PSICOLOGÍA DEL CONTRATERRORISMO
Artículo de Andrés MONTERO GÓMEZ, presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia, en “La Razón” del 02/07/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Lo ha escrito Walter Laqueur, director del prestigioso Instituto de Estudios
Estratégicos de Washington. En la cultura de los servicios de inteligencia debe
operarse un cambio psicológico que introduzca la innovación y el atrevimiento,
desbancando a la burocracia y a la rutina. Laqueur es un especialista en el
holocausto judío y sus ensayos han producido excelentes volúmenes sobre
fanatismo y terrorismo. Las pesquisas posteriores al 11-S en los EE UU han
confirmado la imprevisión de los servicios de inteligencia acerca de la
naturaleza y del comportamiento de la amenaza terrorista. También revelaron que
las capacidades de análisis de los servicios de inteligencia sobre los elementos
informativos presentes en el entorno estaban comprometidas. Imprevisión,
precaria gestión de las fuentes humanas de información y análisis e
interpretación de información a un nivel de parvulario. España dispone de unos
excelentes servicios contraterroristas. En numerosos esquemas operativos,
sobresalientes. Geniales en algunas planificaciones estratégicas. Tenemos
problemas de integración de los diferentes elementos de inteligencia en un
verdadero esquema nacional, igual que en otros países. El CNI se habla poco con
los servicios de información de las Fuerzas de Seguridad del Estado. En las
naciones de nuestro entorno ocurre algo similar entre diversas instituciones de
inteligencia, aunque hay casos peores que el nuestro y también mejores. Sin
embargo, el principal obstáculo de la inteligencia de este período de
globalización no es estructural, sino, como apunta lúcidamente Laqueur,
cultural. El nuevo terrorismo reclama una nueva cultura de inteligencia, una
nueva psicología contraterrorista. La cultura institucional o personalidad
corporativa determina el comportamiento de las organizaciones. Igual que la
personalidad individual marca la conducta del ser humano. La orientación de los
servicios de información de las fuerzas de seguridad está muy influida por la
identidad policial de sus miembros. Por lo que respecta al CNI, predomina una
cultura militar heredada de sus organizaciones matrices, desde el SECED de
Carrero Blanco hasta el reciente CESID, aun a pesar de la entrada entre sus
directivos de personal civil universitario. Gran parte de estos cuadros civiles
asimilan los estilos comportamentales que empapan la personalidad organizacional
en la que se integran. Pues bien, la identidad policial o militar de los agentes
de inteligencia contraterrorista no es negativa, pero imprime ciertos
condicionantes.
En primera instancia, una mezcla de código moral, jerarquización y sentido de
la obediencia que conforman la propia identidad grupal de la que participan la
mayoría de los agentes contraterroristas. En todas las organizaciones existen
responsables directivos y supervisores que gobiernan a personal subordinado. Es
cierto e indispensable. Sin embargo, en la comunidad contraterrorista la
relación entre jefe y subalterno está sobredimensionada hacia la dependencia,
atrofiada hacia el hiperconservadurismo. De esta manera, la personalidad
corporativa imprime falta de iniciativa e innovación, conformismo y tendencia al
paternalismo, al bloqueo, a la búsqueda constante de aprobación. Penaliza la
divergencia, el pensamiento alternativo y la creatividad. El modelo interno de
dependencia piramidal es positivo para el mantenimiento y la cohesión de la
organización policial. Hay que mantenerlo y defenderlo. En cambio, en el ámbito
contraterrorista debería ser posible combinarlo con la gestión de fenómenos que
requieren estilos de pensamiento dinámicos y disidentes.
