DE EUROPA A ASIA

 

  Artículo de ANDRÉS ORTEGA  en  “El País” del 05.05.2003

 

El siglo XX marcó el ascenso de EE UU a potencia europea y potencia extremo oriental, al instalarse militarmente en estas zonas, frentes de la guerra fría. El comienzo del siglo XXI está viendo a EE UU convertirse en potencia en Asia Central, con la dinámica que puso en marcha el 11-S y la consiguiente guerra de Afganistán, y después la guerra de Irak. Es un cambio de enorme magnitud para EE UU, y para la región que divisa el general Tommy Franks desde su Mando Central (CENTCOM).

Ha estado muy presente en Oriente Próximo, pero Asia Central es una región relativamente nueva para EE UU, aunque en ella librará, con fuerzas especiales y combatientes interpuestos, una guerra contra la invasión soviética de Afganistán que fue decisiva en el derrumbamiento de la URSS y para los lodos que vinieron después, incluido el 11-S. El caso es que en menos de dos años, EE UU se ha instalado en esta región, con bases que van desde Kabul a Irak, pasando por Tayikistán, Kirguistán, Uzbekistán -concen-tración de regímenes dictatoriales y corruptos- y varios países del Golfo, aunque se retira militarmente de Arabia Saudí, una victoria para Osama Bin Laden.

A la vez, puede haber un deslizamiento de la presencia militar de EE UU en Europa Occidental, hacia la Oriental, a países como Polonia o Rumania (aunque España se ha convertido en base esencial para su estrategia mediooriental y centroasiática). Europa está, básicamente, pacificada. Las preocupaciones se tornan ahora hacia el Cáucaso -la presencia de tropas de EE UU en el paso de Pankisi en Georgia así lo atestigua- y Asia Central, ricas en petróleo, pues el cambio puede traducirse en oleoductos, incluso de Irak a Israel, y pesar en la lucha contra el narcotráfico. El Mediterráneo, y las bases en España, cobran mayor importancia en esta estrategia.

Como señalara George Friedman, la guerra del Golfo de 1991 fue para restablecer el statuto quo ante. Esta guerra de Irak ha sido para cambiarlo. Europeos, británicos y franceses, tuvieron su ocasión de implantar a principios del siglo pasado esa "paz para acabar con todas las paces", como la definió David Fromkin. ¿Quiere EE UU imponer esa Pax Americana que sería una "paz a través de la fuerza", como propone el New American Century, think tank de ideas y personas radicales, pero centrales en la Administración de Bush? ¿Frente a qué enemigo? Pues EE UU siempre se ha hecho frente a un enemigo, como bien puso de relieve Huntington: los ingleses, los españoles, los alemanes y japoneses, los rusos, y quién sabe si en un futuro los chinos. Pues hoy el enemigo que aparece es el islamismo radical, aunque al combatirlo con las armas puede contribuir a alimentarlo, una mala solución que puede agudizar el problema.

EE UU dispone ahora de bases desde las que lanzar operaciones antiterroristas y de otro tipo en buena parte del mundo islámico. A corto y medio plazo, la conquista de Irak proporciona una base desde la que dominar toda la zona, como con un corsé. Los efectos se dejan ya notar. En estos meses EE UU ha pasado a controlar la espina dorsal conflictiva del mundo de Filipinas (a donde ha regresado) hasta Jaffa. Y más allá, pues tienen una mayor o menor presencia militar en 130 países, incluida África, cuyo petróleo cuenta más.

Salvo que las reemplace una reinventada OTAN, será difícil que las tropas estadounidenses salgan de Irak antes de una década, dadas las dificultades de estabilizar un país tan complejo. En Bosnia, la presencia dura desde hace ocho años. El inesperado, y subestimado por Washington renacer chií puede augurar que el cuerpo social iraquí acabará rechazando a los ocupantes que les libraron de Sadam. Los kurdos buscan su propia liberación. No sería la primera vez en la historia en que unos ingratos liberados no quieren sentirse ocupados. Y si EE UU se acaba cansando, el gran vencedor a largo plazo en la zona será Irán, otra obsesión de la Administración de Bush.