MUCHO MÁS NEFASTO DE LO QUE PARECE
Artículo de Pío Moa, escritor, en “La Razón” del 12/06/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
España iba convirtiéndose en un país serio, y ha vuelto a ser un país de
pandereta desde que, ante los atentados islamistas, una enorme chusma se dedicó
a llamar asesino al Gobierno que nos ha defendido de los terroristas ¬y, en
general, lo ha hecho mejor que cualquier Gobierno anterior¬, exculpando de este
modo a los verdaderos criminales. Es como si cuando el asesinato de Miguel Ángel
Blanco la gente hubiera reaccionado contra el Gobierno. Y uno hasta podría
preguntarse por qué en aquella ocasión no ocurrió así, dada la larga tradición
de solidaridad con el terrorismo por parte de la izquierdas, manifestada, entre
otras cosas, en la sucia consigna «Vosotros, fascistas, sois los terroristas».
Consigna cantada, todavía ahora, para encubrir a los asesinos; casi todos éstos,
qué casualidad, nacionalistas y de izquierda, a los que se han sumado ahora los
islamistas.
Utilizando como palanca la matanza de Madrid, la rencorosa y resabiada España
de pandereta ha dado el triunfo a un dirigente de pandereta. Lo más notable del
nuevo jefe del Gobierno es su casi perfecta vacuidad intelectual, acompañada de
una densa ignorancia de la historia, empezando por la de su propio partido.
Quien albergue alguna duda al respecto sólo tiene que repasar sus declaraciones
desde hace unos años, una repetición de los tópicos más bobos e insustanciales,
muy a menudo contradictorios, de la progresía. Zapatero es una sonrisa
estereotipada sin nada detrás. No es esto lo único grave y peligroso, pues
personajes así han gobernado muchas naciones, incluso grandes naciones, pero el
peligro disminuía si disponían de un equipo competente o mantenían hacia el
propio país y el trabajo de gobiernos anteriores el respeto elemental que salva
a muchos políticos tontos. Por desgracia, éste no es el caso. Zapatero ha
elegido un Gobierno y unos asesores tallados a su medida, y su frívola y
atrevida sandez ha quedado ya de relieve en una buena cantidad de decisiones
tomadas en pocos días, la más trascendental de todas, la retirada de las tropas
de Iraq. Como he oído en una intervención radiofónica, la política exterior
parece haber caído en manos de los Bardem, Trueba, Bosé y demás titiriteros
progres, de los cuales no se diferencia Zapatero en casi nada.
Zapatero no puede justificarse con el cumplimiento de su palabra electoral.
Para empezar, ha dado unas cuantas palabras. Dijo que retiraría las tropas en
junio, que consultaría a las Cortes, que revisaría su decisión si antes de esa
fecha la ONU intervenía con más peso, que le daba igual lo que dijera la ONU El
presidente actual tiene muchas palabras sobre las mismas cuestiones. Pero aunque
tal hubiera sido su promesa, la más elemental prudencia debiera haberle inducido
a repensarla. Debiera haber reflexionado sobre que retirar las tropas de Iraq
supone lisa y llanamente abandonar la reconstrucción del país y dejar a sus
gentes a merced de los terroristas y aspirantes a dictadores. Esto es un hecho
absolutamente evidente, por muchas que puedan ser las reticencias respecto de la
guerra anterior. La retirada española ha sido la mayor victoria que haya
obtenido hasta ahora Al Qaida en su guerra «de cuarta generación».
Siendo así, la retirada constituye una auténtica felonía, un acto criminal,
máxime si recordamos que los terroristas iraquíes son básicamente los mismos que
causaron la matanza de Madrid. Inevitablemente se viene a la cabeza la idea de
que Zapatero ha recompensado así a quienes le dieron la victoria electoral. El
PSOE ganó gracias a la matanza, y Al Qaida ha tenido un gran éxito gracias al
PSOE. Este hecho, con toda su cruda realidad, no obedece, desde luego, a un
pacto secreto entre ellos ¬al menos no hay indicio de tal cosa¬, pero sí a la
mencionada vacuidad intelectual de nuestro líder y su equipo. Tampoco sugiero
que éstos deseasen un triunfo del terrorismo, pero en el mundo real no cuentan
los deseos, sino los hechos. El camino del infierno, ya se sabe, está empedrado
de buenas intenciones.
Para colmo de la sandez, el gobierno ha realizado su felonía de la forma más
ofensiva y humillante hacia Usa, de modo absolutamente unilateral, sin dejar
resquicio siquiera a un acuerdo de la ONU. Como si quebrar la alianza que
intenta reconstruir Iraq y dar una bofetada a la mayor potencia del mundo fueran
cosas sin la menor trascendencia. Zapatero y los suyos han actuado como unos
completas e irresponsables idiotas, como adolescentes trastornados por las
habituales necedades progres, sin el rastro de prudencia que suele traer la
edad. Es inaudito, realmente. Las consecuencias de la bofetada de este
mequetrefe podemos pagarlas muy caras todos los españoles, y algo de eso
empezamos a percibir en relación con Marruecos, nuestra única amenaza externa
aparte del terrorismo islámico que casualmente nos llega también de ese país.
Para defenderse, Zapatero se ha envuelto en la bandera del europeísmo, de ese
europeísmo incapaz de cortar la guerra en su propio territorio, la gangrena
yugoslava, curada al fin por la superpotencia (¡seguro
que lo hizo por el petróleo!) a la que ahora cree poder insultar impunemente
este bobalicón y su fantochesco Gobierno. Por ese europeísmo de pandereta,
nuestros dirigentes están dispuestos a traicionar los más elementales intereses
españoles, o a doblar el espinazo ante personajes como Giscard d Estaing, el
padre de la Constitución europea, antiguo protector de la ETA y de personajes
como el emperador antropófago Bokassa. Algo muy indicativo de la realidad de
esta Europa no tanto vieja como senil.
La vaciedad intelectual de Zapatero se acompaña de ambición y falta de
escrúpulos, de una habilidad para pervertir el lenguaje y cambiar el sentido de
las palabras, desvinculándolo de los actos, y eso aumenta su peligro. Dejo para
otra ocasión sus proyectos disgregadores de España («generosidad» los llama el
personaje). La historia del PSOE ha constituido una auténtica plaga para España,
y al parecer no hay posibilidad de enmienda. ¿No existen en su seno otros
personajes que los que vemos? Si los hay, se hacen notar poco, y en todo caso
han llevado tradicionalmente las de perder dentro del partido. Besteiro fue el
gran ejemplo. Creo sinceramente que ha caído sobre nuestro país una auténtica
calamidad, capaz de retrotraernos a convulsiones que creíamos superadas, y no
debiéramos dejar de planteárnoslo.