DESHIELO EN ORIENTE MEDIO
Artículo de SAMUEL HADAS en “La Vanguardia” del 13.01.2004
A principios del 2003, Saddam Hussein constituía una amenaza para Oriente Medio,
Irán seguía empeñada en su carrera nuclear, Libia continuaba siendo una
imprevisible amenaza y Siria ayudaba abiertamente a Iraq. La guerra olvidada en
Sudán, que había costado dos millones de víctimas mortales, no daba señales de
acabar. Arabia Saudí se encuentra bajo una creciente presión para la
democratización de su régimen. La espiral de violencia palestina-israelí
continuaba haciendo caso omiso de la “hoja de ruta” del Cuarteto, que sólo
parecía conducir a un laberinto sin salida. El año 2003 ha sido peor que el
anterior –sentenciaba un bromista– y será mejor que el siguiente.
Aparentemente no será así. La guerra en Iraq, cualesquiera hayan sido sus
motivaciones, está cambiando Oriente Medio. Aunque no sabemos aún quién ganará
en Iraq, el impacto psicológico de la “pax americana” en la región, sobre todo
el de la captura de Saddam Hussein, es inmensurable. La calle árabe no se ha
repuesto de las humillantes circunstancias del arresto del dictador iraquí. Se
abre asimismo más de un interrogante sobre la legitimidad de algunos regímenes
en la región. El año 2004 se abre con una serie de iniciativas internacionales
que podrían resolver algunas crisis y aliviar tensiones peligrosas en Oriente
Medio.
En Sudán acaba de firmarse un acuerdo histórico entre su Gobierno y el rebelde
Ejército Popular de Liberación de Sudán, por el que distribuye entre el norte y
el sur la riqueza petrolífera del país, abriéndose así el camino a la paz
después de veinte años de sangrienta guerra civil. Una sangrienta guerra de
naturaleza étnica y religiosa entre el norte de etnia árabe y religión islámica
y el sur de población negra, cristiana o animista, podría concluir en poco
tiempo.
Aumentan los indicios de que el presidente sirio, Bashar El Assad, desea
reanudar las negociaciones de paz con Israel, como resultado de la creciente
presión de la Administración del presidente George W. Bush. Assad ha llegado
aparentemente a la conclusión de que la mejor manera de asegurar la
supervivencia a largo plazo de su régimen y de mejorar la deteriorada economía
de su país pasa por la reconciliación con Estados Unidos y el camino a
Washington pasa por su vecina Israel. La actitud siria hacia Israel ha sido
hasta ahora visceralmente hostil. Más aún, asila en Damasco los cuarteles
generales de organizaciones terroristas radicales palestinas. Pero aunque sus
motivos fueran por el momento puramente tácticos, sus acciones podrían tener a
la larga un importante significado estratégico. El presidente sirio, asimismo,
acaba de realizar una histórica visita a Turquía, país con el que Siria mantiene
relaciones sumamente conflictivas y con el que estuvo en un pasado no muy lejano
al borde de la guerra abierta.
Irán, otro país con las fuerzas militares de Estados Unidos en su vecindad,
busca normalizar sus relaciones con Egipto, interrumpidas por Teherán 25 años
atrás, dos meses después de la revolución islámica, en protesta por el acuerdo
de Camp David entre Egipto e Israel y también por la concesión de asilo en
Egipto al depuesto sha Reza Pahlevi. El presidente egipcio Hosni Mubarak acusó
en el pasado al régimen de Teherán de preparar atentados contra su Gobierno y
entrenar a terroristas, mientras la prensa iraní amenazó públicamente a Mubarak
de muerte en caso de un ataque contra su país. Recordemos asimismo la aceptación
por parte de Irán de inspecciones sorpresivas a sus instalaciones nucleares,
después de haber ocultado durante años su febril campaña armamentista no
convencional.
También de Libia llegan noticias promisorias. El dictador Moammar El Gaddafi,
después de sorprender al mundo renunciando a su potencial nuclear, ha señalado
su interés en romper el “deshielo” con Israel, después de que durante muchos
años la calificara como un Estado “ficticio”.
La paloma de la paz sobrevuela afanosa en Oriente Medio, trabajando “horas
extras”, llevando su mensaje de un rincón a otro, aunque por el momento se
obstina en saltarse Israel y Palestina. Pero israelíes y palestinos podrían no
permanecer mucho tiempo fuera de la línea de banda, aunque ambas partes han
metido sus cabezas profundamente en la arena y se resisten a ver la realidad que
han creado. No obstante que la Autoridad Nacional Palestina está al borde del
colapso, rehén de las organizaciones terroristas, por una parte y el Gobierno
israelí es rehén de la extrema derecha, por la otra, parecería que algo comienza
a moverse: las presiones internas y las externas podrían reabrir la ventana de
la oportunidad.
Es cierto que los cambios en la región sólo están en su inicio y que las
amenazas están lejos de ser eliminadas. Iraq ha ingresado en un año
problemático: la resistencia en el triángulo suní, el crecimiento de la tensión
entre los chiitas y la falta de un liderazgo iraquí convincente crean más
interrogantes que respuestas. La campaña global antiterrorista sólo está en sus
inicios.
Israelíes y palestinos podrían seguir atrapados en una espiral de violencia que
no cede y el año electoral en Estados Unidos podría posponer la búsqueda de
soluciones. No obstante, y aunque el año 2003 será recordado como uno de los
peores en mucho tiempo en la región, el que acabamos de iniciar podría ser el
año del giro.
SAMUEL HADAS, primer embajador de Israel en España y ante la Santa Sede