MISIÓN ARRUINADA

 

 Artículo de Alejandro Muñoz-Alonso   en “La Razón” del 09/05/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 La comparecencia de Rumsfeld ante el Comité de Fuerzas Armadas del Senado no ha puesto fin a un bochornoso escándalo que no ha hecho más que empezar. Pese a su tono compungido, sus declaraciones carecen de la suficiente credibilidad porque la afirmación de base, según la cual se trata de un incidente aislado, no puede ser aceptada. Él mismo ha reconocido que existen otras fotos aún más vergonzosas y, por otra parte, ahora sabemos que desde hace meses en el Pentágono se estaban recibiendo informes sobre abusos sobre prisioneros y la propia Cruz Roja Internacional ha declarado que en Iraq se puede hablar de abuso sistemático. Rumsfeld no es convincente cuando afirma que no ha habido una voluntad de encubrimiento ¬el más alto militar, Myers, trató hasta el último momento de que las repugnantes fotos no se publicaran¬ como no lo es Bush cuando afirma que sólo se enteró cuando vio esas imágenes en la CBS. Una actitud tan creíble como cuando por aquí González decía que se enteró de los crímenes del Gal por los periódicos.
   Este escándalo arroja una seria mancha sobre las Fuerzas Armadas de EE UU que al no impedir drásticamente que tales conductas se generalicen están violando ese «honor del guerrero» del que Ignatieff ha escrito tan acertadamente. Pero, además, ha arruinado sin remedio la misión americana en Iraq que se inició para acabar con un tirano e implantar la democracia y desemboca en conductas similares a las del derrocado Sadam, practicadas además en las mismas cárceles, y en la violación de los valores básicos de la democracia que se fundamentan en la dignidad del hombre. Algunos piensan que no podían acabar de otra manera unas prácticas de trato a los prisioneros que comenzaron en Guantánamo, negando a los detenidos la protección de la Tercera Convención de Ginebra porque, se decía, no eran técnicamente «prisioneros de guerra» y olvidando que, aun cuando no lo fuesen, nadie les puede arrebatar su condición de seres humanos.
   Hay un clamor dentro y fuera de EE UU que pide la dimisión de Rumsfeld, último responsable no sólo de estos criminales abusos, según él mismo reconoce, sino de la pésima planificación de la guerra y, sobre todo, de la mal llamada posguerra, que empezó con la destrucción de la Biblioteca de Bagdad y culmina con este horror. Como escribe «The New York Times», «es ya la hora de un nuevo equipo y un nuevo pensamiento en el Departamento de Defensa».