DISCURSO DE PRESENTACION POR JOSEP BORRELL DEL MANIFIESTO PARA UNA NUEVA EPOCA DEL PSOE

Apunto solamente un muy breve comentario para señalar dos aspectos que me parece que podrían mejorar algo estos magníficos textos:

Creo que falta un mayor énfasis y concrección en el aspecto de la reforma política de la Unión Europea. Ya no basta con señalar solamente la necesidad de nuevas políticas europeas, sino que se hace preciso insistir continuamente en que sin nuevas instituciones esas políticas no se podrán llevar a cabo.

Por otra parte, en lo que se refiere a España, convendría señalar, a mi juicio, el gran defecto de nuestro país, nuestro retraso en el proceso de incorporación a Europa: somos un país en el que predomina la chapuza, la desidia, la falta de profesionalidad y la picaresca en los diversos ámbitos de la vida social.

Faltan controles públicos y autocontroles cívicos y morales para poner coto a esta deficiencia secular de nuestro país. Y se hace preciso acabar con el fatalismo y la resignación ante este defecto nacional, estimulando una movilización social en defensa del "buen hacer", la profesionalidad, la honestidad y la eficacia en nuestra vida social. (Luis Bouza-Brey)

 

DISCURSO DE PRESENTACION DEL MANIFIESTO ELECTORAL POR JOSEP BORRELL

 

Madrid 03/10/98

El Partido Socialista inicia hoy el proceso de elaboración de un nuevo proyecto de gobierno para España.

Pretendemos hacerlo de una forma abierta, participativa y comprometida, como este acto simboliza. Queremos, quiero como candidato, reunir en torno a este proyecto a una mayoría social de progreso que nos permita poner a su servicio los instrumentos del poder político.

Como Candidato a la Presidencia del Gobierno de España, elegido por mis compañeros y compañeras de partido en un revitalizador ejercicio de innovación política, me corresponde impulsar y coordinar éste apasionante proceso.

Desde esta responsabilidad, pido desde ahora y os pediré hasta el final, la colaboración de todos. Por supuesto, de todo el partido socialista, desde su Secretario General hasta él o la más humilde de sus militantes. Pero, también y sobre todo, la de todos los ciudadanos y ciudadanas dispuestos a comprometerse con los 5 grandes objetivos que, en mi opinión, son las vigas maestras de un proyecto de progreso:

1.Hacer compatibles y complementarias la cohesión social, la competitividad de la economía y la sostenibilidad del desarrollo, aprovechando las ventajas y superando los riesgos de un mundo globalizado.

O, si lo preferís, en palabras menos abstractas, establecer una relación positiva entre la revolución tecnológica, la eficacia productiva, la apertura de las fronteras, el pleno empleo, la defensa del medio ambiente y de la solidaridad como garantía de los derechos que construyen la igualdad y dan sentido a la libertad.

2.Recuperar el prestigio social de la política, como base de una democracia de calidad, en la que el ciudadano no se vea reducido al simple papel de consumidor y espectador.

3.Construir una Europa política, más solidaria, más democrática, más eficaz, capaz de jugar en un mundo fragmentado el papel que ningún país puede ya jugar en solitario.

4.Preservar a España como identidad política, como Estado y como nación; como nación de naciones pero nación, también, al fin y al cabo. Como dice nuestra Constitución. Como comunidad de ciudadanos que comparten un proyecto común, marco de convivencia pacífica, plural y solidaria.

5.Humanizar nuestra convivencia y reforzar nuestra cultura cívica para impulsar a la plena realización personal de cada individuo.

Estas son las cinco líneas de reflexión que os propongo para vertebrar un proyecto capaz de movilizar una amplia mayoría social. Os lo propongo sabiendo que, en un mundo cada vez más complejo, en el que se han fragilizado los lazos sociales, se requiere, a la vez, solidez en los valores, rigor en los proyectos y flexibilidad en las políticas que los aplican.

Algunos pensarán que los programas son algo tan imprescindible como inutil. Que con ellos no se ganan las elecciones. Entre otras cosas, porque nadie los lee. Es posible. Pero algo tiene que establecer la relación entre ciudadanos adultos y candidatos responsables. Algo más que frases huecas de marketing político y algunas declaraciones inoperantes de principios irrefutables.

No se trata de construir un largo inventario de medidas concretas minuciosamente descritas. Se trata de socializar la política, pasando de la movilización de militantes en torno a un candidato a la de los ciudadanos en torno a un proyecto. Se trata de explicar nuestras convicciones, de reflejar nuestros valores, la personalidad, el pensamiento y las intenciones de quienes los defendemos. Y de traducirlos, cuando sea posible, en propuestas concretas y significativas. Como las que cabian en el anverso de la pequeña tarjeta de crédito con la que Blair ganó las elecciones

Sé que nuestro proyecto se inscribe en un mundo nuevo, hiperconexo, globalizado, sin distancias ni fronteras, que hace interdependientes a todos los grandes problemas y a sus posibles soluciones. ¿Cuánto tiempo podremos, por ejemplo, seguir pretendiendo combatir la droga, mientras el dinero del crimen organizado, circula sin reglas ni obstáculos, contagiando todo el sistema financiero internacional?.

