ERRORES DE UNA CAMPAÑA JUSTA

 

  Artículo de Agustín de Grado  en “La Razón” del 08.09.2003

 

Había muchas razones para intervenir en Iraq y derrocar a Sadam Husein. Una: se trataba de un régimen abominable donde el derecho a la injerencia se imponía al de soberanía nacional, pura fachada tras la que una interpretación rancia del derecho internacional permite cobijarse a los dictadores. Dos: si no permanecimos impasibles ante el genocidio de Milosevic, ¿por qué habíamos de hacerlo ante el del carnicero de Tikrit? ¿Sólo porque estaba lejos de nuestras fronteras? Tres: era un peligro permanente en una zona caliente del planeta, como demostró con la guerra contra Irán y la invasión de Kuwait. Cuatro: era un obstáculo ¬no el único¬ para un futuro de paz en Oriente Medio (Sadam pagaba 25.000 dólares a la familia de cada kamikaze palestino que se despanzurraba matando judíos). Cinco: la comunidad internacional lanzaba un mensaje de debilidad al resto de los tiranos si no hacía frente a once años de burla y desafío, el tiempo que, tras ser derrotado en el I Guerra del Golfo, se permitió a Sadam conservar su régimen a cambio de un armisticio que nunca cumplió. Y seis: antes o después los intereses de Sadam acabarían confluyendo con los de la guerra desatada por el terrorismo islámico contra Occidente el 11-S.
   Son todas razones de orden moral, con la libertad como motor de un objetivo final: la posibilidad de construir un mundo mejor. Pero en vez mantener este discurso cargado de razones morales, principios y convicciones, EE UU y sus aliados trataron de ganar apoyos con otro repleto de pragmatismo. Llegaron entonces los argumentos precipitados y las pruebas falsas, que han terminado por colocar en el disparadero a sus dirigentes. Es el gran error de una campaña que tenía una causa justa y que no por ello ha dejado de tenerla. EE UU ha cometido otros desaciertos, derivados sobre todo de su falta de humildad, que ahora trata de corregir sobre la marcha. Son dificultades que no invalidan la necesidad de la misión.
   Si fuera cierto que Iraq es hoy una nación que resiste al invasor al grito de todos a una ¿cómo se explica que los dos mayores atentados de la postguerra (contra la ONU y la mezquita de Nayaf) no tuvieran como objetivo a las fuerzas de ocupación y murieran en ellos más iraquíes que soldados americanos han perdido la vida en los ataques de la guerrilla? Ésta es la realidad: además de matar marines, los iraquíes leales a Sadam que aún no han sido desarmados ¬con la colaboración de terroristas islámicos extranjeros¬ asesinan a los compatriotas que prefieren colaborar con EE UU y Naciones Unidas para pacificar, estabilizar y democratizar su país.