DE CAPITÁN A GRUMETE

 

 

  Artículo de BENIGNO PENDÁS. Profesor de Historia de las Ideas Políticas en “ABC” del 01.07.2003

«DEBATE de política general en torno al estado de la Nación»: la prosa burocrática define con asepsia la cita de ayer y de hoy. Ambiente encrespado; artillería gruesa; patente de «enemigo» y no de «adversario»... Pesan los improperios que llegan de la Asamblea de Madrid. Hablan de golpe de Estado, de otro 23-F, de la democracia secuestrada por la plutocracia, aunque -adolescentes eternos- dicen todavía «poderes fácticos». Los ciudadanos contemplan el espectáculo entre la irritación y la indiferencia. Nadie en su sano juicio reconoce la realidad de España (próspera, equilibrada, más bien epicúrea) en la histeria colectiva que se apodera de las instituciones. Cuidado, una y mil veces, con la legitimidad del sistema. El 25 de mayo la soberanía nacional expresó su voluntad en paz, en libertad y con plena consciencia: voto reflexivo, sensato, con matices llenos de sutileza. Nada de agonía, ni siquiera de indignación o pasiones cérvidas. Puro sentido común. ¿Qué les pasa entonces a muchos políticos de la izquierda? En términos objetivos, que confunden -interesadamente- su crisis interna con el Espíritu de la Época. «La vida real está ausente», diría Rimbaud, «Nous ne sommes pas au monde».

¿Qué le pasa, en concreto, al PSOE? La explicación es sencilla. La solución, casi imposible. El modelo inicial de Zapatero, socialismo de perfil fabiano (seguridad, ética postmoderna, estética minimalista), quiebra a partir de la huelga general. Ni siquiera le sirve algún éxito menor, más de forma que de fondo, en sede parlamentaria. Por un momento, silente la vieja guardia, incluso el entorno mediático que conserva las esencias llegó a creer en el milagro. Éxito fugaz. Pésima gestión de las ambiciones: ganan los peores, como casi siempre. En vez de consolidar posiciones, Ferraz se precipita. Busca apoyos en cualquier sitio a cambio de promesas sin medida. Crece la deuda y no salen las cuentas. Hay que acelerar el cambio de ciclo: vale lo mismo el chapapote que Irak. Derrota política mal asumida el 25-M. Consuelo en la Comunidad de Madrid. Un soplo de aire fresco para repartir no pocas prebendas. El subconsciente traiciona. Mala negociación entre «familias» y «coaligados». Explota el artefacto. Error fundamental: en lugar de asumir el fracaso y apostar a medio plazo, nadie acepta las lecciones de esta paradoja cruel. Viejos rencores, querellas eternas. Son los mismos que -no hace tanto- fomentaron un falso capitalismo especulativo y condenaron al desastre educativo a más de dos generaciones. Consultan todavía oráculos renqueantes. Tropiezan Zapatero y los suyos ante la sombra poderosa del pasado. Leamos a Rilke, en su elegía maravillosa: «... Contra una corriente tan fuerte/tú no puedes progresar».

