¿ES POSIBLE UN ACUERDO?
Artículo de Luis Bouza-Brey, del 24-8-03 (11 hs.)
Existen diversas lecturas sobre los
motivos del descontento en Irak que está nutriendo la resistencia a la
ocupación-liberación del país por las fuerzas de la coalición internacional.
Quizá todas ellas sean ciertas y produzcan combinadas un cóctel que conviene
tratar, pero la razón principal de la resistencia se encuentra en que se ha
derrocado un régimen tiránico, que ha eludido la derrota final desvaneciéndose
para transformarse en un movimiento de resistencia armada. Este quizá sea el
factor principal: miles de hombres armados y con entrenamiento militar que
quizá estén semiarticulados a través de un embrión de
mando central.
El otro factor importante es que la guerra
de Irak significa un cambio radical en el equilibrio político de Oriente
Próximo, por lo que emergen resistencias de todas partes: fundamentalistas que
acuden a la yihad desde todo el mundo; regímenes dictatoriales que se sienten
amenazados y nacionalistas árabes que se sienten invadidos.
Quizá de estas tres corrientes, que se
podrían sintetizar en baazistas derrocados junto
a dictaduras amenazadas; fundamentalistas dispuestos a dar la batalla
contra la libertad y nacionalistas árabes heridos en su dignidad por la
penetración exterior, convenga analizar a esta última, pues es la que puede ser
resultado de un mal planteamiento político de la acción de la coalición en
Irak.
Las dos primeras cabía esperarlas, y por
ello llama la atención la falta de eficacia con la que están siendo combatidas.
¿Cómo es posible que todavía no se hayan hecho prisioneros que permitan tirar
del hilo para desmantelar la posible organización subyacente detrás de estos
movimientos? ¿Qué falla, el colapso de las estructuras estatales previas y la
falta de creación de una inteligencia militar y una policía iraquíes? El
enemigo baazista es potente, y la permeabilidad de
las fronteras hace al fundamentalismo muy peligroso. Por ello extraña la
lentitud en la puesta en funcionamiento de unas nuevas fuerzas de seguridad
iraquíes. Y, tómense ustedes el interrogante que sigue con el máximo de
prudencia, pero ¿no sería conveniente contar con algunos de los mandos
militares del régimen anterior, los que más se desvincularon de él, para
organizar la nueva inteligencia militar?
Lo que conviene analizar es si realmente
existe una resistencia nacionalista, pues si es así, habría que contrarrestarla
por medio de diversos mecanismos, como las alianzas internacionales, la
clarificación y difusión publicitaria de la estrategia de liberación y
democratización a seguir por las fuerzas de la coalición, y la creación de
mecanismos efectivos de decisión política en manos de los iraquíes.
Y esto último se relaciona con el tema de
la potencia que se está empleando en Irak: están fallando los aliados y da la
impresión de insuficiencia de recursos para restaurar, reactivar y sanear la
sociedad iraquí, por lo que el proceso va lento, el descontento aumenta y la
debilidad de las estructuras estatales y económicas impide combatir con
eficacia al enemigo, dejando desguarnecido el flanco de la seguridad y la
satisfacción de las necesidades elementales del pueblo iraquí.
La impresión que uno extrae de esta
panorámica es que se hace preciso emplear más recursos en el proceso, restaurar
las alianzas rotas, dar más participación al pueblo iraquí en el proceso y
clarificar la estrategia, secuencia y calendarios del mismo, para
tranquilizar a los que sienten incertidumbre y su dignidad herida ante la
ocupación extranjera.
En el ámbito de las alianzas
internacionales, y después del ataque a la ONU, lo que debería quedar claro es
que hace falta más energía, y eso es lo contrario de algunas reacciones
timoratas que se observan estos días. ¿Qué se esperaban, los que se llevan las
manos a la cabeza diciendo que la guerra de Irak ha abierto una situación sin
salida y la caja de Pandora de todos los males? ¿Es que aún no habían
descubierto la peligrosidad de la situación antes de la guerra de Irak? ¿Es que
no se dan cuenta de que en Oriente Próximo y en el mundo islámico existe una
falla civilizatoria que está emergiendo hace años con el proceso de
globalización? ¿Es que no se enteran de que hay que emplearse a fondo para
superar ese atraso, y asumir los riesgos consiguientes, si no queremos poner en
peligro nuestra propia civilización? ¿Es que no se dan cuenta de que los paños
calientes y el paso del tiempo no son la receta para resolver el problema, sino
un veneno para la libertad?
Por eso resulta desesperante e indignante
contemplar el espectáculo de las Naciones Unidas empantanadas; de algunos
líderes y países europeos aletargados en opios ideológicos del pasado; de la
pasividad, superficialidad y frivolidad con que se observa la situación
internacional, dejándola pudrirse sin reaccionar.
En fin, para ir a lo práctico: ¿no sería
posible soldar las fracturas internacionales y vencer la desconfianza del
nacionalismo árabe mediante una resolución del Consejo de Seguridad mucho más
específica que las anteriores, que estableciera un perfil estratégico y un
calendario de democratización de Irak que fijara un plazo para la redacción de
una Constitución y la convocatoria de elecciones, aportando al mismo tiempo
nuevas energías militares, más recursos económicos y una nueva legitimidad al proceso?¿No
sería conveniente dar más rapidez a la reconstrucción de las fuerzas de
seguridad y la inteligencia militar iraquíes, y más poderes al Consejo de
gobierno iraquí en esta tarea?
Se pueden proponer diversas sugerencias y
recetas para resolver la situación en Irak y la crisis en las relaciones
internacionales, pero lo que es inadmisible son esas actitudes de fondo,
superficiales, timoratas, irresponsables o miopes a consecuencia del
oportunismo o el cortoplacismo interesado, que se observan en las reacciones de
estos días.