Otra cuestión, presente en la comunidad de inteligencia en medida variable,
es la rigidez en el razonamiento analítico. Esta rigidez se nutre de tres
tapones, uno estructural, otro metodológico y un último procedimental. El
estructural procede de una estructura muy burocratizada. El formato del sistema
absorbe cualquier desviación. Excesiva protocolización, formas estereotipadas
sin concesiones imaginativas y preponderancia de las formas en detrimento de la
creatividad de contenidos. Innumerables informes se redactan tomando como
plantilla otros anteriores. Es la práctica habitual. Anticiparse al terrorismo
requiere capacidad de proyectar escenarios, de ruptura, de manejar con soltura
el pensamiento divergente. De nuevo, otra vía en que la cultura institucional de
los servicios de inteligencia sanciona la creatividad en beneficio de la
burocracia.
El obstáculo metodológico procede de una deficiente especialización en
herramientas de procesamiento analítico de la información. Aunque parezca
sorprendente, los centros de conocimiento por excelencia, institutos de
investigación o universidad no transfieren con el dinamismo deseable todo el
saber instrumental sobre herramientas para pensar, para extraer conclusiones.
Son pocos los analistas de contraterrorismo capaces de extraer hipótesis y
conclusiones como si fueran científicos. Se trata de una orientación cultural no
demasiado bien vista por la personalidad institucional. Progresivamente se están
abriendo puentes de comunicación entre ambos mundos, pero continúan lentos y
desconfiados.
En cuanto al tapón procedimental, que intima con la identidad policial de la
mayoría de los analistas, está imbricado en la excesiva dependencia de los
hechos a la hora de interpretar la realidad. La dependencia de los hechos es el
eje medular, sin duda, de las investigaciones policiales. Lo que ocurre es que
esta dependencia se ha alojado en la personalidad grupal de los servicios
contraterroristas de manera que a sus analistas les provoca verdadero pánico
razonar, y mucho más hablar, en términos de probabilidad de ocurrencia. El
grueso de los análisis se detienen en cuanto el especialista que los redacta se
encuentra ante escenarios cargados de incertidumbre. El analista no se atreverá
a extraer conclusiones y, probablemente si en una pulsión de osadía lo hace, no
encontrará los medios para transmitir con eficacia el escenario a sus
superiores.
La personalidad organizacional de los servicios contraterroristas es un
lastre que se corresponde mal con la innovación inherente al terrorismo global.
La solución no pasa por fracturar la actual personalidad. Como bien saben los
psicólogos, la personalidad es una estructura estable complicada de modificar.
La alternativa vendría de introducir, en el interior mismo de los servicios de
inteligencia, mecanismos de corrección para compensar las derivas
contraproducentes que pudieran tener esas personalidades organizacionales para
el manejo de escenarios de cambio e incertidumbre elevados. Una propuesta
interesante es la institución de equipos creativos, dotados de alta
funcionalidad interpretativa y prospectiva, en los servicios de inteligencia.
Estructuralmente no serían nada costosos. Media docena de personas adscritas a
los directores de inteligencia en cada una de las instituciones. Habilitación
máxima de seguridad y acceso a toda la información operativa y de inteligencia.
Perfecta interiorización de la cultura de su propia organización y conocimiento
enciclopédico e íntimo del fenómeno terrorista. Capacitación especializada en
todo tipo de análisis, técnicas de razonamiento, de control de sesgos, de
interpretación de realidades complejas, de construcción de escenarios
prospectivos. Dentro de esos equipos, la innovación y pensar sobre lo
«aparentemente» imposible estarían incentivados. El control sobre la excesiva
teorización que, a modo de efecto colateral, pudieran generar esos equipos
debería caer bajo la supervisión de un alto directivo tan preparado en esas
técnicas como los propios analistas, pero además dotado de un pulso de sensatez
que espero no sea quimérico encontrar. Tres por seis, dieciocho personas
dedicadas a pensar sobre terrorismo de esa manera. Un complemento adicional a
los resultados clásicos de la personalidad institucional, que se han revelado
muy eficaces hasta ahora, aunque limitados cuando nos encontramos con escenarios
extremos. Extremos como el 11-M o lo que está por llegar.