KOSOVO, IRAK Y EL CONSEJO DE SEGURIDAD

  Artículo de FLORENTINO PORTERO en “ABC” del 11.03.03

 

La inminente votación de la llamada segunda resolución sobre Irak, que en realidad será la decimoctava desde el alto el fuego de 1991, despierta especulaciones sobre un posible uso de la fuerza sin plena cobertura del Consejo de Seguridad y lleva a comparaciones con lo ocurrido durante la crisis de Kosovo. En realidad, las diferencias entre ambas cuestiones son muy grandes, pero forman parte de un proceso histórico que parece apuntar hacia un papel mucho más limitado del Consejo de Seguridad en la conducción de las relaciones internacionales.

Durante la crisis de Kosovo Rusia amenazó con vetar en el Consejo una resolución que permitiera la intervención. Los aliados comprendieron que Rusia tenía legítimos intereses en la defensa de la posición yugoslava y retiraron la propuesta, trasladando la cuestión a la Alianza Atlántica -organismo regional multilateral de indudable legitimidad democrática- y utilizando un directorio ad hoc, el Grupo de Contacto, desde donde Rusia podría seguir estando presente en la conducción de la crisis.

La cuestión de Irak tiene características distintas. La percepción de la amenaza es menor, lo que se hace evidente en la actitud de la opinión pública y en el limitado número de gobiernos que respaldan a Estados Unidos. Pero, sobre todo, la posición mantenida por Francia no es considerada legítima por Washington. Chirac no está defendiendo unos intereses reconocidos, sino que ha tratado de provocar un giro histórico en la política europea, desmarcándose de Estados Unidos y buscando la colaboración de Rusia y China para limitar el poder hegemónico norteamericano. Ha utilizado el Consejo de Seguridad como instrumento de contención y no como medio de resolución de la crisis.

La reacción de Estados Unidos ha sido contundente. En rueda de prensa Bush ha dejado claro que exigirá votación, que renuncia a la vía seguida en Kosovo. En otras palabras, la potencia hegemónica advierte a París que no tolerará que se utilice el Consejo como si de un muro de contención se tratara. Si cae en la tentación podría ser la última oportunidad, llevándose por delante el principal patrimonio de la diplomacia francesa: su derecho de veto.

Las instituciones, como las personas, son fenómenos históricos: tienen comienzo y final. Un organismo internacional puede pervivir en la medida en que se adapte a un entorno cambiante. El Consejo de Seguridad refleja el equilibrio de poder de 1945, no el del 2003. Sin Alemania, India, Japón o Brasil como miembros permanentes y con una Francia que, en palabras de Pierre Lellouche, ha perdido el sentido de la realidad y hace uso excesivo de sus prerrogativas, su tiempo parece limitado