¿HAY ALGUIEN AHÍ?
Luis Bouza-Brey, 4-1-04, 11:30.
Hoy me voy a desvestir ante ustedes.
Estamos en un momento tan crítico para España, que hay que arriesgarse a
incurrir en el error, pues haciéndolo uno mismo le permite a los demás evaluar
mejor la situación.
Llevo varios días dándole vueltas
en la turbina mental al análisis de la situación política de España,
reconcomido por la necesidad de intentar clarificarla y definirme, hasta que
esta madrugada emergió en palabras medio hiladas el torbellino. Y aquí me
tienen. Empiezo a lo grande:
¿Cómo es posible que un
socialista de toda la vida, que lo ha sido, lo es, y lo seguirá siendo, esté
deseando que las próximas elecciones las gane el PP por mayoría absoluta?
¿Cómo he venido a parar a esta
situación?
Busco explicaciones y me digo: “O te
falla la turbina, cosa que no parece, pues te da mucha guerra; o te fallan los
principios, cosa que tampoco, pues sigo considerando hermanos a todos los
hombres, no me fío de los listillos ni de los señoritos y siento la necesidad
de hacer algo por los demás y por mi país; …o, en fin,
te fallan los referentes empíricos. Y eso creo que es lo que me está
sucediendo. Veo al PSOE en la inanidad absoluta, y al resto de la izquierda
como un barco fantasma, navegando sin rumbo ni timonel hace años”.
Pero vayamos por partes y con más
distancia y elaboración de las propias impresiones: no vayamos a incurrir en el
“wishful thinking” de
intentar recobrar la tranquilidad espiritual a costa de la objetividad.
Hace dos años, en septiembre del 2001,
en un breve comentario
critiqué la política del PSC y Maragall de buscar el pacto con ERC para llegar
al poder, dejándose conducir por las percepciones y objetivos de ésta.
Afirmé, en aquel momento, que esta estrategia conduciría a una bajada del PSC y
a un radicalismo inestable e insensato. Siento haber
acertado: las elecciones las ganó Mas, y esperen Vds. a marzo. Hace un año,
Maragall tenía una ventaja de diez puntos de intención de voto sobre Mas. En un año dilapidó un enorme capital político. Pero no
sólo él: también Rodríguez Zapatero está experimentando un proceso parecido. No
se puede estar improvisando dos meses antes de las elecciones con algo tan
importante como el modelo de Estado, cambiándolo de un día para otro a impulsos
del liderazgo errático de Maragall o de las necesidades de satisfacer el tarugismo de ERC o su líder. El que juega con fuego se quema,
que es lo que le está sucediendo a Zapatero. Este es el primer referente
empírico que me falla.
¿Cómo es posible que un partido
socialista acepte el principio ---análogo al de la “Liga Norte”
italiana--- de aproximar la balanza fiscal de Cataluña a la
privilegiada del País Vasco? ¿No debería pensarse como socialista en seguir el
proceso contrario, de aproximar a Euskadi a la equidad con respecto al resto de
España, al ritmo que sea posible? Este es otro referente empírico que me falla.
Un partido socialista no se puede fijar objetivos antisocialistas
sin pagarlo y quemarse en el empeño.
En Cataluña debe haber mucho votante
socialista que se sienta estafado por el PSC: ¿a qué nivel de demencia e
irresponsabilidad responde el equilibrio gubernamental consolidado en el
Gobierno de la Generalitat, con un “Conseller en cap” de un partido que posee el 16% de los votos? Esta
aberración no es posible que dure mucho, pero se habrán malgastado un tiempo y
un capital político preciosos, poniendo en bandeja además a ERC un grupo de consellerías clave para la creación de hegemonía en
Cataluña.
Pero además uno se pregunta: ¿qué pasa
con los capitanes del PSC? ¿Son meros gestores locales sin capacidad para el
liderazgo?¿o es que la ambición de poder les ha robado
el alma? Montilla parece una persona serena, coherente y firme, pero estos días
me he llevado la gran sorpresa de oírle decir, como si fuera un Mas más,
que se había acabado el “café para todos”. ¿Será que la mezcla con la cúpula
nacionalista del PSC les ha sorbido el seso? ¿O será que se creen obligados a
salvar al partido del desastre de las elecciones a costa de los principios? Si
es así, se equivocan. Y a más errores, más desastre.
Alguien me decía recientemente que
aumentando las ventajas sociales de las clases populares se podría conseguir
que aceptaran un programa nacionalista radical, y que ahí estaba
el futuro de ERC y el éxito potencial del tripartito. Yo le contesté que no
creía que el cinismo pudiera borrar la memoria y la identidad en el espíritu
del pueblo. Ese referente empírico es el que no estoy dispuesto a perder. Si
así fuera, entonces sí que eso constituiría una gran derrota moral y política
para el país, la democracia y el socialismo.
