REVIVIENDO EL PLAN DE PAZ

  Artículo de SAMUEL HADAS en “La Vanguardia” del 29.04.2003

 

 S. HADAS, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede

Con Abu Mazem hay otra oportunidad si el Gobierno palestino se enfrenta a los terroristas e Israel desmantela los asentamientos ilegales

 

Paralelamente a la crisis de Iraq, que monopolizó en los últimos meses la atención mundial, se está desarrollando en Oriente Medio una nueva etapa en la crisis crónica de la región, el conflicto palestino-israelí. Casi inadvertidas antes del contundente desenlace militar de la guerra contra el régimen de Saddam Hussein, las vicisitudes palestino-israelíes “recuperan” lugar preferente en los titulares de los medios de comunicación.

La culminación del primer acto del drama de la elección de un primer ministro para la Autoridad Nacional Palestina ha captado nuevamente la atención perdida. Enorme ha sido la presión aplicada en los últimos días sobre Yasser Arafat por la Administración del presidente George W. Bush, la Unión Europea, Rusia, Egipto, Israel y los palestinos mismos, para llegar a un acuerdo sobre la integración de un nuevo gobierno palestino encabezado por Mahmud Abbas (Abu Mazen), cuya puesta en marcha permitiría el inicio de la aplicación del “mapa de caminos” del Cuarteto (EE.UU., UE, ONU y Rusia). Todos, a la espera de que Abu Mazen, acerbo crítico de la “intifada armada”, actúe para intentar poner poner fin al terrorismo y reconduzca una ineficiente Administración.

¿Por qué sólo el primer acto del drama? Porque Arafat, después de décadas de liderazgo indiscutido de la causa palestina, no tiene la menor intención de abandonar la escena, pese a su fracaso colosal en la conducción política de la ANP y a la voluntad de los involucrados en el proceso político palestino-israelí de alejarlo. Pese a haber sido obligado a designar un primer ministro que deberá concentrar en sus manos los poderes ejecutivos de su Gobierno, Arafat no se resigna a perder posiciones y seguirá intentando mantenerse en el poder, aun a costa de descarrilar nuevamente las negociaciones con Israel. La confrontación de las últimas semanas ha demostrado que no se debe subestimar a Arafat, quien, no obstante la “irrelevancia” que le ha sido atribuida por Israel, sigue siendo muy relevante, aunque su posición se haya debilitado. Abu Mazen tiene un largo camino por recorrer antes de ganar legitimidad en la opinión pública palestina, que no está aún convencida plenamente de que debe abandonarse la vía de la violencia para lograr sus objetivos políticos. Sólo el masivo apoyo internacional ha posibilitado su nombramiento. Su misión ha sido calificada de “proporciones históricas” por Washington, cuya capacidad de maniobra en Oriente Medio se verá muy limitada si no logra implementar un plan de paz que debe conducir a la creación de un Estado palestino antes de fines del 2005.

¿Y por el lado israelí? El acto terrorista en Israel con que fue “bienvenido” el acuerdo Arafat-Abu Mazen pocas horas después de ser anunciado, a manos de un miembro del brazo armado del propio partido de Arafat, los Mártires de Al Aqsa (a cuya disolución, dicho sea de paso, se opuso recientemente), pone en evidencia nuevamente el dilema de los israelíes. Por un lado, se inclinan mayoritariamente en favor de la búsqueda de una solución política, decepcionados por los magros resultados de la opción militar para poner coto a un conflicto que está llevando a su economía al borde del colapso. Por el otro, el Gobierno israelí insiste en que no negociará mientras prosiga el terrorismo (lo que, por supuesto, concede a las organizaciones terroristas exactamente lo que persiguen: el derecho al veto al proceso de paz).

Cediendo a la presión de Washington, el primer ministro Ariel Sharon se apresta a implementar medidas que faciliten la gestión de Abu Mazen, como la gradual retirada de sus fuerzas de los territorios palestinos, la liberación de detenidos palestinos, así como la transferencia a la ANP de fondos bloqueados por su Gobierno (que suman centenares de millones de euros). Sharon ha anunciado asimismo su disposición a encontrarse en breve con Abu Mazen, a fin de negociar las medidas de seguridad que facilitarían el retorno a la mesa de negociaciones. Pero paralelamente ha presentado enmiendas al “mapa” del Cuarteto que lo siembran de obstáculos. Sus reservas se refieren básicamente a “cómo tratar el tema del terrorismo palestino”. Públicamente, el primer ministro ha asumido en entrevistas concedidas recientemente un tono conciliatorio, anunciando su disposición a “concesiones dolorosas”, lo que ha concitado airadas protestas de la derecha israelí.

Pero por enésima vez se demostrará que de no hacer uso EE.UU. (con el apoyo de la UE) de toda su influencia, presionando sobre ambas partes, el “mapa de caminos” correrá la misma suerte que los planes de paz que le precedieron. Sólo así se logrará que el Gobierno de Israel desmantele los asentamientos ilegales y congele su política en esta cuestión, una vez que el nuevo gobierno palestino integre una fuerza de seguridad eficiente, por una parte, y el nuevo gobierno palestino, por la otra, no se enfrente con toda determinación a las organizaciones terroristas que operan desde su territorio, hasta desbancarlas. De no ser así, la ventana de la oportunidad se cerrará nuevamente, aplazando indefinidamente toda posibilidad de acuerdo entre israelíes y palestinos.