del One y Zapatero entró agachando la cabeza, aunque
muchos pensábamos que de noche afilaba la navaja. No fue así; los hechos han
demostrado que se pliega sin excepción al capricho del diputado ausente, que
ahora mismo quizá le esté indicando el camino más corto hacia el abismo.
La corrupción no es un problema del PSOE, es su naturaleza. Toda su estructura,
el diseño de listas y el reparto de cargos se basan en un puro juego de
intereses desde Suresnes. Me dirán que eso no es exclusivo del PSOE, a lo que
responderé con el conocido inventario nauseabundo (Pianelli, Rumasa, GAL,
Roldán, Banco de España, Filesa, convolutos...). Ahorrémonos la lista.
La estrategia de Zapatero, Blanco y Caldera es una colección de disparates. Han
cifrado sus esperanzas en un barco hundido, en el justo derrocamiento de un
tirano, en un tren descarrilado y en un accidente aéreo. Cada vez lo juegan todo
a una carta, y la última que les queda es tan baja como postular que la
corrupción inmobiliaria es de derechas. No pueden ganar esta partida ni con
todos los faroles del mundo.
Escribió aquí Lucrecio que tras lo de Madrid Zapatero estaba muerto, y es verdad, pero también su partido agoniza. Por el bien de España, que alguien fuerte, con ideas, sin miedo a González, decente y preparado salve las siglas. Rosa, Nicolás, como no seáis vosotros...