ASESINATO EN FEBRERO

 

 Artículo de Ernesto Ladrón de Guevara en “El Semanal Digital” del 24-2-04

 

Me pongo a escribir estas líneas mientras escucho "Asesinato en febrero" la película de Elías Querejeta que emite en este momento la ETB y que he visto ya tres veces. Compartí con Fernando Buesa diez largos años de plomo en sucesivas ejecutivas provinciales del Partido Socialista de Álava. Dos meses antes de su asesinato me había entrevistado con él, decidiendo, yo, abandonar la militancia del Partido Socialista, pues yo entendía que el Partido Socialista debía pactar con el Partido Popular y alejarse de la órbita nacionalista.

 

Él era un hombre que creía en el acuerdo como pauta básica de la acción institucional y política; acuerdo, incluso, en una situación de deslealtad y mofa de los nacionalistas por el tortuoso devenir de los últimos años de la gestión socialista tildada por la corrupción y el GAL. Yo tenía –y tengo- un concepto más severo en relación con el nacionalismo y opté por irme. Él me envió una carta que conservo como oro en paño, donde me decía que seguía teniendo mi lugar en el Partido Socialista y que no me fuera.

 

Jamás perdonaré a sus asesinos. Esas piltrafas humanas no saben que cuando destruyen vidas como la de Fernando Buesa, ya nada es igual, y producen algo irrecuperable e irrepetible. Terminan con la esperanza de una existencia regida por una visión humanista y dejan un profundo hoyo emocional y vivencial. Nada es igual después de un crimen así.

 

He conocido a la familia de Jorge Díez, su escolta, igualmente asesinado. Me he dado cuenta de que detrás de cada familia hay un enorme círculo que forma parte del microcosmos social donde también la huella de la ausencia se hace indeleble.

 

Estoy leyendo el magnífico libro de Jesús Laínz –recién editado por Ediciones Encuentro- "Adiós España. Verdad y mentira de los nacionalismos". Es un trabajo espléndido, profundo y riguroso, que desmonta una a una las mentiras y los mitos nacionalistas, divulgando la realidad histórica como ha sido, no como la transmiten los nacionalistas.  El País Vasco, junto a Cantabria y Asturias fue la cuna de España, donde arrancó la Reconquista y la unificación posterior de los reinos cristianos una vez expulsado el Islam de la Península Ibérica.

 

Estamos en un nuevo proceso engañoso, que se esboza en la película de Médem "La pelota vasca. La piel contra la piedra". Van a ponernos de nuevo a prueba con el paradigma del diálogo. ETA pide diálogo. Ibarretxe pide diálogo. Elkarri pide diálogo. Pero... ¿diálogo para qué?, ¿sobre qué?, ¿por qué?, ¿con quién? ¿Diálogo con ETA?  Sólo pensarlo me entran escalofríos. ¡Qué terrible injusticia si iniciáramos un diálogo con ETA, bajo el nuevo síndrome de Carod Rovira! ¿Con qué objeto hay que negociar con ETA? ¿Hay alguna contrapartida asumible desde un prisma de justicia y de racionalidad que conceder a ETA a cambio de que desaparezca de la faz de la Tierra? ¿La independencia de Euskadi, quizás? ¡Qué locura!

 

Los nacionalistas no pueden seguir alimentando a la alimaña. Es su responsabilidad. Deben  definir de una vez por todas con ingredientes de verdad, no con falacias, en qué consiste eso que llaman "el conflicto vasco". Bajo mi punto de vista de vasco que vivo en el País Vasco desde que nací, ya con cincuenta y tres años, el único conflicto es el provocado por el propio nacionalismo que se convierte por su propia naturaleza en el problema. Es el único problema existente en el País Vasco unido a la violencia, con impregnaciones hacia Cataluña.

 

En cualquier caso, que nos digan de una vez en qué consiste el maldito diálogo que propugnan, qué es lo que hay que dialogar y para qué hay que dialogar. Y que nos aclaren cómo se ha de producir ese diálogo. De lo contrario seguiremos pensando que están jugando con las palabras, y de paso con las vidas de muchos amenazados.