NIHILISMO Y CIVILIZACIÓN

 

  

 Artículo de Luis González Seara   en “La Razón” del 19/04/2004

 

André Glucksmann ha presentado en Madrid su libro «Occidente contra Occidente», que algunos cruzados de la causa políticamente correcta se han precipitado a descalificar, con el sólido argumento intelectual de que defiende tesis similares a las de los halcones de Bush. Ocurre que el libro de Glucksmann responde a un riguroso análisis de la realidad mundial después del 11-S y la guerra de Iraq, donde se considera equivocado el modelo del choque de civilizaciones de Huntington y se defiende un paradigma distinto, que enfrenta el nihilismo terrorista a la civilización democrática de Occidente. La falta de perspectiva para no descubrir la profunda significación histórica de la tragedia terrorista ha derivado en el desastre de la política y la diplomacia europeas, cuya polarización en el campo de la paz y el campo de la guerra desembocan en un conflicto de Occidente contra Occidente. Francia quiso liderar un supuesto campo de la paz, después de arrastrar a la más prudente Alemania, acabando el asunto en movimiento y palos. Glucksmann recuerda a su gobierno la máxima de Pascal: «La justicia sin la fuerza es impotente», como se ha visto en la práctica, donde Francia perdió el combate y está reaccionando con desconcierto en la paz, tal vez llevada de su antiamericanismo ancestral y sus campañas contra McDonald s y en pro de la excepción cultural. Aquí Glucksmann destaca el principio de realidad que tiene Alemania. A través de su ministro Fischer, reconoce la urgencia en reconstruir la relación trasatlántica y dice que no es el antiamericanismo lo que debe unir a Europa, sino el terrorismo. Lo ocurrido en Madrid el 11-M no hace más que avalar esa idea. Igualmente se impone una reflexión más ponderada sobre las armas de destrucción masiva y las mentiras propagadas. Si todo era un embuste de Bush, ¿cómo es posible que los servicios secretos de Rusia, Francia, Alemania y otros países no estuvieran enterados de nada? ¿Por qué los inspectores de la ONU se empeñaban en pedir más tiempo para hallarlas? ¿Ahora resulta que los flamantes inspectores se dedicaron a cobrar suculentos sueldos para buscar una armas que sabían que no existían? ¿Y Chirac, también mentía? Porque el presidente francés repetía: «Preferimos alcanzar el objetivo que se ha marcado la comunidad internacional, es decir, el desarme de Iraq». El libro de Glucksmann y su paradigma de «civilización o nihilismo» son discutibles. Pero alertan sobre los riesgos reales de la guerra terrorista, que han vuelto a poner en primer plano el apocalipsis de la destrucción masiva. Después de Nagasaki, escribió Sartre: «Cada mañana estaremos en la víspera del fin de los tiempos». La amenaza vuelve a ser la misma. Sería suicida pretender detenerla con un pacifismo de pancarta y duelo. Después del 11-M sabemos que también el 11-S era cosa nuestra, y no un «excesivo jaleo orquestado porque han muerto tres mil blancos», que dijo Günther Grass. Además, no todos eran blancos.