Un mundo que ha dejado de ser eurocéntrico, afectado por las tensiones demográficas y migratorias, el resurgir de los integrismos y fundamentalismos nacionalistas y religiosos, por el nuevo papel de la mujer en la sociedad, la eclosión del individualismo y la creciente conciencia ecológica a escala planetaria.

Un mundo sacudido por una permanente revolución tecnológica, que lo hace casi todo posible, pero que tiende inercialmente a consolidar el paro estructural, a incrementar las desigualdades y la exclusión en el mundo desarrollado. Un mundo en el que el capitalismo acaba de dar de nuevo, una dramática prueba de su intrínseca inestabilidad. Un mundo cuya globalización no es percibida tanto como una oportunidad de crecimiento para todos, que puede y debería serlo (después de todo, por qué deberíamos temer a una mayor capacidad de producción en un mundo sumido mayoritariamente en la pobreza), sino como causa de nuestras dificultades económicas y del paro en los países avanzados.

La actualidad demuestra que el nivel alcanzado por la especulación financiera mundial es contraproducente para la buena marcha de la economía real. La incertidumbre que producen esos miles de millones de dólares trashumantes a la velocidad de la luz, a golpe de tecla de ordenador, de un punto a otro del planeta, cada minuto del día, restringe la capacidad de actuar de gobiernos y empresas.

Algo funciona inaceptablemente mal en el mundo en el que nos ha tocado vivir, cuando 700 millones de africanos, trabajando todo el año, producen la mitad de lo que mueven, en un solo día, los mercados financieros en transacciones especulativas sobre tipos de interés y de cambio sin relación alguna con la economía real.

La inestabilidad que engendra este baile infernal, amenaza con producir en la economía mundial consecuencias tan graves como las de la crisis de 1929. La ortodoxia monetaria que impone la potencia de estos agentes económicos, puede acabar por vaciar de su esencia al sufragio universal.

España no puede hacer nada sola para modificar esta situación. Pero Europa si puede contribuir a que instrumentos fiscales adecuados y algunas reglas razonables hagan un poco menos volátiles y poderosos a los mercados financieros internacionales.

Por eso permitirme que empiece hablando del papel nuclear que la construcción europea tiene en nuestro proyecto.

CONSTRUIR UNA EUROPA POLÍTICA

Ya estamos en Europa. Gracias al esfuerzo de todos y especialmente del nuestro, ejercido tenazmente durante muchos años, estamos en la Europa del euro.

Ahora, cuando trece de los quince países de la Unión tienen gobiernos socialdemócratas, debemos poner en primer plano nuestra política europea por dos grandes razones:

Primero, porque sólo en una Europa integrada podrá España desarrollar una política social avanzada.

Segundo, porque los objetivos de nuestra política exterior pueden alcanzarse mucho mejor integrándolos en una política europea más ambiciosa que la actual.

Para eso, no nos basta "estar" en Europa. Es necesario, además, "hacer" Europa. Nuestro horizonte estratégico es influir cada vez más en el funcionamiento de la Unión Europea. Justo al revés de lo que nos está ocurriendo con el Gobierno de Aznar, que se mueve en este terreno con un gran complejo de inferioridad con respecto a la trayectoria y el prestigio de Felipe González.

Ahora, la izquierda que "gobierna en Europa" (Blair, Schröder, Jospin, etc), debe "gobernar Europa", evitando que su futuro lo decidan sólo los mercados y los tecnócratas, relanzando el crecimiento y estableciendo nuevas políticas comunes en servicios públicos y fiscalidad del capital. Ahora, después del euro y de la delegación del poder monetario, será imprescindible, como acaba de decir el nuevo Canciller de la RFA, que la Unión Europea tenga competencias en política social, como equilibrio indispensable del carácter federal de una parte del poder económico.

Soy un europeo convencido. He tenido el honor de representar a España durante diez años en muchos Consejos de Ministros Comunitarios. Pero creo que ni el euro, ni siquiera el mercado único sobrevivirán si la Unión Europea no es capaz de adoptar formas más desarrolladas de organización política. En efecto, las diferencias de productividad, no ya entre los países, sino entre las regiones de un continente con una moneda única, no dejarán de plantear graves problemas.

Las regiones que no puedan mantener su competitividad tendrán que reducir salarios o recibir subvenciones. Las regiones ricas estarán tentadas de rechazar el esfuerzo solidario con sus vecinos y tratarán de dialogar directamente con Bruselas y con Frankfurt.

