ZAPATERO DEFIENDE A SUS PARÁSITOS

 

EDITORIAL  de “Libertad Digital” del 21/02/2004 

 

El principio del "horror al vacío", que dominó el estudio de las Ciencias Naturales hasta Newton, sigue, sin embargo, siendo válido en política. Del mismo modo que los estudiosos de las Ciencias Naturales de hace 200 años creían que los espacios vacíos eran inmediatamente ocupados por la materia circundante, los espacios políticos vacíos tienden a ser ocupados por las fuerzas políticas "circundantes". No obstante, y al igual que en la naturaleza, en política también son posibles –aunque transitoriamente– los espacios vacíos. Pero es preciso fabricarlos, rodeándolos de una campana de vacío y aplicándoles después una bomba succionadora.

 

Esto es, precisamente, lo que ha ocurrido en Cataluña con el electorado no nacionalista, especialmente el de izquierda. Tiene razón Maragall cuando afirma que el PSC no es el PSOE. Que el PSC es un partido diferente, con entidad y personalidad jurídica propia y que, por tanto, no sólo no acepta órdenes de Ferraz sino que las imparte en función de "su" cuota de votos. Pero no es menos cierto que el partido de Maragall tiene la relevancia que tiene precisamente porque aceptó ser la "franquicia" del PSOE en Cataluña. Porque aceptó en la transición ir más allá del limitado espacio político de la burguesía progre catalanista –el estrato social de donde procede Maragall– para representar a millones de catalanes de izquierda que se sienten españoles y que no desean aventuras políticas de las que, en el mejor de los casos, no obtendrían ningún provecho.

 

Por ello, no es exagerado afirmar que si Maragall se hubiera presentado a las elecciones sin el respaldo del PSOE apenas habría obtenido más votos que Carod-Rovira. Pero su ansia de poder corre pareja con su audacia, y ha logrado convencer a Zapatero –cuya ansia de poder corre pareja con su insensatez– de que sin el PSC el PSOE no es nada. Exactamente lo mismo que ha hecho con Maragall la Esquerra de Carod-Rovira. Cuando la realidad es, precisamente la contraria: Maragall es un fenómeno parasitario del PSOE, tanto como Carod-Rovira también aspira a serlo –y lo es– del PSOE a través del PSC.

 

Al igual que ocurre en el plano biológico, los parásitos políticos succionan a su víctima y le inoculan enfermedades hasta que la desvirtúan y la dejan exangüe. Después la abandonan para mudarse a un cuerpo más sano. Así, el PSOE de Zapatero se encuentra ante la disyuntiva de desprenderse de las sanguijuelas que le succionan el vigor político –aun a riesgo de sufrir alguna hemorragia coyuntural de poder y de votos– o convertirse, a su vez, en parásito para la estabilidad institucional, para las libertades democráticas y, por tanto, para el progreso y el bienestar de todos los españoles.

 

Confundir la simbiosis con el parasitismo es un grave error. Obstinarse en no ver la diferencia cuando se presentan las primeras enfermedades provocadas por el parásito es una insensatez. Pero culpar de los estragos del parásito a quienes procuran mantenerse libres de la infección, además de infame, es suicida. Los ciudadanos saben perfectamente cuál es la diferencia entre un pacto de gobierno dentro de las fronteras de la legalidad constitucional y el diktat de un partido antisistema que simpatiza con los fines y la estrategia de una banda terrorista. Y votarán en consecuencia, adjudicando el vacío político que deja el PSOE al único partido que hoy puede presentar proyecto sensato y libre de hipotecas.

 

Poco importa cuál sea el conseller en cap mientras que sea ERC la que dicte la política del PSC y del PSOE; del mismo modo que importa muy poco qué trompa utilice el parásito para succionar mientras siga succionando. Porque no hay nadie tan ingenuo que crea que Carod, el secretario general de ERC, sea una "anomalía política" en la izquierda independentista. Por mucho que se empeñen Maragall, Rubalcaba y Zapatero, reducido por su incapacidad y falta de firmeza al mero papel de vocero y comparsa de quienes le están succionando el poco vigor político que le queda.