LA ALTERNATIVA SE LLAMA ESPAÑA

José María Muguruza, Abogado, en "El Correo" del 5-10-02

La rapidez con que se suceden los acontecimientos en la política vasca nos hace a veces correr el riesgo de perder la perspectiva en el análisis de la situación en que nos encontramos, y es conveniente de vez en cuando serenar el ánimo, levantar la vista y buscar las corrientes de fondo que mueven esas aguas turbulentas en las que nos vemos obligados a nadar.

Es evidente la determinación y el progreso de los poderes del Estado en la lucha antiterrorista, objetivo prioritario para todo demócrata de bien, lo que nos llena de satisfacción y de ánimo a todos los que deseamos, por encima de cualquier otro objetivo político, la recuperación de la libertad para toda la sociedad vasca, una parte de la cual no puede disfrutar de tan preciado y elemental derecho.

Y es igualmente evidente la actitud de falta de la colaboración exigible e, incluso, de obstruccionismo en ocasiones, por parte de los partidos nacionalistas y del Gobierno vasco que, en un rechazable ejemplo de insolidaridad y de perversión democrática, anteponen el progreso de su proyecto político al respeto de los derechos y libertades de quienes no lo comparten.

La última muestra la tenemos en la propuesta que el lehendakari Ibarretxe presentó al Parlamento vasco el pasado día 27 de septiembre, que no contenía ninguna medida concreta para participar en la ofensiva que los poderes del Estado vienen desarrollando contra ETA, ratificando su oposición a las últimas iniciativas adoptadas y, en cambio, sí desarrollaba su proyecto político con toda minuciosidad.

Durante estos últimos días, se ha hablado y escrito mucho de este proyecto, por lo que no me voy a extender demasiado sobre él, aunque sí quiero hacer dos reflexiones.

La primera de ellas es que nada se sale del guión, puesto que desde el año 1998 los nacionalistas entraron en una deriva convergente con los objetivos de ETA, aunque a la organización terrorista sigan sin satisfacerle los ritmos. Quizá la única novedad haya sido el modelo adoptado, ya que después de oír hablar de muchos ejemplos como Irlanda o Quebec, ahora hemos ido a parar nada menos que a Puerto Rico, aunque supongo que estarán pensando en un Estado Libre Asociado cuyos ciudadanos gocen de una condición bien diferente a los portorriqueños.

Y la segunda, no nos confundamos ni nos dejemos confundir, es que la propuesta del lehendakari es abiertamente rupturista. Sin entrar al análisis completo del documento, lo que sería imposible en un artículo periodístico, sí quiero poner de manifiesto que este carácter rupturista se manifiesta con evidencia en dos ocasiones.

En primer lugar, cuando se expresa la decisión de asumir de forma unilateral determinadas competencias descontando su coste del Cupo, contraviniendo así el pactado hace pocos meses y el sistema convenido de transferencia de competencias.
Y en segundo lugar, cuando después de hablar de un Nuevo Pacto Político con el Estado, se explica su proceso de elaboración. Este proceso, como todos los que protagoniza el Partido Nacionalista Vasco, es complejísimo, pero se desarrolla en su integridad en el ámbito vasco, controlado por supuesto por ellos, hasta llegar a un texto articulado que se someterá a la aprobación del Parlamento vasco. Una vez producida esta aprobación, se presentará al Estado para tratar de llegar al Pacto que, en caso de producirse, se sometería a referéndum en el País Vasco, pero bien entendido, y esto es lo importante, que si el acuerdo no se produjere, el acuerdo del Parlamento vasco sería igualmente objeto de referéndum para su aprobación por la sociedad vasca.

Es decir, que si el Estado muestra su conformidad al proyecto bien, y si no, también.

A mi juicio, esto está muy claro: no se trata de una oferta de pacto, sino de un trágala, de una declaración de ruptura. Y a partir de esta conclusión, debemos iniciar nuestra reflexión para el futuro.

No hace falta ser muy lince para adivinar que los poderes del Estado reaccionarán en la forma adecuada para evitar en todo momento actuaciones contrarias a la legalidad vigente, lo que aumentará la tensión y producirá situaciones complicadas, que hemos de afrontar como un paso necesario para llegar a desmontar un proyecto que sólo puede llevarnos a enfrentamientos con todo nuestro entorno y entre nosotros mismos.

Pero yo no me resigno a aceptar que esto sea únicamente una confrontación entre el nacionalismo vasco y los poderes del Estado. Creo que la sociedad vasca, los constitucionalistas de la sociedad vasca, debemos protagonizar y fortalecer nuestra propia alternativa.

En este momento, los vascos tenemos ante nosotros dos proyectos políticos en confrontación. El de los nacionalistas, que se llama independencia o, en versión PNV, Puerto Rico, y el de los constitucionalistas, que se llama, hay que decirlo sin complejos, España, España y Estatuto de Gernika.

No voy a reiterar en este artículo el futuro que nos depara el proyecto nacionalista, que nos lleva a una vida cuajada de enfrentamientos, puesto que creo que ya se ha dicho y se está diciendo todo lo que nos puede deparar semejante delirio.

Lo que sí quiero manifestar es que, a mi juicio, España es hoy el proyecto más atractivo para los vascos.

Muchos de los que hemos vivido la primera mitad de nuestra vida bajo la dictadura franquista hemos padecido la falta de libertades políticas y la persecución de la identidad vasca, pero siempre pensamos que los problemas de una coyuntura transitoria no podían sobreponerse a un compromiso histórico de siete siglos de España. Los mismos que no pensamos ahora renegar de nuestra condición de vascos, a pesar de la falta de libertad y de la persecución ideológica que sufrimos por no comulgar con el credo nacionalista.

Hoy, España no es solamente un compromiso histórico, es además un proyecto atractivo para los vascos, que une a su indiscutible potencia histórica y cultural, una pujanza que le sitúa en la vanguardia de la modernidad, en contraste con otros grandes países que viven acomodados en su riqueza, así como un compromiso constitucional de reconocimiento de la identidad vasca y dotación de recursos para su desarrollo, que se refrendan en el Estatuto de Gernika y los Conciertos Económicos.

Pero la defensa de este proyecto, su conversión en una alternativa de gobierno para nuestro país, necesita de la militancia de todos los que creen en él, cada uno en la medida de sus posibilidades. No podemos esperar que sea sólo el Estado quien resuelva nuestros problemas, puesto que, aunque así fuera, la solución carecería de la solidez que debe aportarle la implicación en primera línea de los propios vascos.

Los nacionalistas van a iniciar una gran operación de apoyo al proyecto presentado por el lehendakari Ibarretxe. Debemos prepararnos para hacer lo propio en defensa del nuestro. Confiemos en que la respuesta a la manifestación convocada por Basta Ya para el próximo día 19 de octubre nos haga concebir ánimo y esperanza para ello.