Para que el euro pueda resistir a esa potencial crisis, será necesario que Europa disponga de los instrumentos de una política económica, capaces de fijar la paridad del euro en función de sus necesidades estratégicas y de repartir las subvenciones regionales en función de las diferencias de productividad. No podemos dejar que Europa cojee. Y cojeará hasta tropezar si se apoya únicamente sobre la unidad de su política monetaria y asiste impasible al frenesí especulativo financiero mundial.

Por eso los socialistas defendemos una política presupuestaria coordinada para el conjunto de la Unión, como la establecida en el pacto de estabilidad. Pero, además, defenderemos también un instrumento presupuestario común, financiado de forma más progresiva, que permita hacer frente a los problemas que puedan afectar a uno de sus miembros. Si Europa hubiese dispuesto de éste instrumento solidario en el momento de la reunificación alemana, nos hubiéramos ahorrado todos el coste de una grave crisis.

No debemos tampoco admitir que después de haber acabado con el dumping comercial y el dumping monetario, sea el dumping social o el dumping fiscal los que determinen la competitividad de los territorios de la Unión. Ello exige avanzar también en la convergencia social, con niveles mínimos de protección homologables en cada país y eliminar factores discordantes en el sistema fiscal.

Amigos y amigas, forzoso es reconocer que, si entre 1978 y 1996 España pasó del aislamiento a la influencia, ahora está resbalando hacia la inoperancia, limitándose a seguir los dictados de otros.

Un gobierno socialista que yo presida reforzará nuestra ambición europea. Influiremos activamente en el quehacer europeo para, a partir de él, ganar peso en el mundo y aportar soluciones a los desequilibrios internacionales. Nuestra política mediterránea debe reforzar la estabilidad e impulsar el progreso de nuestros vecinos del sur, para que España se sitúe en el centro de un área de progreso y no en una frontera hostil. Y ello requiere recursos que sólo pueden movilizarse a escala comunitaria.

Y lo mismo ocurre con la política latinoamericana, que precisa un grado de autonomía respecto a Estados Unidos, que puede conducir a conflictos (Helms-Burton), más fáciles de encarar si se hace desde una posición común de la UE.

Los socialistas reclamaremos que la UE continúe y extienda su política de derechos humanos y de ayuda al desarrollo basada en el diálogo y en los incentivos, pero no en la imposición al débil ni en el menosprecio al diferente, canalizando las motivaciones humanitarias y democráticas que hoy movilizan a lo mejor de nuestra juventud.

Contribuiremos a que Europa utilice su liderazgo político y tecnológico para impulsar la sostenibilidad del desarrollo. Y Europa debe también, rica de su propia experiencia de coordinación de políticas económicas nacionales, plantear a escala mundial soluciones efectivas a la falta de control y regulación de mercados financieros.

UNA IDEA DE ESPAÑA

Pero, para jugar un papel relevante en Europa y la globalización, hemos de tener una idea clara de nosotros mismos. Hemos de tener un proyecto de país. España no puede ser el resultado incierto y deforme de los trapicheos que permiten mantenerse en el Gobierno según las coyunturas parlamentarias.

Y un proyecto de país es algo más que un programa electoral. Va mucho más allá de respuestas a problemas concretos en plazos de tiempo limitados. Un proyecto de país es un compromiso básico y mayoritario con los ciudadanos, sin tener por qué coincidir en todo.

Un proyecto de país exige áreas de consenso que fortalezcan el Estado Democrático, como garantía de la convivencia libre y pacífica y del respeto a la pluralidad nacional lingüística y cultural. Y, por tanto, como garantía del respeto a las identidades que lo componen, tanto como de la cohesión entre sus territorios y sus gentes. Y en este terreno, hemos hecho un enorme progreso que ahora se pone en cuestión.

Por primera vez en nuestra historia contemporánea, la Constitución y los Estatutos, reconocen y legitiman la idea de la España plurinacional, pluricultural, como riqueza compartida, no como una amenaza de división y segregación. La transición fue algo más que el paso de la dictadura a la democracia, como reconocimiento de los derechos y libertades individuales. Fue la transformación de un Estado centralista, homogeneizador, excluyente de lo diverso, de lo diferente, en un Estado descentralizado, garante de la diversidad expresada en los grados de autogobierno acordes con las identidades de nacionalidades y regiones.

Un proyecto que garantiza un trato igual para todos los ciudadanos de cada rincón de España. Igualdad de oportunidades, en la diversidad de identidades. El café no tiene que ser igual para todos, de hecho no lo es, pero la posibilidad de acceder a la educación y a la salud, deben ser las mismas para todos en cualquier parte.

Pero hoy vemos como se frivoliza esta conquista histórica. Como se pone en peligro de forma irresponsable. Como se banaliza, hablando de segundas transiciones, o brindando al sol con propuestas de autodeterminaciones, sin causa ni consecuencia. De banalización en banalización podemos acabar "bananizando" nuestro marco político de convivencia.

Por eso debo expresar mi enorme preocupación por el desconcierto, la confusión y el desorden del desarrollo autonómico. Jamás se habían producido tan graves y reiterados ataques al fundamento constitucional de la estructura territorial del Estado.