Batería de ocurrencias que se dicen ético-políticas bajo disfraz constitucional. Algunas definen una manera de ser: incompatibilidades al cubo, publicidad de los bienes...: sólo sirven para apartar de la política a mucha gente valiosa. Otras son inocuas, como la Agencia Nueva, más burocracia. Atención, sin embargo, a una trama peligrosa: «Límites a la propiedad de los escaños», la llama Zapatero. He aquí la secuencia: querella instrumental, en trámite; recurso de amparo cuando se deniegue, como es natural, la medida cautelar solicitada; en fin, el Tribunal Constitucional cambia su jurisprudencia reiterada. El artículo 67.2 de la Constitución dice: «Los miembros del Congreso de los Diputados no estarán ligados por mandato imperativo»; luego el mandato es general, libre y no revocable. ¿Por qué cambia de opinión Rubio Llorente? No se equivoquen los ingenuos, que no es un debate doctrinal. Hablamos de política. Gobernar Madrid: con elecciones, imposible; con los desertores, un desastre; sólo queda, pues, la jurisdicción. Lo demás, de aquí hasta marzo, produce vértigo. Si pierde Maragall, otro fracaso. Si gana, peor todavía: esa rancia amalgama nacional-progresista cuesta muy cara en el resto de España. «Madrid es el problema»: frase refinada que hace añorar a Pujol, siempre leal con el Estado, a veces renuente hacia la Nación. En Andalucía el triunfo está descontado; la derrota, en cambio, conduce a la debacle. Calendario fatal para un Partido invertebrado, suma de átomos yuxtapuestos. Seguro que les gusta Brecht: «Me parezco al que lleva el ladrillo consigo/para mostrar al mundo cómo era su casa».

Zapatero plantea un debate de choque, casi suicida, con riesgo de caer en el desliz fatal. Bajo el disfraz agresivo, late una melancólica amargura: se nota en las réplicas, de tono menguante. Sólo pretende evitar el naufragio de un proyecto deprimido. Aznar, tranquilo, ofrece una despedida brillante. Balance sólido, muy en su línea. Satisfacción por la lucha contra el terror y la Ley de Partidos. Concluyente con los datos de política económica. Plenitud del Estado de las Autonomías; Estado de derecho contra aventuras soberanistas; protagonismo internacional. Abrumador en la réplica. Habla con orgullo del proyecto popular, más allá de su peripecia personal. La sucesión queda abierta con viento favorable y horizonte despejado. Una impresión flota en el ambiente: Aznar ganó ayer las elecciones de marzo de 2004 para el Partido Popular; Zapatero salvó por la mínima su liderazgo interno, que sufrirá ataques (viejos y nuevos) en los próximos meses.

Asamblea de Madrid. Por la tarde en el Congreso, desastre del líder socialista, que se apunta sin pruebas a la triste doctrina del «golpe» y la conspiración inmobiliaria. Nada aporta, salvo la contumacia en el error. ¿Para qué levantar falsas expectativas? ¿Sirve de algo releer el boletín de prensa? Por la noche, réplica de investidura ficticia, con el efecto de respirar antes de la agonía y acaso de aguardar un milagro jurídico, que haga renacer el «cuaderno de instrucciones» del Antiguo Régimen. Las condiciones sustantivas de la naturaleza humana son universales. Actúan a modo de causas profundas que rigen las decisiones individuales. Sin embargo, los actores políticos son libres y podrían actuar de otra manera. Por fortuna, carece el ser humano de la capacidad de prever el futuro político. Pero se equivoca, y entierra así sus perspectivas, el que obra más por miedo a las deudas pendientes que por convicción en los principios. Los ciudadanos reprochan el espectáculo lamentable del socialismo madrileño y la incapacidad del líder nacional para atajar el desorden. ¿Quién va a votar al PSOE en estas circunstancias? La lógica política cambia de dueño, nunca de forma o de efectos. La gente no quiere catastrofismo, porque sabe que es mentira. No acepta pactos con los comunistas, por ideología y porque desconfía de su apoyo al Plan Ibarreche. Es inútil apelar al progreso como pasaporte universal. Es grave perder la brújula, a cuyo inventor desconocido, escribe el ingenioso Glanvill, debemos más gratitud que a mil Alejandros o Césares. Es siempre mal negocio perder la brújula. Mucho peor cuando falta el marino experto y es capitán el grumete: Julio Verne, por desgracia para nuestros hijos, ya no está de moda.

Aznar, invulnerable por la decisión histórica de abandonar el poder en la plenitud, ganó el debate según opinión abrumadora. No es una sorpresa. Duro y contundente, a punto estuvo de destruir la carrera del adversario más débil que pueda desear el candidato popular en marzo de 2004.