RESPETO CONTRA BARBARIE

 

 

  Artículo de BENIGNO PENDÁS en “ABC” del 15.05.2003

 

YA está bien de insultos y agresiones verbales, a punto de traducirse -me temo- en algo más que palabras. Parece normal, ocurre todos los días, y eso es lo más grave: acostumbrarse, decía con razón Unamuno, es empezar a no ser. Sea en Chueca o en el Rastro, en Málaga o en Oviedo, el parte de incidentes se rellena con las «hazañas» de los reventadores. Es razonable responder con templanza. No conviene, sin embargo, caer en la mansedumbre. Hay que acabar con los enemigos del Estado constitucional, en nombre de la concordia que la sociedad española ha sabido conquistar. Alguien quiere extender a toda España el modelo Batasuna. Son «fascistas» si admitimos el uso polisémico del término impuesto por la corrección política. En rigor, son radicales de izquierda. Da igual el nombre: hay que expulsar del ágora a quienes no respetan las reglas del juego. La barbarie no debe prevalecer sobre nuestro régimen de libertades. Que aporten argumentos, si los tienen: no les vendría mal, en este punto, una lectura de Habermas, premiado ayer. Interrumpir un mitin, insultar a un candidato, impedir un acto público... son comportamientos gravísimos y no simples anécdotas.

Se echa en falta una condena tajante y sin matices ni reservas por parte de los partidos democráticos que coinciden en los planteamientos del «no a la guerra», «nunca máis» y otros pretextos para la discordia civil. No sería justo acusarles de connivencia; pero surgen dudas razonables en relación con su pasividad. Se equivocan si esperan obtener réditos electorales. España es una sociedad próspera, satisfecha y epicúrea, que desea disfrutar de una bonanza impensable para varias generaciones todavía ejercientes. Nadie en sus cabales propugna la violencia. No hay votos de extrema derecha (fascismo en sentido estricto); tampoco de extrema izquierda, asimilados por Izquierda Unida los pocos que quedan. En términos de egoísmo electoral, los incidentes benefician al Partido Popular ante la gente común, e incluso sirve para movilizar a los indecisos. «Un baño de respeto», dijo Aznar en el último mitin. Sabia pedagogía, en efecto. Pero me preocupa aquella inteligente reflexión de Montesquieu, según la cual el absolutismo había dañado de tal modo la «constitución» de Francia que la libertad se había hecho imposible para siempre. Desde la transición, una parte de la izquierda alimenta la idea de que la derecha es autoritaria por naturaleza. Mentira interesada, coartada para los enemigos de la democracia.