GRAN PEQUEÑO PLAN

 

 Artículo de ANDRÉS ORTEGA  en “El País” del 08/03/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

El nuevo plan de la Administración de Bush para transformar el mundo musulmán, de Mauritania a Afganistán, en el Gran Oriente Medio (GOM), tiene nombre de logia, pero esa denominación se va introduciendo desde EE UU en el vocabulario diplomático. Cuando se acabe de perfilar, con éste u otro nombre, será probablemente aprobado en sus diversas dimensiones en la cumbres de junio próximo del G-8, de la OTAN y la Unión Europea. Después se verá si realmente da algo de sí o se disipa como un fuego artificial. ¿Habrá servido la guerra de Irak al menos para provocar una reflexión, desde dentro y fuera, sobre este mundo cuyo bloqueo se ha convertido en una bomba de relojería? Contando sólo los 22 países de la Liga Árabe, la región tiene un PIB menor que el de España, con un atraso considerable de la mujer, y un mercado laboral en el que van a entrar 50 millones de jóvenes de aquí a 2010, según el documento de EE UU de preparación del G-8 filtrado por Al Hayat y muy inspirado por los informes del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo).

El concepto de Gran Oriente Medio es un reflejo de la visión militar con la que EE UU, desde hace al menos 50 años, ha abordado este cono de Gibraltar a Afganistán. Por parte europea, Alemania lo hizo suyo -en primer lugar, Fischer en Múnich, y luego, Schröder en su visita a Washington- como terreno de entendimiento con EE UU. Pero entre los europeos hay reparos ante el temor de que el GOM diluya el proceso euromediterráneo de Barcelona y el de cooperación de la UE con el Golfo, y Washington intente financiarlo con los fondos que Bruselas no llega a gastar por falta de proyectos del Sur. En la Unión pronto ampliada, lo que prima es la nueva política de vecindad que contemplará "todo, salvo las instituciones", es decir, la participación de estos países terceros cercanos en el mercado único o en otras dimensiones, pero no en el proceso decisorio de la UE. Los europeos están desarrollando una "asociación estratégica para un porvenir común con Oriente Medio" como alternativa al GOM.

El plan GOM se inspira en el proceso de Helsinki de los años setenta de apertura del bloque del Este con tres cestas, esta vez referidas a la democracia y al buen gobierno, a la educación y al desarrollo económico. Pero EE UU ha ido por el mundo árabe presentando Helsinki como un instrumento para "derrocar" al imperio soviético. Históricamente no fue así, pero esta perspectiva provoca escalofríos en el espinazo de algunos Gobiernos árabes, que además rechazan, como los europeos, todo enfoque "bloque a bloque". La Liga Árabe ha comenzado a trabajar sobre su propio plan. Y EE UU ha dado una cierta marcha atrás al decidir tomar como interlocutores a los Gobiernos antes que a las sociedades.

En el del GOM hay unos preocupantes puntos negros. En primer lugar, es una manera para EE UU de enmarcar el cambio en Irak en un contexto más amplio. Pero la realidad puede ser tozuda y demostrar lo contrario: que, dada la situación, es necesario antes resolver Irak, si es que tiene solución. Los atentados antichiíes de la semana pasada han puesto de manifiesto una insólita capacidad de coordinación de sus autores. La guerra civil es algo más que un fantasma.

En segundo lugar, EE UU pretende que el conflicto entre israelíes y palestinos quede aislado de este plan. Por experiencia sabemos que no es posible, pues acaba contaminándolo todo en la región. Incluso más si la implosión en curso de la Autoridad Nacional Palestina lleva al caos.

Tercero, todo intento de modernización y democratización lleva a plantear el problema de Arabia Saudí, que EE UU no sabe cómo tratar. Es un país bien armado, clave para el petróleo, pero también fuente de financiación de la penetración del fundamentalismo wahabí en el mundo entero y uno de los orígenes del monstruo del terrorismo global. La modernización en Riad no puede consistir sólo en que las mujeres puedan conducir. Pero la democratización, allí y en otros lugares, puede llevar al triunfo de las fuerzas más radicales. Algo está empezando, pero sus resultados son inciertos.