EL CACAREO
Artículo de David Gistau en “La Razón” del 12/06/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Cuando me pregunté qué coño festejaban los
legionarios regresados de Iraq ¬en desbandada como es nuestra costumbre desde
Rocroi¬ y el ministro que se condecoró a sí mismo para cumplir alguna fantasía
patriótico-onanista, todavía no sabía que a nuestros militares les habían
despedido con burlas gallináceas otros soldados procedentes de naciones de tan
escasa jerarquía que, de encontrárnoslas en un Mundial antes de cuartos,
podríamos hasta empatar el partido. Bien está que la Legión obedezca una orden
política y huya cuando se le mande hacerlo. Pero mostrar alegría, no ya en la
huida, sino encima después de semejante rechifla que cuestiona todo aquello en
lo que el legionario basa su Credo, eso ya es para creer que se ha extraviado un
orgullo casi folclórico, fundado en los tiempos en que España trazaba a espada
rayas sobre la arena de una playa americana, según el cual nadie sonreía después
de abandonar, de hacer el ridículo.
En tan sólo unas semanas, Zetapé ha construido una España que está a un
abanico de Locomía. Desertora. Replegada y aislacionista como la de Franco, pero
contando con más recursos para apuntalar una presencia trascendente de los que
tenía la de Franco. Ausente de las encrucijadas en las que se está forjando el
porvenir. Esquiva con los desafíos, sabiendo que otro habrá ¬el Sajón¬ que
cargue con ellos. Cómoda en la condición de nación subalterna en la que eso de
no pasar de cuartos es metáfora de todo lo demás. En realidad, es posible que
Zetapé nos esté haciendo un favor, pues quien, reclamado por la grandeza, se
siente obligado a intentar sacar la espada de la roca soporta una carga de la
que nosotros estamos a salvo, ahora que ni a la Legión le importa que le
cacareen. Hablaba Agustín de Foxá de la «pesadumbre del mando», del terrible
«peso de la púrpura» que ahoga a las naciones que no se consienten a sí mismas
abandonar cuando se plantea un desafío: Omaha Beach, por ejemplo, donde tampoco
estuvimos. No cabe duda de que, con Zetapé, a nosotros no va a fatigarnos esa
pesadumbre, pues otros habrá que carguen con el peso del mundo en que vivimos,
creyéndonos además moralmente mejores que aquellos que sí lo defienden.