LA IZQUIERDA, ANTE LA MUNDIALIZACIÓN

 

Los partidos reformistas no deben identificarse con los grupos radicales, sino aceptar que un mundo más integrado crea riqueza, y defender políticas públicas que ayuden a repartirla mejor

  Artículo de ZAKI Laïdi en “El Periódico” del 04.06.2003


Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Internacionales de París.

La cumbre de Evian ha puesto nuevamente de relieve las extremas dificultades de la izquierda reformista para encontrar una posición fuerte y original entre una dinámica liberal que se acentúa, aunque sufra un déficit de legitimidad, y la altermundialización anticapitalista y antirreformista, que sigue teniendo mucha fuerza pero que carece de espacio político.
Deben clarificarse las relaciones de la izquierda reformista con los partidarios de la altermundialización. Se debe romper aquella cultura de la humillación y la intimidación que se basaba en el principio terrible de "ningún enemigo a la izquierda". Pero la izquierda reformista tiene verdaderos adversarios a su izquierda. Así pues, es necesario proceder a una verdadera selección política que consista en ignorar a los radicales y cultivar a los reformistas.
Dichos radicales no constituyen un bloque homogéneo y su movimiento no tiene perspectiva política. En Porto Alegre intentaron en vano federar el movimiento antimundialización y han decidido trasladar sus esfuerzos a los foros regionales, entre ellos el Foro Social Europeo. A veces por cinismo, generalmente por ingenuidad, la izquierda estima que el recurso al repertorio antimundialización la anclará mejor en la izquierda. Este cálculo es miope. Una vez en el poder, lo abandonará y se encontrará en una contradicción.
Aunque es necesaria una diferenciación de la extrema izquierda, el acercamiento a las ONG reformistas es un imperativo político categórico. Aquí hay destacar que existe una franja de altermundialización reformista que, de Oxfam a Médicos sin Fronteras, pasando por Greenpeace, intenta que las cosas se muevan. Oxfam aboga, por ejemplo, por la apertura de los mercados del Norte y estima que, con su proteccionismo, éstos bloquean el desarrollo del Sur. Sería interesante que la izquierda reformista esbozara una respuesta a esta cuestión, sobre la cual la extrema izquierda altermundialización sigue naturalmente callada, pues no puede ni apoyar el proteccionismo del Norte ni abogar por la apertura de los mercados.
Una vez operada esta clarificación, a la izquierda le queda por adoptar una posición política sobre la mundialización. ¿En qué basarla? En la idea según la cual la mundialización constituye una fuente excepcional de creación de riqueza por su capacidad para articular creatividad individual, desarrollo tecnológico y lógica comercial, pero que deja intacta la cuestión de su reparto social. ¿Cómo hacer que la riqueza privada produzca bienestar público?
Los neoliberales dan la respuesta de que el desarrollo de la riqueza privada acaba por producir necesariamente bienestar público a través del mercado. Esta tesis se ve desmentida por el funcionamiento de la economía mundial. Así pues, uno de los ejes del reformismo debería ser el de políticas públicas en ciertos sectores clave, reconociendo un principio tabú para los liberales: la segmentación de los mercados mundiales; es decir, la aceptación del principio de diferenciación de los precios según se trate de mercados ricos o pobres.
Ello pasa por el reconocimiento de algunos bienes públicos mundiales de los que los estados deberían ser garantes. Pero el bien público no pasa necesariamente por una apropiación colectiva de los recursos, sino por su mutualización. Por esta misma razón, quienes combaten la implicación del sector privado en un sector esencial como la enseñanza no tienen forzosamente razón.
Lo importante no es tener la propiedad pública de un sector, sino hacer que el bien, en este caso la enseñanza, siga siendo un bien público, con estrictos pliegos de condiciones que impongan obligaciones de servicio público para evitar una privatización servil.
En tanto que la izquierda no comprenda que mercado y bien público no son contradictorios sino complementarios, seguirá estando, según una expresión bien conocida, vieja y usada.

© Libération. Traducción de Xavier Nerín.