EL EJE, EN BAJA
Artículo de Alejandro Muñoz-Alonso en “La Razón” del 27/06/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
En los próximos días se van a celebrar dos
«cumbres» ¬la de la UE con EE UU en Dublín y la de la OTAN en Estambul¬ que, más
allá de los órdenes del día, van a cumplir el objetivo, o al menos van a
intentarlo, de fortalecer el vínculo transatlántico y restañar la profunda
herida que produjo la crisis de Iraq. Es muy poco probable que la normalidad
transatlántica se restablezca antes de las próximas presidenciales en EE UU pues
los líderes europeos, tanto los pro como los antiamericanos, van a permanecer
lógicamente al pairo hasta que se sepa quién va ser el próximo inquilino de la
Casa Blanca. Pero parece evidente que han pasado definitivamente los tiempos en
que el eje franco-alemán pretendía que la UE se convirtiera en el contrapeso de
EE UU, con la pretensión incluso de enfrentarse con el coloso del otro lado del
Atlántico si París o Berlín lo creían conveniente.
Chirac ¬y, por supuesto, tampoco Schröder¬ ya no es el «campeón de la paz»,
como el descerebrado pacifismo de izquierda y de derecha le presentaba hace año
y medio (recuérdese aquellos pobres idiotas que se pusieron a cantar «La
marsellesa» en la tribuna de público de nuestro Congreso de los Diputados). Como
me recordaba hace poco un importante diplomático europeo hoy se sabe que sus
motivos para oponerse a la guerra y amenazar con el veto en el Consejo de
Seguridad, en un acto que sólo favorecía a Sadam, eran espurios y estaban
motivados por los intereses económicos de Francia en Iraq. En el plano europeo,
tan significativo como el rechazo del candidato del eje para el puesto de
presidente de la Comisión, Verhofstadt, es la probable designación del primer
ministro portugués, Durao Barroso, anfitrión de las Azores y declarado
atlantista. No es menos expresivo que los franceses insistan en que, en el
proyecto de Constitución europea, Reino Unido se haya salido con la suya,
mientras retrocedían las tesis «federalistas» defendidas por el eje que, no lo
olvidemos, consagrarían el dominio franco-alemán sobre la UE.
Todo lo que está pasando estos últimos tiempos demuestra dos realidades
incuestionables. La primera, que una UE a 25 o más no se puede regir como la
primitiva CE de seis, nueve o doce miembros. La segunda, que el atlantismo es
una dimensión necesaria e inexcusable del proyecto europeo, lo cual no quiere
decir que la UE no tenga derecho a su legítima autonomía dentro de un Occidente
que no puede perder su unidad en estos tiempos turbulentos.