El gobierno de Aznar ha rechazado, despectiva y sistemáticamente nuestra colaboración y ha pactado su política autonómica con los nacionalistas, contra los socialistas. Ahora se ve sorprendido por sus propios socios en una escalada reivindicativa que muestra sobre todo su debilidad e incoherencia. El acuerdo de financiación de las CCAA, la renovación del Concierto Vasco con capacidad normativa fiscal plena, la financiación de la sanidad pública en perjuicio del territorio INSALUD y sucesivos acuerdos económicos con los nacionalistas catalanes o vascos o canarios, los trapicheos financieros y los recursos vergonzosamente transferidos bajo cuerda, han provocado un creciente sentimiento de agravio y una seria amenaza de emulación nacionalista en la mayoría de las CCAA.

Ni pagos ni concesiones han podido evitar que los únicos beneficiarios de ésta política formalicen alianzas y acuerden un programa nacionalista radical, que cuestiona seria y gravemente los principios constitucionales de nuestro modelo territorial.

Como prolegómeno de la tregua de ETA, los partidos nacionalistas del País Vasco, PNV, EA y HB, junto a IU, suscriben el llamado acuerdo de Estella que les compromete a defender un nuevo marco político para Euskadi basado en la autodeterminación y superando la vía estatutaria, que consideran agotada. Las sucesivas declaraciones públicas de unos y otros no han hecho sino agravar una peligrosa deriva en este tema sensible de nuestra historia y nuestro presente.

Yo, como sabéis, soy catalán. No necesito que nadie me lo reconozca ni me lo otorgue. Ya lo hizo mi madre y los paisajes de la tierra que me vieron nacer. La lengua que aprendí en casa y me prohibieron usar en la escuela. Mi forma de ser, mi raiz cultural. A mí no se refiere quien habla de Cataluña en forma excluyente.

Soy catalán y tengo una idea muy clara de España. ¿Me permite decirle Sr. Aznar que no juegue con España, porque es mucho lo que nos jugamos todos?.

No se si el Presidente del Gobierno de España es capaz de distinguir las voces de los ecos o si sólo le importa seguir actuando de tenor hueco acompañado de un coro de grillos. Si no se entera de lo que está pasando, lo que sería muy grave, o no le importa, lo que sería peor todavía.

¿Es ésta la segunda transición que usted, Sr. Aznar, se ufanaba en protagonizar? ¿O estaba usted haciendo de aprendiz de brujo y le ha salido por la culata el tiro de una de sus frases precocinadas de marketing político? ¿Es así como quiere que España afronte los desafíos del siglo XXI? Le hemos repetido que está en juego el Estado Democrático en un envite irresponsable que usted ha propiciado con su debilidad frente a los nacionalistas y su patética obsesión por destruir a los socialistas, en lugar de considerarnos como el adversario a respetar, y con el que compartir elementos básicos de un pacto de Estado.

Amigos y amigas discrepo de Aznar en la concepción de la educación, del empleo, de la cultura, de la economía, pero no deseo discrepar en la defensa y desarrollo del Estado de las Autonomías, en la posición frente al terrorismo y la deseada desaparición de la violencia, en la política exterior y de seguridad. ¿Se da cuenta Aznar de lo que significa este momento crítico, en el que sus socios de gobierno cuestionan el marco constitucional y estatutario? No insisto en pedirle que lidere nada. Porque no creo que sea usted capaz de hacerlo.

Ahora les digo a los españoles que en temas de Estado, como el final de la violencia y la estructura político-territorial de España, el Gobierno tiene el deber de trabajar con nosotros. Porque ningún proyecto de futuro, ni de izquierdas ni de derechas, podrá ser ofrecido a los ciudadanos si no se tienen claras las respuestas a estos problemas, como lo han tenido todas las grandes democracias.

Los que verdaderamente queremos la paz, podríamos aparecer sin iniciativa, dando explicaciones a los que deberíamos exigírselas por haber roto los compromisos democráticos, para aceptar condiciones políticas de los violentos. ¿Debemos aparecer sumamente agradecidos a los que son tan generosos hoy y no antes de asesinar a 900 personas?. No tan agradecidos como para hacerles concesiones políticas constitucionales. Dejémoslo todos claro de forma inmediata y rotunda.

Hace unos días estuve en el País Vasco. Hablé con la gente. Con mis compañeros y compañeras, y también con la gente de Ermua. Su voz era la voz de la paz, de la libertad para todos, el perdón para llegar a la paz, sí, pero sin condiciones ni amenazas.

Otras voces, desde otra ciudad, el foro de Estella, nos ofrecen una paz que limita la libertad, porque mantiene la amenaza, porque pone condiciones, rompe la unidad de los demócratas y las reglas de juego de las que nos habíamos dotado.

