CÓMO ACTUARÁ AL QAEDA A PARTIR DE AHORA

 

 LA RED SE AGRUPARÁ en cinco zonas mundiales, actuará con grupos afines y atacará objetivos económicos en áreas pobladas del sur

 

  Artículo de ROHAN GUNARATNA -  en “La Vanguardia” del 18.05.2003

Fiel a su sello distintivo de realizar ataques suicidas coordinados y simultáneos contra objetivos occidentales con el propósito de causar el mayor número de víctimas, el 12 de mayo pasado, a las once y veinticinco de la mañana, Al Qaeda destruyó en Riad tres complejos residenciales extranjeros que carecían de la debida protección. El triple ataque suicida derrumbó las viviendas de Al Hamra, Vinnel y Jedawal, y dejó un saldo de 34 víctimas (entre ellas los nueve terroristas suicidas) y un total de 194 heridos. Hubo una cuarta explosión, que no produjo víctimas, en las oficinas de Siyanco, empresa de mantenimiento saudí, formada por Frank E. Basil, de Washington, y Saudi Partners, una sociedad local.

Pese a la vigilancia de los servicios secretos y la policía saudíes, Al Qaeda logró planificar, preparar y ejecutar una operación en el corazón mismo del reino. Las autoridades saudíes no consiguieron detectar y desbaratar la operación, que Al Qaeda llevó hasta su fase final, rodeada de agentes de inteligencia locales y extranjeros.

La operación de Al Qaeda demostró el poder de resistencia de este grupo terrorista, el más perseguido de la historia, y de su organización celular, la rígida compartimentación que le ha permitido hacerse inmune a la destrucción. Aunque este ataque desencadene una amplia represión por parte de los saudíes contra los musulmanes alineados con Al Qaeda, no conseguirá disminuir la admiración secreta que muchos de ellos sienten por Ossama Bin Laden, el popular héroe de todos los saudíes que se oponen a la familia real de este país. Teniendo en cuenta que el ataque iba dirigido a los occidentales y era el primero contra un objetivo occidental después de la intervención y ocupación de Iraq por parte de Estados Unidos, generará una nueva ola de reclutamientos y apoyos a Al Qaeda y sus grupos asociados en el Golfo.

Dos semanas antes de producirse el ataque, las autoridades estadounidenses y saudíes detectaron con claridad que Al Qaeda se encontraba en la fase final de una operación terrorista. Los indicios fueron múltiples y hubo, al menos, una advertencia la semana anterior a que se produjera. Un ejemplo de ello fue el aviso del Gobierno de Estados Unidos de la probabilidad de un ataque en Arabia Saudí. Dicha alerta no identificaba un objetivo específico, pero sí un país. En virtud de la política de no aplicar dobles raseros, se autorizó a Estados Unidos a que hiciera amplia publicidad de todas las advertencias de tipo general y específico dirigidas a sus ciudadanos, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

El 29 de abril, la embajada de Estados Unidos en Riad solicitó a las autoridades saudíes que aumentaran las medidas de seguridad en los complejos residenciales.

El 1 de mayo, el Departamento de Estado emitió una advertencia a los viajeros en la que pedía a los particulares estadounidenses residentes en Arabia Saudí que considerasen la posibilidad de abandonar ese país y aconsejaba a todos sus ciudadanos que pospusieran los viajes que no fuesen urgentes.

El 6 de mayo, 19 miembros de Al Qaeda huyeron después de haberse batido a tiros con fuerzas de seguridad saudíes. Durante el enfrentamiento, para demostrar su voluntad de matar y morir, uno de ellos se suicidó activando los explosivos que llevaba encima. Los 19 terroristas habían luchado junto a Ossama Bin Laden en las batallas de Tora Bora, en Afganistán. Eran los mismos que habían dirigido la operación. Uno de los terroristas de Al Qaeda se entregó y facilitó información de la organización en Arabia Saudí, pero no dio datos sobre el ataque. Los saudíes revelaron las identidades de los 19 hombres buscados y solicitaron la colaboración de los ciudadanos.

El 7 de mayo, Thabet Bin Quais, portavoz de Al Qaeda, declaró que las fuerzas de Ossama Bin Laden se estaban preparando para realizar una serie de ataques.

El 7 de mayo, la embajada de Estados Unidos en Riad solicitó a las autoridades saudíes que aumentaran las medidas de seguridad en los complejos residenciales.

El 8 de mayo, las autoridades de Arabia Saudí confiscaron 1.200 kilos de material explosivo, armas automáticas, granadas, municiones, ordenadores, equipos de comunicación, así como dinero, en una casa y un vehículo situados a escasa distancia de Jedawal, uno de los complejos que más tarde sufrió el atentado.

El 10 de mayo, la embajada de Estados Unidos en Riad solicitó a las autoridades saudíes que aumentaran las medidas de seguridad en los complejos residenciales. La embajada pidió concretamente a las autoridades saudíes más protección para el complejo de Jedawal.

