CARTA ABIERTA A RODRÍGUEZ ZAPATERO (I)
De Pío MOA en “La Razón” del 08.04.2003
Apelan usted y su partido, señor Rodríguez Zapatero, a las víctimas inocentes
como una razón fundamental para oponerse a la guerra contra Sadam Husein.
Lamento no poder creerle. Ha habido y hay otras guerras ahora mismo están
cayendo víctimas inocentes en Argelia, Colombia, Costa de Marfil y otros lugares
de África (con intervención, por cierto, del repentinamente pacifista Chirac),
en Chechenia (ídem de Putin), etcétera; los cristianos son masacrados con
frecuencia en Indonesia, Sudán, Nigeria... ¿No le interesan a usted esas
víctimas? ¿Dónde están sus pancartas, las banderas republicanas, las
movilizaciones por ellas? ¿Por qué esa diferencia?
Diferencia aún más sorprendente por cuanto el número de víctimas inocentes
(quiere decir civiles, supongo, ¿o son culpables los soldados?) en Iraq, es uno
de los más bajos que haya habido en contiendas de este tipo, pese a la enorme
potencia de fuego usada. Y lo es porque las tropas occidentales extreman las
precauciones para limitar tales bajas, aunque unos corresponsables y unos
políticos que no servirían mejor a la propaganda de Sadam si éste les pagase,
las magnifiquen, y repasen sin tregua ante los ciudadanos la imagen del horror
de los niños muertos o heridos. Diga, señor Zapatero, ¿no sabe usted cuántas de
estas víctimas se han producido y siguen produciéndose en tantas otras guerras,
en las cuales ningún contendiente suele mostrar el menor cuidado por los
civiles? ¿Por supuesto, sabe usted que el número es enormemente mayor! Pero no
parece importarle, quizá porque salen menos en televisión.
Y aún asombra más que usted se desentienda de las incontables víctimas
causadas por Sadam entre la población kurda y la chiíta, o entre la oposición
política iraquí, víctimas que aumentarían por miles si su tiranía prevaleciese.
Usted no se digna a hablar de ellas, fuera de condenas ocasionales, puramente
verbales y sin consecuencia alguna: ni pancartas, ni gritos, ni banderas ni
resoluciones. Sus seguidores no llaman asesino a Sadam. Reservan la acusación,
sin valor en su boca, a Bush o a Aznar. ¿Está usted de acuerdo con ellos?
Sea usted sincero: la diferencia de trato radica en que las muertes
producidas por las tropas occidentales le resultan a usted, o eso espera, muy
rentables políticamente, y no así las demás. ¿Qué otra razón explica esa
exaltación con respecto a las primeras, y el olvido, equivalente al desprecio,
de las restantes? Si hay otra razón, me gustaría oírsela.
Un segundo argumento empleado por usted es que se trata de una guerra ilegal,
al no haberla patrocinado la ONU. Pero también la intervención en Kosovo fue
ilegal desde ese punto de vista. Y el argumento suena extraño si recordamos que
la mayoría de los regímenes representados en la ONU son dictaduras más o menos
corruptas y sanguinarias. ¿De verdad pueden esos regímenes decidir la legalidad
internacional? ¿De verdad China, Rusia o Libia la defienden, y USA la ataca?
Pero la clave del problema no está en la formalidad de la decisión de la ONU,
sino en si esta guerra puede considerarse justa. Voy a concordar con usted un
poco. Tengo la impresión de que esta guerra no está plenamente justificada, de
que hay en ella cierta arrogancia y falso cálculo, y de que USA comprobará que
no es tan fuerte como pensaba. Pero de ahí a esas acusaciones hechas por sus
seguidores, señor Zapatero, tachando a Bush ¬y de pasada a Aznar¬ de «nazi»,
media un abismo. No estamos ante el totalitarismo nazi invadiendo a la
democrática y pacífica Holanda, sino ante una democracia atacando a un
totalitarismo. Y el argumento nos vuelve al principio: ¿no ha habido y hay
innumerables guerras mucho más injustas, en contra de las cuales no ha movido ni
mueve usted un dedo? ¿Por qué tanta pasión y desmesura en este caso? ¿Porque,
según dice usted, Aznar nos ha metido en él? Pero Aznar se ha limitado a apoyar
política y moralmente a Bush, y ha enviado una ayuda militar simbólica. Repito,
¿a qué esa histeria?
