AZNAR Y EL BISOÑO ZAPATERO

 

  Artículo de Francisco Marhuenda  en “La Razón” del 28.08.2003

 

Es comprensible que Zapatero esté nervioso y crispado. Nada va como había previsto. Su instrumentalización de la catástrofe del Prestige y la guerra contra el dictador de Iraq se saldó con un sonoro fracaso en las municipales. Los estrategas de este efímero líder del PSOE interpretaron que la movilización de la izquierda sociológica lo era de toda la sociedad española. Con la bisoñez que le caracteriza y rodeado de «genios» de la talla de Pepín Blanco diseñó la estrategia de «la pancarta». A estas alturas nadie duda que el sucesor de Aznar en la presidencia del Gobierno será un dirigente del PP. La incógnita está en si tendrá mayoría absoluta, pero me permito aventurar que Zapatero, con aliados como Maragall y Elorza, lo está poniendo muy fácil.
   Cualquier cosa que dice Aznar, es convertida por algunos medios de comunicación y columnistas en «crispación». No ser de izquierdas parece ser una pesada lacra que hemos de llevar a cuestas los que no comulgamos con ese progresismo de salón. A estas alturas de la precampaña electoral y tras la basura que el PSOE ha intentado lanzar contra el PP, aunque sin éxito, en la Asamblea de Madrid resulta razonable que Aznar no está dispuesto a dar cuartel a su adversario.
   Los acontecimientos han demostrado que Zapatero era mejor para el PP que Bono. No da la talla y tiene un equipo de aficionados incapaz de jugar en primera división. Bono es sólido y correoso, por lo que hubiera podido ser una buen rival. Tenía, además, credibilidad para dominar el partido. Zapatero me provoca conmiseración por lo mal que lo hace y satisfacción por el revolcón que tendrá en las urnas.
   Aznar tiene razón al mostrar las incongruencias ideológicas de Zapatero. No tiene por qué ser una hermanita de la caridad e ignorar las inconsistencias de Maragall. Los líos que tiene el PSOE, ideológicos y organizativos, no sólo no son problema del PP sino que tiene la obligación de aprovecharlos para llegar a las generales en la mejor posición posible. Estas elecciones son fundamentales, porque la situación en el País Vasco y el riesgo de las propuestas soberanistas en Cataluña hacen necesario que el Gobierno esté en manos de un partido que defienda la pluralidad desde el modelo constitucional.