El 11 de mayo, Abu Mohamed Ablaj, miembro de Al Qaeda, escribió a la revista “A Majalla”, con base en Londres, para informar de que los escuadrones armados de mártires se disponían a atacar. “Además de tener como objetivo el corazón de Estados Unidos, una de las prioridades estratégicas es ahora lanzar y ejecutar operaciones en los países del Golfo, aliados de Estados Unidos”, escribió Ablaj en un correo electrónico el día antes del atentado.

Incluso antes de estos indicios, los informes de los servicios de espionaje sugerían que Arabia Saudí se encontraba bajo una creciente amenaza. Casi un año antes del ataque, tanto la CIA como el FBI informaron a los servicios de inteligencia saudíes de la presencia en Arabia Saudí de Abdel Rahman Jabarah, miembro canadiense de Al Qaeda, de origen kuwaití. Mohamed Al Johani, que dirigió la operación, iba acompañado de Abdel Rahman, uno de los organizadores del bombardeo y hermano mayor de Mohamed Mansour Jabarah, agente de Al Qaeda de 21 años, bajo custodia estadounidense. En diciembre del año 2001, tras quedar desbaratadas las operaciones para destruir los objetivos diplomáticos estadounidenses e israelíes en Manila y los objetivos diplomáticos estadounidenses, británicos, australianos e israelíes en Singapur, Mohamed Mansour, coordinador de las operaciones, huyó a Oriente Medio y fue detenido en Omán en marzo del año 2002. Tanto el jefe de la operación, Mohamed Al Johani, como los hermanos canadienses, trabajaron bajo las órdenes de Jalid Sheik Mohamed, jefe del comité militar de Al Qaeda, y de Tawfiq Attash, su sucesor y ayudante, ambos detenidos el pasado mes de marzo en Rawalpindi y Karachi (Pakistán). Al Johani, que se marchó de Arabia Saudí a los 18 años, regresó a ese país con pasaporte falso en marzo pasado para dirigir la operación. Dentro del grupo autodenominado Mujaidín de la península Arábiga, Al Johani se encargó de organizar los ataques en la región, empezando por Arabia Saudí.

Unas 36 horas después de perpetrado el ataque, el frente de Al Qaeda llamado Al Muwahhidun (unitarios), reivindicó el atentado. El nuevo frente está formado por tres fugitivos, Ali Bin Khudair Al Khudair, Nair Bin Hamd Al Fahd y Hamed Bin Hamd Al Khalid, además de los 19 buscados.

Para quienes creían que Al Qaeda había muerto, el grupo demostró que conservaba capacidad de ataque y que sus organizaciones asociadas constituirán una seria amenaza en los próximos meses e incluso años. Si se mantiene la acción de Estados Unidos en Afganistán y Pakistán, Al Qaeda se fragmentará, se descentralizará, se reagrupará en cinco zonas del mundo, trabajará con grupos de ideas afines, elegirá una mayor variedad de objetivos, se centrará en objetivos económicos y áreas pobladas y llevará a cabo la mayoría de los ataques en el sur. Pese a que el grupo se verá obligado a realizar ataques simultáneos y coordinados contra destacados objetivos simbólicos o estratégicos de Occidente, Al Qaeda, por sí sola y secundada por grupos regionales afines, llevará a cabo ataques similares en Asia, África, Oriente Próximo e incluso América Latina. Aunque se produzcan grandes pérdidas (entre ellas la probable captura y muerte de sus principales jefes), la ideología antioccidental de Al Qaeda, inculcada a los musulmanes radicales, servirá de sostén al grupo terrorista.

En Occidente y fuera de Occidente, las medidas tomadas para contrarrestar estas acciones (desde las leyes más estrictas hasta el aumento de la protección del personal y las infraestructuras gubernativas) han obligado a Al Qaeda a centrarse en objetivos económicos y áreas pobladas. Si se refuerza la seguridad de los objetivos gubernamentales, se producirán entonces amenazas a objetivos menos comprometidos, con lo cual la población civil estará más expuesta al ataque de los terroristas. Del mismo modo, si se refuerzan los objetivos de tierra y de la aviación, se conseguirá que la amenaza se desplace a los objetivos navales, especialmente a los objetivos marítimos comerciales. Dada la dificultad de secuestrar aviones para estamparlos contra determinados objetivos, que tambien son complicados de atacar desde tierra, Al Qaeda conseguirá utilizar misiles tierra-aire (SAM) de tipo manual. La detención en Jartum de un miembro sudanés de Al Qaeda que, a mediados del año 2001, había disparado sin éxito un misil SA7 contra un avión de transporte estadounidense que despegaba de la base aérea Príncipe Sultán de Arabia Saudí, contribuyó a que, en diciembre de ese mismo año, las autoridades de ese país recuperaran otro sistema completo de misiles enterrado en el desierto de Riad. Si no se adoptan de inmediato medidas adecuadas para dar con la red de transporte de Al Qaeda, los SAM bajo control de la organización terrorista en la zona de Pakistán, Cachemira, Afganistán, la península Arábiga y el Cuerno de África, encontrarán la manera de llegar al Lejano Oriente y Europa. Y tal vez incluso a América del Norte.

