¿TURQUÍA EN LA UE?
Editorial de "LA VANGUARDIA" del 30/06/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Han transcurrido más de 40 años desde que Turquía solicitó su ingreso en la
Unión Europea, así que toda prudencia es poca a la hora de analizar sus
posibilidades reales de adhesión en un horizonte temporal razonable, pero es
plausible que la cumbre de la OTAN de la que ha sido anfitrión estos días marque
un punto de no retorno en tan dilatado proceso.
No son tanto las expresiones retóricas de apoyo, que Ankara ha escuchado tantas
veces a lo largo de las últimas cuatro décadas, ni incluso el informe que la
Comisión Europea está preparando sobre los progresos políticos y económicos del
país, que podría llevar en diciembre al anuncio de una fecha para iniciar las
negociaciones de integración. Es más bien la sensación de que a la histórica
situación geoestratégica clave entre Europa y Asia y como miembro más oriental
de la OTAN se han venido a unir en los últimos tiempos dos circunstancias
ciertamente trascendentales. La primera fueron las elecciones generales del año
pasado, en las que los turcos no sólo jubilaron a la desacreditada clase
política de la última generación, sino que constituyeron el pistoletazo de
salida para una serie de reformas estructurales que, con la excusa de que son
imprescindibles para el ingreso en la UE, marcan probablemente el irreversible
compromiso de Turquía con la democracia parlamentaria y el definitivo regreso de
los militares turcos a sus cuarteles.
Pero es si cabe más importante la naturaleza de la fuerza política dominante en
el país desde los mencionados comicios, el islamismo moderado que representa el
primer ministro Tayyip Erdogan. La posibilidad de que el país se deslizara por
la senda de la teocracia islamista fue –junto al terrorismo– una de las grandes
coartadas de los uniformados para recortar una y otra vez libertades y derechos
en el país. En la medida que la religión profesada por la abrumadora mayoría de
la población turca y sus dirigentes no entre en conflicto con el avance y
consolidación del Estado de derecho, Turquía puede convertirse en un ejemplo
para toda la zona.
Aunque el presidente Bush fue amonestado por su homólogo francés, Jacques
Chirac, por volver a insistir en un tema que no es de su incumbencia –la
conveniencia de la integración de Turquía en la UE–, es evidente que estuvo en
lo cierto cuando afirmó ayer que esa adhesión contribuiría poderosamente a
desmontar el mito del choque de civilizaciones.