LOS ÁRABES Y EL FUTURO DE
LA CRISIS IRAQUÍ
Artículo
de A.
Monem Said en “La Vanguardia” del 30-3-03
Con un breve comentario al final (L. B.-B.)
LA BRECHA ENTRE los países árabes moderados
y EE.UU. no es menor que la que hay con respecto a Europa
LAS
INTENCIONES turcas en el norte ponen en peligro las de EE.UU. de mantener la
unidad de Iraq
NO
HAY UN PAPEL claro para la oposición iraquí en los actuales planes
estadounidenses hasta dentro de dos años
A. MONEM SAID es director del Centro Al Ahram
de Estudios Estratégicos y Políticos de El Cairo (Egipto)
Al
final ha estallado la tan esperada guerra estadounidense en Iraq. El
desasosiego del mundo árabe ante la discutible legitimidad de la acción
militar, compartido por muchos europeos y muchos países del mundo, se ha visto
sustituido por los temores ante el presente y el futuro. Es evidente que la
respuesta a esta guerra variará en cada país árabe; sin embargo, la mayoría de
los árabes y los estados moderados aliados de EE.UU. experimentarán graves
dificultades con el enfoque estadounidense global a los problemas de Oriente
Próximo. Las diferencias pueden resumirse en cuatro puntos.
En primer lugar, el enfoque estadounidense ha compartimentado la problemática
de la región en cuestiones separadas: Iraq, Irán, los palestinos y los
israelíes, el fundamentalismo y el terrorismo. Para un árabe, todas esas
cuestiones están relacionadas. Oriente Próximo es una única región estratégica
en la que todos los problemas tienen un elevado grado de interdependencia. Las
prioridades deberían establecerse sobre la base de los mayores efectos
indirectos sobre el bien de todos. No es el caso de Iraq.
Lo más probable es que toda la región vea empeorar su situación: el conflicto
árabe-israelí se agravará, el nivel de terrorismo y fundamentalismo en la zona
se incrementará, y los regímenes y las ideas radicales saldrán reforzados. Por
ahora, la paradoja de los árabes moderados es que una abrumadora victoria de
Estados Unidos hará que los planes para “reformar” la región tengan efectos muy
desestabilizadores para los sistemas políticos árabes. Y lo contrario no deja
de ser menos cierto. Una guerra prolongada y llena de dificultades y
“resistencia” alentará a todos los radicales que desean repetir las
experiencias de Vietnam o de Hezbollá en Líbano, o
una letal combinación de ambas.
En segundo lugar y de forma muy relacionada con lo anterior, los árabes no
están de acuerdo con el escenario estadounidense “optimista” en relación con
Iraq. Según este guión los acontecimientos serán los siguientes: EE.UU. lleva a
cabo una operación militar; los iraquíes acogen como liberadores a los
soldados, tal como ha declarado su presidente; al cabo de tres o cuatro
semanas, Saddam y sus secuaces son derrocados; se instala un régimen democrático;
aproximadamente un años después, Iraq se convierte en un deslumbrante ejemplo
de país próspero y democrático. La posición árabe es diferente. Iraq no es
Alemania. El derrocamiento de Saddam Hussein y su régimen no es el final de la
intervención. Es más bien el principio. Algunos iraquíes percibirán a los
estadounidenses como nuevos colonialistas que han acudido a invadirlos. Las
diferentes facciones y grupos étnicos iraquíes aprovecharán para ajustar
cuentas. Iraq se sumirá en el caos. Turquía e Irán intervendrán. Los frágiles
países del Mashreq y el Golfo se verán negativamente
afectados. El conflicto árabe-israelí entrará en un periodo de gran
incertidumbre, mientras las llamas de la violencia y el fundamentalismo se
extienden más allá de las fronteras nacionales.
Los países árabes tienen serios problemas con los actuales planes
estadounidenses acerca del futuro de Iraq tal como los presentaron el 11 de
febrero ante el comité de Relaciones Exteriores del Senado Marc Grossman,
subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, y Douglas J. Feith, subsecretario de Defensa para Políticas.
a) No hay sede de la soberanía en Iraq. Iraq es un Estado que forma parte del
sistema internacional desde 1932 y como tal está representado en todos los
foros internacionales como la ONU, la Liga Árabe, los Países No Alineados y la
Conferencia de Estados Islámicos. Un dominio militar estadounidense carece de
legitimidad legal o política y no puede representar a esa entidad
internacional. Los iraquíes no aceptarán dejar en suspenso su Estado durante
dos años ni ser gobernados por un general estadounidense.
b) Los planes estadounidenses para el cambio en Iraq, o en la región, no tienen
en cuenta las relaciones sociales ni la interrelación entre religión y Estado.