Para mí, el foro de Ermua, defiende la Constitución y el Estatuto de Guernika como realización de los derechos históricos y de la identidad vasca sin exclusiones.

El foro de Estella, significa desagregación, ruptura y exclusión de los que no piensan como nacionalistas. ¿Cuándo Arzallus dice que el pueblo vasco no cabe en la Constitución, nos está diciendo que los vascos que defienden la Constitución y el Estatuto no caben en Euskadi?

Con serenidad y firmeza quiero decirles a todos que es posible la paz, que es la hora de un diálogo sin imposiciones, que separe claramente el fin de la violencia y las aspiraciones políticas de cualquiera. Respetamos las ideas de todos, por muy contrarias que sean a las nuestras, pero exigimos que respeten las nuestras en las mismas condiciones, es decir, renunciando a la violencia de cualquier intensidad, la del asesinato o la callejera.

Pero la coincidencia de declaraciones conjuntas de los nacionalismos, incluso de los socios del Gobierno de España, con las propuestas de Estella y con la tregua, confunden gravemente a la opinión pública sobre las intenciones de unos y otros. Tomemosles su palabra de separar sus reivindicaciones políticas del diálogo para acabar con el terrorismo. Exijámoslo como demócratas que lo separen, material y temporalmente, si lo que se pretende realmente es el fin de la violencia y no aprovecharse de ello.

Por eso les digo que sí, se puede acercar a los presos, de acuerdo con las posibilidades materiales, con criterio humanitario en función de cada caso y con la voluntad de cada afectado de reinsertarse, de comprometerse con el abandono definitivo de la violencia y el terror. Hagámoslo. Pongámonos de acuerdo en hacerlo.

Es posible dialogar sobre la reinserción, porque la Constitución concibe la pena como vehículo de reinserción. Puede y debe llegarse al definitivo compromiso de abandonar la violencia. Con respeto al recuerdo de sus víctimas y compensando, en lo posible, las situaciones que ha creado. Pero tiene que quedar claro que la reanudación de la violencia cierra de inmediato cualquier vía. Hagámoslo con firmeza y serenidad. Hagámoslo.

No discutamos más tratando de distinguir las voces de los ecos, discutiendo por qué y para qué se ha producido la tregua. No nos pondríamos de acuerdo y tenemos cosas más importantes que hacer. Aprovechémosla para alcanzar una paz sin condiciones, que exige un abandono definitivo de la violencia. A esto llamamos al Gobierno y al PP, a los nacionalistas demócratas, a las demás fuerzas políticas y a la sociedad en su conjunto. Debemos de forma inmediata poner en común nuestras posiciones para aprovechar este momento crucial y acabar con la pesadilla del terrorismo.

Tiempo habrá, en paz y en libertad, de discutir las propuestas políticas de unos y otros. Nosotros defenderemos las nuestras. Nuestra oferta de un proyecto de España plural y solidaria, con la cohesión que le permita jugar el papel que le corresponde en Europa, en el Mediterráneo, en América Latina y en el mundo. Si el Gobierno no responde a la altura de las circunstancias, los ciudadanos lo harán en las urnas y muy pronto, porque la mayoría que lo sustenta no es para la gobernabilidad de España sino para su desagregación.

Doy a las próximas elecciones vascas toda su importancia. Porque hay quien puede querer cambiar las reglas de juego en función del resultado electoral. Sólo el voto de los que defienden el marco constitucional y estatutario garantiza que nadie se quede fuera de juego. Estaremos con los compañeros y compañeras socialistas en el País Vasco. Y yo el primero. Por eso quiero saludar desde aquí a Nicolás Redondo. Nicolás, estamos contigo.

Porque lo que está en juego es mucho. La tolerancia, el respeto a la diversidad, la garantía de que a nadie se le va a mirar distinto en función de qué lengua hable o de que sea nacionalista o no. Todo eso está en juego. Nadie que esté a favor de la Constitución y el Estatuto de Gernika debe dejar de ir a las urnas y de apoyar a los que los defienden. Para construir un país para todos. Un país en el que nadie se quede fuera de juego.

Cuando se tiene claro un proyecto de España nadie tiene que recibir con alarma los apoyos a los partidos nacionalistas. Todo depende de cómo se gobierne, de qué proyecto se tenga y de qué das o niegas a cambio de lo que piden y ofrecen. Cuando Felipe González gobernó en minoría no ocurrió lo que está ocurriendo ahora. Y no entregó mi cabeza, verdad Felipe, cuando se la pedían como contrapartida.

Voy a hacer un ejercicio adicional de responsabilidad. Gratuito, porque no pido nada a cambio. No dejaremos de criticar al Gobierno por su incompetencia, pero estaremos con el Gobierno de España si las contrapartidas que le exijan sus socios desbordan el marco constitucional y estatutario. Es una propuesta extraordinaria para un momento extraordinario. Sé que no nos lo han pedido. Ni nos lo pedirán. Pero da igual. Ya son muchos los ciudadanos que ven con preocupación que el Gobierno no está dando la talla. Nosotros queremos estar siempre a la altura de nuestras responsabilidades presentes y futuras. Por ello, repito, estamos dispuestos a desactivar cualquier trágala al que pueda estar eventualmente sometido el Gobierno del PP en el Parlamento. No vaya a ser que por su obsesión por mantenerse en el gobierno al precio que sea, esté pagando uno que no pueda asumir España.

