LA CRISIS EUROPEA

 

 Artículo de MICHAEL KEATING   en “La Vanguardia” del  22/02/2004

Hace pocos años, los partidos socialdemócratas dominaban los gobiernos de los países europeos. Puede decirse que la socialdemocracia ha configurado de forma decisiva el Estado de bienestar europeo. Sin embargo, en el 2004, la socialdemocracia sólo goza de buena salud en Suecia y se sostiene con cierta precariedad en Alemania, mientras que en otros lugares se halla en retirada. En Gran Bretaña, un partido socialdemócrata cuenta con una amplia mayoría gracias a que ha abandonado los principios tradicionales de la izquierda. ¿Cómo puede explicarse este cambio de signo?

Algunos mantienen que la socialdemocracia ha cumplido su objetivo histórico o que sus recetas no funcionan en un mundo globalizado dominado por el mercado. Sin embargo, la gestión económica keynesiana no ha muerto, incluso ha sido practicada por gobiernos conservadores en Estados Unidos y en Gran Bretaña a principios de los noventa. El Estado de bienestar, aunque ha acusado cierta presión, ha sobrevivido. Otros razonan que la clase trabajadora, base histórica de la izquierda, se ha evaporado ante el impulso del cambio económico, pero la socialdemocracia siempre fue una alianza de diversas fuerzas progresistas. Una razón del declive de la izquierda es su fragmentación a medida que los nuevos movimientos sociales ocupan su espacio. Movimientos contrarios a la globalización, activistas medioambientales, feministas y comunitaristas, suscriben todos las ideas de la izquierda, pero carecen de un mensaje o programa general de cambio. En una sociedad de consumo, la propia política parece que se ha reducido a la selección de platos de un menú. La suerte que corrió Jospin muestra incluso lo que le puede ocurrir a un líder capaz de aglutinar una izquierda plural.

Otro factor en liza es el fracaso de una verdadera socialdemocracia europea. Blair practica una política de alianzas coyunturales: ahora con Aznar, ahora con Berlusconi, y en ocasiones con Schröder. Mientras el pacto de estabilidad –por cuya causa los gobiernos europeos prescindieron de los instrumentos keynesianos para combatir la recesión– está hecho añicos, los socialdemócratas parecen tener poco que aportar para reemplazarlo. Europa necesita alcanzar una mayor dimensión social y capacidad redistributiva, pero los partidos políticos han presentado escasas propuestas concretas.

Se advierte, es cierto, una cierta renovación intelectual de la izquierda europea, pero ha tendido a adoptar la forma de concesiones a las ideas neoliberales del momento en lugar de constituir una alternativa coherente. El debate sobre la tercera vía británica, basado fundamentalmente en los escritos de Giddens y el ejemplo de Blair, ilustra esta afirmación. Podría contrastarse este punto de vista con la tarea efectiva desarrollada por la nueva derecha, inspirada por intelectuales como Milton Friedman, quien desde los años setenta se esforzó por difundir sus ideas y los términos del debate político más allá del estricto núcleo político.

En la actualidad hay gran cantidad de ideas que circulan en torno a la izquierda europea. Se acumula una numerosa literatura sobre la manera de adaptar el Estado de bienestar a las necesidades de la nueva economía. Los autores socialdemócratas se han destacado por sus trabajos sobre el desarrollo económico local y regional. El movimiento medioambiental ha ampliado su agenda política y son frecuentes los animados debates sobre cuestiones de sexos y multiculturalismo. La defensa de un mundo multipolar frente a la hegemonía política y militar de Estados Unidos es una cuestión que resulta atractiva para un amplio espectro de la opinión pública europea. Sin embargo, se aprecia la ausencia de un discurso coherente, capaz de integrar estas ideas en un proyecto social que cuente con un amplio respaldo.

M. KEATING, catedrático de Estudios Regionales del Instituto Universitario Europeo de Florencia y de Política Escocesa de la Universidad de Aberdeen
Traducción: José María Puig de la Bellacasa