Cualquier imposición estadounidense de valores (y, de modo muy particular, en
relación con los derechos de las mujeres) tendrá resultados explosivos.
c) No hay un papel claro para la oposición iraquí en los actuales planes
estadounidenses. Aunque es comprensible que EE.UU. intente tener en cuenta las
sensibilidades étnicas y religiosas, la exclusión de la oposición iraquí hasta
la tercera fase, dentro de dos años, creará un vacío político que será
aprovechado por las fuerzas fundamentalistas bajo la bandera de la resistencia
a la nueva ocupación colonial. Estas fuerzas ya se están movilizando en el
norte y en el sur de Iraq.
d) El mundo árabe e Iraq tampoco aceptarán una ocupación iraquí indefinida. No
resulta convincente la declaración estadounidense de que las tropas
permanecerán en Iraq hasta cumplir su misión y ni un día más. Sin un calendario
que defina con claridad una fecha para el final de la ocupación, arraigará con
fuerza el nuevo argumento anticolonialista.
e) Esto es particularmente cierto ahora que la credibilidad moral
estadounidense se halla en su punto más bajo debido a la posición de este país
en el “mapa de ruta” para la resolución del conflicto árabe-israelí y a la
declaración de Bush de que Sharon es un hombre de paz en el preciso momento en
que se dedicaba a aplastar niños y estructuras civiles palestinas.
f) También es particularmente cierto en la medida en que los planes
estadounidenses para un cambio democrático carecen de definición. No basta con
afirmar que Estados Unidos se esforzará por conseguir un Iraq democrático y
federal. EE.UU. tiene que mostrarse mucho más claro sobre ese gobierno que debe
garantizar los derechos democráticos y mantener intacta la integridad
territorial iraquí. No es una tarea fácil, pero es necesaria.
g) EE.UU. ha declarado que mantendrá la unidad de Iraq. Sin embargo, al mismo
tiempo ha solicitado un importante papel de Turquía en la operación. Las
intenciones turcas en el norte de Iraq y en relación con la cuestión kurda
podrían poner en peligro las nobles intenciones estadounidenses.
En tercer lugar, los estadounidenses ven la guerra en Iraq como parte de su
guerra mundial contra el terrorismo. En ausencia de pruebas claras sobre las
supuestas vinculaciones entre Saddam Hussein y Al Qaeda, los árabes no lo ven
así. Creen más bien que la campaña iraquí es una distracción de la “guerra
contra el terror”. Iraq es un país muy debilitado y es incapaz de amenazar a
otros países de la región. El terrorismo, en cambio, sigue siendo una
importante amenaza para la estabilidad de Oriente Próximo. Al atacar Iraq,
EE.UU. está avivando el terrorismo y huye de una guerra muy compleja y
prolongada para pasar a una guerra clásica donde encuentra una capital que
bombardear, un régimen que derrocar y armas que desmantelar. El terrorismo es
algo totalmente diferente, con unas dimensiones socioeconómicas que exigen
desesperantemente paciencia y tiempo.
En cuarto lugar, deben reforzarse los lazos entre EE.UU. y los principales
estados árabes y los árabes moderados por el bien de la estabilidad de Oriente
Próximo. Esos lazos funcionaron durante la guerra fría para desbaratar la
expansión del comunismo, frenar la oleada revolucionaria islámica iraní y
acabar con las ambiciones de Saddam en 1991. Ahora parece que la principal fuente
de inestabilidad en la región sean los propios EE.UU., con su avance militar en
Iraq, su política de aparcar la paz árabe-israelí, permitir carta blanca a
Sharon e incluso insinuar un radical programa de cambio en la región sin crear
un consenso estratégico. La brecha existente en este sentido entre los países
árabes moderados y EE.UU. no es menor que la existente con respecto a Europa. Y
si esta última expresa el nuevo unilateralismo de Washington en los asuntos
mundiales, la primera señala su encarnación regional en Oriente Próximo.
Traducción: Juan Gabriel López Guix
BREVE COMENTARIO (L. B.-B.)
Emprendo este comentario con el "puzzle"
todavía incompleto. Parece que tengo todas las piezas pero he de encajarlas.
¿Cómo será el Irak posterior a Saddam? ¿tienen
claramente diseñada una estrategia los miembros de la coalición
anglo-norteamericana? ¿cuál es la estrategia de Saddam
después de su derrota militar (ANDER)?¿cómo
será la transición?