COHESIÓN SOCIAL, COMPETITIVIDAD ECONÓMICA Y SOSTENIBILIDAD ECOLÓGICA

Además de un Estado y de una nación, la España que ambicionamos gobernar es una sociedad, una economía, un conjunto de seres humanos enfrentados a sus problemas de trabajo, salud, educación, que afectan al ecosistema en el que viven.

Nuestra reflexión sobre las interacciones entre la cohesión social, la competitividad económica y la sostenibilidad del desarrollo, se desarrollará a lo largo de CUATRO EJES:

1.La cohesión social y la competitividad económica son complementarias, no se contraponen, sino que se refuerzan mutuamente.

2.El empleo es nuestro principal problema. Resolverlo es nuestro primer objetivo. Conseguir que cada ser humano se sienta reconocido e integrado plenamente como ciudadano a través del ejercicio de una actividad socialmente útil es nuestra más ardiente ambición.

3.Mucho hemos hecho para construir un Estado del Bienestar que redistribuye rentas, genera seguridad y protege de la necesidad. Pero mucho más queda todavía por hacer para reforzar y ampliar nuestro sistema de protección y de promoción social que el PP trata de desmantelar.

4.La sostenibilidad del desarrollo y nuestro compromiso con las generaciones futuras exige introducir cambios en todas las formas de producción y consumo.

EL PARO ES EL PRINCIPAL PROBLEMA

El paro es el principal problema de España. Es el problema que los políticos y los empresarios de mi generación no hemos sabido resolver. El problema que más amenaza el progreso de Europa.

Conseguir que cada ciudadano y ciudadana pueda ejercer una tarea socialmente útil será mi primer objetivo. Nuestra más ardiente ambición. Hemos gobernado y no hemos resuelto el problema del paro, pero en modo alguno nos acomodamos con su existencia. Sólo prometo lo que puedo garantizar y lo que garantizo es el compromiso de que el Partido Socialista permanecerá empeñado en combatirlo, en hacerlo retroceder y en acabar con él. Sabemos que el crecimiento económico no basta. Es condición necesaria pero no suficiente. Si no se tiene esto en cuenta, se afloja en la lucha contra el paro cuando la economía crece y se siembran falsas esperanzas sobre su reducción, como está haciendo el gobierno del PP.

El programa que elaboremos debe partir de que la lucha contra el paro requiere un esfuerzo incansable, una atención más allá de cualquier cálculo electoral y una imaginación que no cabe en ninguna ortodoxia.

Para que un programa de lucha contra el paro funcione de verdad debe incluir medidas ortodoxas y heterodoxas, nacionales y europeas. El keynesianismo tradicional no funciona en economías nacionales abiertas, pero la economía de la Unión Europea tiene la dimensión y la estabilidad necesarias para sostener una política eficaz de lucha contra el paro.

La ortodoxia liberal cambia paro por pobreza, limitándose a desregular los mercados laborales. Eso no nos vale. Tampoco nos vale creer que el subsidio de desempleo neutraliza el paro. El paro antes que un problema económico es un drama humano.

Queremos proclamar alto y fuerte que la solución al problema del paro, el más grave de la democracia en tiempo de paz, no consiste en el crecimiento de las desigualdades y el desmantelamiento del sistema de protección social. No podemos aceptar que nuestra sociedad siga aumentado su riqueza excluyendo a millones de trabajadores del aumento del bienestar, perdiendo la esperanza de que sus hijos progresen como lo ha hecho nuestra generación.

Si Lord Beveridge levantara la cabeza vería asombrado que trabajadores americanos pobres tienen un nivel de vida peor que el parado medio europeo. ¿Debería ser esto motivo de satisfacción en Europa? Ciertamente no. No basta con evitar las situaciones de necesidad, que ya sería mucho. Además, hay que combatir el cáncer de la inutilidad que corroe y destruye la vida de millones de personas.

Nos negamos a tener que escoger entre dos clases de pobreza, la del paro y la de los salarios por debajo del nivel de subsistencia. Nos negamos a aceptar que el trabajo sea considerado como una mercancia más, de forma que si la oferta es abundante, para que alguien la compre, el precio debe bajar, aunque se coloque debajo del nivel de subsistencia. Para nosotros el trabajo es algo más que una mercancia: es un proyecto de integración social del individuo. Las mercancias no tienen necesidad de pensar en su futuro, pero los seres humanos sí.