Además, al lado de los factores que hacen dudosa la justicia de este ataque,
hay otros muy poderosos a favor de él. El argumento de que Sadam no amenaza a
nadie es falso, pues si así ocurre se debe a las sanciones y amenazas de
invasión, no a acciones como las de Chirac o usted mismo. Y, señor Zapatero,
usted que exhibe tanta sensibilidad hacia las víctimas piense en los iraquíes,
cuyo país sufre limitaciones de soberanía intolerables y sanciones económicas
que les traen la miseria. ¿Cree usted que, después de doce años, debe proseguir
tal situación? Sólo hay dos salidas: derrocar a Sadam o dejarle consolidarse
como un tirano entre tantos... pero en una región crítica para intereses
fundamentales de Occidente. En realidad, esta guerra es sólo la segunda parte,
muy difícil de evitar, de la de hace doce años, entusiásticamente apoyada por su
partido, y que dejó la tarea a la mitad. Pero usted finge ignorar esta
evidencia.
La segunda salida, consolidar a Sadam, significa multiplicar las víctimas del
dictador, aumentar la inseguridad en Oriente Medio, y dar alas al
fundamentalismo y al terrorismo, que lo vería como una victoria decisiva sobre
las democracias. Permita a la razón colarse por los intersticios de la
demagogia, señor Zapatero: la única salida sensata es derrocar a Sadam.
Detenerse a mitad de camino, como usted pretende alocadamente, equivaldría a
infligir una tremenda derrota material y moral no sólo a USA, sino a todo
Occidente. Y Europa sería la primera en pagarlo.
Fíjese también en esto: la mayoría de las otras guerras sucede entre tiranos,
sin esperanza de que el triunfo de uno cambie nada para sus pueblos. La de Iraq,
en cualquier caso, resultará probablemente en la eliminación de una dictadura, y
muy peligrosa, como ha demostrado en el pasado. ¿Por qué, entonces, una
oposición tan desmesurada a una lucha previsiblemente beneficiosa para la paz y
la seguridad, quizá también para la libertad de la zona, y tan poca o nula
movilización frente a otras contiendas sin esperanza de mejora para ningún
pueblo?
En cuanto a mi postura como ciudadano español, considero a Suiza el ideal a
imitar: la neutralidad. No voy a explicarlo ahora, y no ignoro que esa política
exigiría algunos elementos básicos que nos faltan: confianza en nosotros mismos,
para empezar. Carentes de ellos, hemos «entrado en Europa», según afirman los
políticos con indecible y palurda ignorancia, y hemos entrado en la OTAN. Pues
bien, emprendida esa senda, en gran medida a impulso de su partido, señor
Zapatero, mucho me temo que tendremos que recorrerla hasta el final, salvo
sucesos imprevisibles. Y llegados ahí, el deber más elemental de España es la
solidaridad y la lealtad hacia sus aliados, y en particular hacia USA, de quien
depende globalmente la defensa de las democracias.
Si usted quiere oponer a este aserto la postura de Schröder y en especial la
de Chirac, le recomiendo que recuerde tres cosas: contra lo que dicen ustedes,
no han sido Aznar y Blair quienes han quedado aislados en Europa, sino aquéllos,
junto con los belgas. En segundo lugar, esos países, salvados del nazismo y del
comunismo por USA, a la que deben también el plan Marshall, motor de su
prosperidad, y miembros asimismo de la OTAN, debían haber sido los primeros en
apoyar, o al menos no torpedear, a sus salvadores. ¿O acaso pueden Francia y
Alemania defender a Europa? Si por ellas fuera, la guerra en la ex Yugoslavia
continuaría hoy, quizás ampliada: fue USA, tan insultada y zancadilleada ahora,
la que resolvió el problema. Y, en fin, lo que nosotros podemos esperar de París
quedó claro en la crisis de Perejil, por no hablar del larguísimo período de
protección al terrorismo nacionalista vasco, situación cambiada hace pocos años,
y no del todo. Eso, para que algunos de ustedes se dediquen a cantar la
marsellesa.
Lealtad no significa seguir a ciegas a Bush, y podría entenderse una
abstención crítica. Pero no esta oposición vocinglera, irrealista y soberbia,
tan cargada de resentimiento, tan favorable en la práctica a la dictadura
iraquí. Me cuesta creer que no perciba cómo están propiciando, usted, Chirac y
otros, la victoria del dictador Sadam y de los enemigos de nuestra libertad.