Para intentar elaborar posibles hipótesis de respuesta a estas
preguntas creo que habría que plantearse en primer lugar los riesgos, peligros
y dificultades que se derivarán de la situación a comienzos de la transición y,
a partir de ahí, imaginarse respuestas, estrategias y soluciones.
Una primera cuestión a tener en cuenta es la trascendencia para
todo Oriente Próximo y el mundo islámico de lo que está sucediendo e irá a
suceder posteriormente. Por tanto, el influjo de variables externas
(terrorismo, fundamentalismo, reacción de los gobiernos y pueblos árabes,
proceso político israelo-palestino) sobre la
transición iraquí va a ser muy intenso, como se está empezando a vislumbrar ya
ahora. Posiblemente, la mayor parte de las variables externas sean de
naturaleza hostil, orientadas a hacer embarrancar el proceso de transición.
Un segundo peligro, de naturaleza todavía imprevisible, es el grado
en que se van a producir fracturas y revanchas étnicas y religiosas entre los
grupos iraquíes (kurdos, chiítas y sunníes).
El tercer peligro todavía inconmensurable es el de la fuerza que
pueda tener el fundamentalismo, y los riesgos que ello implica para una
estrategia de construcción de la democracia, que podría verse desbaratada
desde el interior si la fobia antioccidental islámica cuaja en sectores
amplios de la población.
El cuarto peligro residirá en la fuerza que puedan alcanzar los
grupos pro Saddam y guerrilleros que se formen y, en consecuencia, qué grado y
ritmo de liberalización se podrá imponer.
Una dificultad de gran envergadura es la de qué habrá que hacer con
las estructuras del régimen de Hussein: ejército, Administración y miembros del
Baas. ¿Hasta qué nivel habrá que exigir
responsabilidades penales y políticas y qué grado de desarticulación habrá que
imponer a las dos primeras estructuras? ¿Cómo se podrán reconstruir?
Una segunda gran dificultad, igualmente, será la reconstrucción del
país y la ayuda humanitaria a la población durante los primeros tiempos. La ONU
y la UE deberían jugar un papel muy activo en estas tareas.
Estas parecen ser las piezas del "puzzle".
¿Cómo articularlas?
Los peligros de desintegración y lucha contra los residuos del
régimen de Hussein parecen exigir un tiempo de control militar de la
situación por parte de la coalición. Pero eso puede conducir al incremento de
la fobia y la deslegitimación por parte del mundo árabe. Por tanto, habría que
complementar la necesidad de una autoridad militar fuerte en los primeros
momentos, para mantener el orden e iniciar la "desbaazificación",
con fuertes inyecciones de legitimidad, que podrían ser aportadas por un
mandato de las NNUU ---incluidos los países árabes, por supuesto--- y la
participación de la oposición iraquí en el gobierno y la Administración.
Administración, por otra parte, que podría ser complementada por la
financiación de la reconstrucción y la participación temporal, a todos los
niveles administrativos, de organismos de asesoramiento y gestión de los países
de la UE reconciliados y de las NNUU.
Existe un problema de una gran importancia, que es el de la
meta del cambio de régimen y el ritmo y secuencia del mismo. ¿Es posible la
democracia a partir de una situación tan difícil?
Ese podría ser el objetivo, pero habría que ir tanteando con mucha
cautela su viabilidad en una secuencia de procesos de transición en los
diversos niveles de la sociedad, comenzando por la liberalización de los medios
de comunicación; la creación de asociaciones y grupos de las más variada índole
que fortalecieran el pluralismo; la aplicación de políticas sociales intensas
que reduzcan una posible influencia de los fundamentalismos; la realización de
elecciones municipales, y la democratización definitiva de las instituciones
políticas, administrativas y militares, en el plazo que parezca más
conveniente, a partir de la experiencia que se vaya desarrollando sobre la
marcha.
Las zonas oscuras de un modelo como el que acabo de diseñar se
encuentran en cuál ha de ser el papel de las NNUU y qué nivel de integración,
prudencia, pragmatismo y reconciliación se podrá conseguir entre la oposición
iraquí.
Por último, existe una incógnita relacionada con el papel de las
NNUU y de la UE: ¿se podrá soldar la brecha abierta en estos organismos?¿Se podrá seguir manteniendo un papel decisorio relevante
para el Consejo de Seguridad ---el actual o uno reformado--- en la resolución
de los conflictos que se avecinan?
Sobre estas y otras incógnitas habrá que ir reflexionando, con
prisa y sin pausa. ¡Buff!