Me llama la atención el asunto reciente
de la encuesta en la página web del PSOE, en la que gran parte de los que
responden lo hacen a favor de la visión de un buen gobierno del PP en la última
legislatura.
También parece significativo un muy
interesante artículo de Tezanos en la revista
“Temas”, en el que indica que a pesar de que crece una orientación hacia la
izquierda en la opinión pública española, dicha corriente no es aprovechada por
el PSOE para incrementar sus apoyos.
Intentemos conectar todos estos datos y
elaborar hipótesis: el PSOE lleva casi cuatro años con una nueva dirección que
no ha sido capaz de construir e interiorizar una alternativa ni difundirla en
la sociedad. Se limitan a llevarle la contraria al PP y a descalificarlo con
imágenes y frases obsoletas, sin percibir la radical novedad existente en el
país, consistente en la consolidación de una derecha renovada que actúa
en el marco democrático y además tiene éxito en políticas relevantes para el
bienestar y la seguridad de los ciudadanos.
La dirección del PSOE tampoco es capaz
de entender la evolución de los nacionalismos periféricos, que radicalizan su
mensaje una vez alcanzados todos los objetivos posibles en el marco del Estado
autonómico.
Y ya no hablemos de la incapacidad de
la dirección del PSOE para evaluar la política internacional. Eso ya lo he
comentado suficiente tiempo durante este año pasado.
En síntesis, la dirección del PSOE
manifiesta una clara ineptitud para presentar una alternativa en positivo a las
políticas del PP, carece de liderazgo firme y el núcleo de su estrategia de
base consiste en enfrentarse sistemáticamente al PP y a sus políticas,
intentando desgastarlo en todos los frentes y deteriorando, objetivamente, la
capacidad del gobierno de España. Ese es el otro referente empírico que me
falla como ciudadano, y que alcanza proporciones de desastre apocalíptico en mi
percepción, a partir del momento en que, con el fin de desbancar al PP, se
intenta consolidar una coalición gubernamental de debilidades reforzadas, a fin
de alcanzar el poder con un potpurri populista que
puede hacer trizas la estabilidad económica y política del país, y echar por la
borda la primera oportunidad de nuestra historia moderna de crear una
democracia consolidada y fuerte.
La irresponsabilidad es enorme, y eso
explica el desapego de muchos socialistas y ciudadanos hacia el PSOE actual, lo
que puede llevar a la consecuencia macropolítica inintencional de una victoria aplastante del PP que
desborde con mucho la mayoría absoluta. Lo cual no es beneficioso para el país.
Pero sería mucho más perjudicial
un Gobierno encabezado por un PSOE con un liderazgo débil y una mayoría
parlamentaria escasa, en alianza con IU, ERC, PNV y BNG. Un Gobierno de esas
características sería algo así como una crisis política esquizofrénica global
del país, que lo conduciría a la parálisis y a una larga convalecencia nefasta.
Es cierto que se hace preciso finalizar
el desarrollo del Estado autonómico, pero ¿con qué equilibrio de fuerzas se
hará el cambio? ¿Con una coalición demencial de todos contra el PP? ¿Se bloqueará
el cambio como consecuencia de un PP apabullante y un PSOE deshecho? ¿No sería
mucho más positivo llegar a un pacto PP-PSOE en lo esencial antes de las
elecciones, a fin de evitar desequilibrios bruscos de la salud política del
país?
Algunas afirmaciones de Aznar, Rajoy,
Mayor Oreja y Elorriaga parecen indicar la convicción en la necesidad de
esperar a librar una batalla victoriosa en las elecciones antes de poner en
marcha algún tipo de pacto sobre el desarrollo del estado autonómico, si lo
consideraran necesario entonces. Pero dada la situación actual y su evolución,
¿no les parece que sería mucho más prudente iniciar ya la negociación, a fin de
evitar los escenarios nefastos de una mayoría insuficiente del PP y un Gobierno
demencial-populista, o bien una victoria aplastante del PP?
¿Queda tiempo para eso?
Quedaría tiempo si en el otro pilar de
la situación, el PSOE, se atisbaran movimientos de corrección del desastre
potencial. Pero el centro del partido socialista parece deshilachado, el guerrismo desconcertado y los líderes alternativos
bloqueados: Bono en Castilla-la Mancha sin escaño; Solana en la UE, sin escaño;
Borrell, cansado, y …¿hay alguien más por ahí?
En fin, termino, y concluyo
explicándome y explicándoles mi posición, que parece compartida por otros,
según diversos indicios ---Alberdi, encuesta PSOE, artículo de Tezanos, declaraciones de personalidades socialistas,
etc.---, y que se deriva de la peligrosidad del momento histórico que vivimos y
de la inanidad del PSOE ante esa situación.