Probablemente la lucha eficaz contra el paro requiere modificar ciertos aspectos de la normativa laboral, por ejemplo para favorecer el empleo a tiempo parcial, y al mismo tiempo, regular otros para hacer posibles organizaciones más flexibles y reducciones del tiempo de trabajo, algo sobre lo que tendremos que desarrollar, como en otros países, una reflexión de gran calado.

La renovación tecnológica aumenta la productividad y la productividad termina aumentando el producto y el empleo. Necesitamos una economía más avanzada tecnológicamente. Y también necesitamos una economía en la que actividades de alto interés social e intensivas en empleo (como la atención a los ancianos e incapacitados o la protección y recuperación medioambiental), resulten económicamente viables. Creo que la iniciativa privada y los programas gubernamentales pueden y deben cooperar en el logro de ambas cosas. Las sociedades que hoy crecen con futuro, lo hacen considerando más importante su capital humano que su capital financiero. Nuestro programa debe valorar de forma radicalmente nueva a la educación. Debemos hacer una apuesta por el capital humano como eje del futuro de nuestra sociedad. La educación y el progreso científico y técnológico, pueden y deben ser las plancas clave del crecimiento económico español. Haré de ellas la gran prioridad de mi gobierno.

LA COMPETITIVIDAD Y LA COHESIÓN SOCIAL SON COMPLEMENTARIAS

Hay quien piensa que para modernizar e internacionalizar la economía, se debe aceptar un aumento de las desigualdades. De hecho, hay países que están siguiendo este camino. Países que tratan de ganar competitividad perdiendo cohesión social. Están muy equivocados.

Para la derecha, hay una contradicción intrínseca entre competitividad y cohesión porque los costes de la segunda dificultan la primera. Para el radicalismo neoliberal, son como vasos comunicantes, más de uno sólo puede conseguirse al precio de otro y viceversa. Nosotros, por el contrario, pensamos que existen entre las dos profundas relaciones de complementariedad. Así lo refleja la experiencia de muchos países.

Por ello no permitiremos que se abandone la inversión pública en educación, investigación, sanidad e infraestructuras porque, a medio plazo, su carencia disminuye gravemente la eficacia del sector privado y sitúa el nivel global de acumulación de capital social por debajo del necesario. Lo importante no es tanto la cuantía del gasto público sino su estructura. Para nosotros el gasto público es un elemento determinante del contrato social, porque afecta, en lo esencial, a la equidad y a la igualdad de oportunidades. Por ello, nos comprometemos a garantizar el desarrollo sostenible del sistema de protección social, amenazado por la constante propaganda neoliberal y las políticas del PP. El medicamentazo o los incentivos fiscales a un modelo dual de beneficiencia y de sanidad privada, son las puntas del iceberg de sus intenciones mal disimuladas.

El sistema fiscal y las cotizaciones sociales, consideradas en su conjunto, constituyen el más poderoso instrumento para forjar, a la vez, la competitividad y la cohesión. Está demostrado que salarios bajos y precariedad no favorecen la inversión en formación, ni por parte de la empresa ni de los trabajadores, porque no existen relaciones duraderas y comprometidas que hagan rentable esa inversión. La eficacia del sistema productivo, y con ello la competitividad del país, se resienten gravemente de ésta falta de integración social. Nosotros concebimos la cohesión social como una inversión que produce efectos positivos sobre el empleo y el bienestar. No como la generosidad sin contrapartida.

Estoy convencido de que los países que mejor se terminarán adaptando al cambio tecnológico y a la globalización de la economía, seran los que en el medio plazo se muestren capaces de asumir los cambios en curso preservando la cohesión social. Así ha ocurrido otras veces en la historia, así lo pone de manifiesto (en sentido negativo) la crisis actual de algunos países asiáticos. Lo que la globalización pone en juego, no es un punto más o menos de gasto social per cápita repartido desigualmente, sino el grado de cohesión de los países. El país que avance cohesionado, terminará mejorando su renta y su igualdad, el que se resquebraje socialmente, irá perdiendo posiciones y puede quedarse en la cuneta.

Para mantener la cohesión social, hemos de definir un nuevo equilibrio entre el Estado y el mercado. Un equilibrio en el que aceptamos plenamente la economía de mercado pero rechazamos con igual rotundidad la sociedad de mercado. Para mí, el mercado es una técnica, una realidad, un modo de asignación de recursos más o menos eficiente según los sectores y las circunstancias, pero incapaz de autoregularse. El mercado no es un valor. Genera riqueza, pero no produce solidaridad, ni garantiza derechos, ni es portador de un proyecto común.

Marx soñaba con la abolición del Estado, porque era un instrumento de dominación. Quienes quieren ahora desembarazarse de él son los representantes del anarco-capitalismo, porque ven en la acción colectiva un instrumento de salvaguarda de los derechos, de la necesaria regulación de la protección social, de la justicia, de la seguridad, de los principios alrededor de los cuales una sociedad puede proyectarse en el futuro. Por ello, los socialistas trabajaremos para que el poder político no sea una burocracia ni una fuerza de dominación, ni un lugar de tránsito desde donde se defienden intereses privados.

