ZAPATERO PAGA EN IRAK SU PRIMERA HIPOTECA

 

Editorial   de “Libertad Digital” del 22/05/2004

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

El viernes se consumaba uno de los episodios menos gloriosos en la brillante historia de la infantería más antigua del mundo. El último soldado del contingente español que participaba, junto a las fuerzas de la Coalición internacional, en la pacificación, reconstrucción y democratización de Irak, cruzaba la frontera con Kuwait a las tres de la tarde, hora española. Y lo hace pocos días después de que el Presidente del Consejo de Gobierno de Irak, Ezzedine Salim, fuera asesinado por Al Qaeda. Y en el momento en que, tras intensas negociaciones del gobierno español, el periodista de Radio Nacional, Fran Sevilla, previamente retenido por los fanáticos seguidores de Al Sadr –una de las facciones que aspiran a heredar, para sus propios fines teocráticos, la tiranía de Sadam–, era liberado

 

No cabe duda de que esta absurda espantada es el fruto podrido de los terribles atentados del 11-M. Pero, sobre todo, es consecuencia de la estrategia de intoxicación de masas y de desestabilización del anterior Gobierno que puso en marcha la extrema izquierda. Incapaz de presentar una alternativa de gobierno creíble, e incapaz de hacer una oposición constructiva y responsable, Zapatero se sumó gustoso a las pancartas y las algaradas callejeras organizadas por la extrema izquierda y coreadas unánimemente por nacionalistas, comunistas y artistas nostálgicos de la checa y del Gulag.

 

Por desgracia, han ganado todos aquellos para los que el antiamericanismo es religión y dogma de fe. Han ganado los que temen que sus fanatismos aldeanos queden eclipsados por una España que actúe con nombre propio en la escena internacional. No como comparsa, protectorado o colonia, sino como corresponde a una de las naciones más grandes, antiguas y respetables del mundo: apoyando responsablemente a sus aliados en la noble causa de garantizar la paz y la seguridad extendiendo los beneficios de la libertad, de la democracia y del Estado de Derecho a los pueblos que están privados de ellas.

 

Es pronto todavía para calcular las consecuencias de este grave error estratégico en la lucha contra el terrorismo. Pero, de momento, nada podrá evitar que la retirada de nuestras tropas sea interpretada como una gran victoria por los terroristas islámicos y, en general, por los enemigos de todo lo que representa Occidente. Nuestras tropas se han retirado cuando los iraquíes más nos necesitaban. Lo han hecho poco después de que uno de los oficiales de policía entrenados por nuestro Ejército –el mismo que rogó a Bono, junto con las autoridades locales iraquíes, que los soldados españoles no abandonaran Irak– fuera vilmente asesinado por fanáticos chiítas.

 

Es tan evidente que la retirada de nuestras tropas de Irak constituye un grave e innecesario error político y un acto de insolidaridad –cuando no de cobardía– para con el pueblo iraquí que ni Bono ni Zapatero se han molestado en repetir la cantinela de la guerra "injusta e ilegal". Se han limitado a decir que cumplían con una promesa electoral –una de las pocas que han cumplido, y además faltando a su palabra de esperar al 30 de junio– y a alegrarse por que la seguridad de los soldados españoles esté, por fin, garantizada... como si nuestros soldados no fueran profesionales que eligieron libremente su profesión, asumiendo los riesgos que ella implica, sino voluntarios de la Cruz Roja o de alguna otra ONG.

 

El prestigio y la credibilidad que España había ganado con gran esfuerzo en los últimos años quedarán dañados durante mucho tiempo. Pagaremos un alto precio por dar la espalda a nuestros aliados. Y, sobre todo, por haberlos abandonado cuando nuestra presencia en Irak era más necesaria; pues, naturalmente, el hueco que dejan nuestras tropas han tenido que cubrirlo las fuerzas de la Coalición. Porque, ni que decir tiene, los intentos de los terroristas por hacer fracasar la democracia en Irak no cesarán por que las fuerzas de la Coalición se retiren. Más bien todo lo contrario: como reconocía el propio Zapatero el pasado diciembre en el Congreso, la retirada sólo beneficiaría a quienes, por la fuerza de las armas y del terror, aspiran a sustituir a Sadam.

 

Zapatero ha pagado en Irak su primera hipoteca a los nacionalistas y a las fuerzas antisistema que le allanaron el camino a La Moncloa. El precio: desairar a EEUU, la única potencia del mundo que podía prestarnos ayuda en el caso de un conflicto con Marruecos –véase Perejil–, para suplicar la amistad de Francia y Alemania –que ya han empezado a devolvernos el "favor" en Europa– y para recibir los parabienes de "adalides" de la paz, de la democracia, de la libertad y del Derecho Internacional como Castro, Arafat y Chávez. Un "gran negocio", sin duda, que será redondo cuando Zapatero, de muy buen talante, se disponga a pagar el resto de sus hipotecas a Maragall, a Carod y a Ibarretxe.