A partir de mediados del año 2003, Al Qaeda se ha reinventado a sí misma en Afganistán al trabajar con los talibán del mulá Omar y los miembros del grupo Hezbi Islami, liderado por Gulbudin Hekmatiar. Asimismo, Al Qaeda continúa cooperando con Lashkar-e-Jhangvi, Lashmar-e-Tayyiba, Jayash-e-Muhammad, Harakt ul-Mujahidin y otros grupos pakistaníes. Ahora que las fuerzas de seguridad estadounidenses y los servicios secretos atacan el centro neurálgico de Al Qaeda en Afganistán y Pakistán, la organización procederá a descentralizarse todavía más. Mientras los organizadores de atentados se quedarán en Pakistán y zonas cercanas, sus agentes viajarán continuamente para coordinarse con los grupos que Al Qaeda tiene en el sur. Con el fin de conseguir que se note su presencia, Al Qaeda pasará a depender cada vez más de su red terrorista mundial de grupos afines del sudeste asiático, el sur de Asia, el Cuerno de África, Oriente Medio y el Cáucaso para atacar a sus enemigos. Los atentados de Kenia, Indonesia, India, Pakistán, Kuwait y Yemen intentan compensar la pérdida y la falta de espacio y oportunidad de funcionar en Afganistán. Sus agentes trabajarán juntos con Jemma Islamiya (JI, en el sudeste asiático), Al Ithihad Al Islami (Cuerno de África), los mujaidines chechenos (facción de Khattab, del Cáucaso), el Grupo de Combatientes Tunecinos (Oriente Próximo), Jayash-e-Muhammad (del sur de Asia) y otros grupos adiestrados y financiados por la organización terrorista en los últimos diez años. Además de sus propios miembros, Al Qaeda funcionará a través del Grupo Salafi de Reclutamiento y Combate (GSPC) y Takfir Wal Hijra, dos grupos que había infiltrado en Europa y América del Norte. Con el traslado de la tecnología y los conocimientos terroristas del centro a la periferia, los ataques por parte de los grupos asociados a Al Qaeda supondrán una amenaza tan seria como la propia Al Qaeda. Por ejemplo, la red de la ricina en Europa, en especial en Londres, Manchester, East Anglia y Edimburgo (dentro del Reino Unido), se alimentó del grupo GSPC, que había colaborado con expertos de Al Qaeda en el desfiladero de Pankishi, en Georgia, en la frontera de Chechenia.

Aunque sigue siendo prioritario realizar ataques en América del Norte, Europa, Australia e Israel, las medidas y represalias tomadas por estos gobiernos contribuirán a que a Al Qaeda le resulte más difícil organizar acciones en Occidente. Para Al Qaeda es menos costoso funcionar en áreas de Asia, África y Oriente Medio, donde faltan controles de seguridad. Por lo tanto, la mayoría de los ataques se producirán contra intereses occidentales situados en el sur, como el ocurrido en Arabia Saudí. Si bien los objetivos occidentales seguirán siendo prioritarios, Al Qaeda continuará realizando acciones contra los gobiernos musulmanes y los regímenes que apoyan la “guerra contra el terrorismo” dirigida por Estados Unidos. La seguridad física de la realeza saudí y de los dirigentes de Pakistán y Afganistán, Musharraf y Karzai, será especialmente vulnerable y sus regímenes se verán enfrentados a continuos desafíos políticos.

Desde octubre del año 2001, Al Qaeda ha sufrido la detención de aproximadamente 3.100 organizadores, agentes y simpatizantes en un total de 102 países. Pese a que Al Qaeda todavía está en condiciones de organizar atentados, al producirse un aumento de esta presión, dependerá cada vez más de sus grupos asociados para poder llevar a cabo sus ataques.

Tradicionalmente, con sus agentes mejor adiestrados, más experimentados y muy comprometidos, Al Qaeda ha tratado de acometer el ataque de objetivos más difíciles, especialmente los de tipo estratégicco, dejando los más fáciles y tácticos a sus grupos asociados. En la actualidad, existe una estrechísima colaboración entre los miembros de Al Qaeda, por lo que los ataques llevados a cabo por sus grupos asociados no sólo aumentan, sino que son mucho más letales. Tal como quedó demostrado en Bali, los atentados realizados por grupos asociados a Al Qaeda pueden ser tan letales como los realizados por la propia Al Qaeda. En vista de que la amenaza que representan los grupos asociados a Al Qaeda es mucho mayor, el escenario de la guerra se ampliará. Pese a la gran presión para que se retire de Arabia Saudí, Estados Unidos preferirá continuar en ese país, porque su retirada, tras el reciente ataque, sería interpretada por sus adversarios como una derrota. No obstante, la visibilidad estadounidense en Oriente Medio, la dependencia de la ayuda de Estados Unidos y su presencia continuada en Iraq provocarán una amplia gama de reacciones entre los musulmanes, tanto en los grupos terroristas como en los partidos políticos.

ROHAN GUNARATNA, autor de “Inside Al Qaeda: global network of terror”
Traducción de Celia Filipetto