Acertemos o no en cada una de nuestras propuestas de lucha contra el paro y por la cohesión social, debemos trabajar con la humildad del científico, siguiendo el método de la prueba y del error, ensayando hasta acertar, con la voluntad de quien no aceptará nunca como válida una sociedad que condena a millones de personas a sentirse inútiles y les priva de una esperanza de progreso y de una auténtica libertad.

TRABAJAREMOS CON EL ORGULLO DE SABER QUE MUCHO SE HA HECHO Y LA CONCIENCIA DE QUE QUEDA MUCHO POR HACER

Podemos sentirnos orgullosos de lo mucho que hicimos los gobiernos socialistas. Heredamos en 1982 una de las sociedades con mayores desigualdades sociales en Europa y uno de los estados del bienestar menos desarrollado de este continente. Fuimos los protagonistas de un salto histórico. Redistribuyendo rentas y generando seguridad. Pero, a pesar de aquel gran avance histórico, queda mucho por hacer. Hicimos mucho, pero nos queda mucho por hacer. Y lo que hicimos está siendo hoy amenazado por lo que se está haciendo.

Las desigualdades sociales continúan siendo de las más altas de la UE. Una persona de renta superior en España vive diez años más que una persona de renta inferior, una diferencia doble de la media europea. Y aquí si que sería bueno que convergiéramos.

Nos queda mucho por hacer. En el sector sanitario público donde mucho hicimos, hay muchas áreas por modernizar. Mientras que la calidad científica, técnica y competencia profesional son mayores en los servicios públicos que en los de financiación privada, aquéllos deben mejorar en cuanto a la capacidad de elección, el aspecto hostelero y el trato personal, para retener a las clases medias, solidificando su alianza con las clases trabajadoras que ha sido, en Europa, el sustento del estado del bienestar.

La educación fue otra de las grandes conquistas socialista en los años 80 y 90. Fue entonces cuando ampliamos la cobertura escolar. Pero el retraso era tal que incluso hoy el gasto escolar por alumno -sea de atención primaria, secundaria o universitaria- continúa siendo de los más bajos en Europa. España continúa siendo uno de los países (junto con Turquía y Portugal) que tiene un porcentaje mayor de población adulta (72%) con escasa educación (10 o menos años). Lo mismo ocurre en la población joven (25 a 34 años), aunque en porcentajes menores. Mucho hicimos en educación pero nos queda mucho por hacer. La respuesta del PP es privatizar la educación, debilitando a la enseñanza pública y olvidando que la competitividad del siglo XXI se está jugando en la enseñanza.

El gasto en pensiones en España está por debajo del promedio de la UE e incluso por debajo del gasto por pensionista que España se merece por el nivel de desarrollo que tiene. España se gasta por pensionista el 62% de lo que se gasta el promedio de la UE (el nivel de riqueza de España es el 74% del nivel de la UE). En realidad el 68% de ancianos en España sería pobre si no existiera la Seguridad Social, uno de los porcentajes mayores en la UE. Debemos comprometernos a mejorar y expandir aquellas pensiones.

Uno de los cambios más importantes de nuestros tiempos ha sido la liberación de la mujer. Igualdad con el hombre y su demanda de integración en el mercado de trabajo. Esta integración no tiene por qué significar, como la derecha repite, el fin de la familia sino su redefinición. Las jóvenes españolas desean encontrar trabajo y compaginarlo con el establecimiento de la familia. Ahora bien, para que aquello ocurra se requieren cambios profundos en nuestra sociedad, cambios que ayuden a las familias a realizar sus tareas familiares de atención a niños, jóvenes y ancianos permitiendo a su vez a sus miembros participar en el mercado laboral. De no ser así, perpetuamos la enorme sobrecarga que hoy padecen las familias (y muy en particular las mujeres), con un gran coste humano y personal; las mujeres de 30 a 50 años son el grupo social con más enfermedades debidas al stress. Este gran coste explica el retraso que estamos viendo en el proceso de formación familiar Y que España sea hoy el país con menor fertilidad del mundo.

Los servicios sociales están muy poco desarrollados en España. Hoy España es el país de Europa que tiene más policías por 1.000 habitantes y menos asistentes domiciliarios por 1.000 ancianos. Y tantas otras cosas...

SOSTENIBILIDAD DEL DESARROLLO

Es imposible mirar hacia el futuro con honestidad sin cuestionar, en muchos de sus contenidos, el modelo de vida que se ha generalizado en los países denominados "desarrollados" y entre ellos en España. Nuestro bienestar está erigido sobre un uso abusivo de las materias primas, del agua, de la energía; un bienestar por el que pagamos un alto coste en términos de contaminación del aire, del agua, del suelo..., de creciente desaparición de especies y de ecosistemas; de evidente agotamiento de la capacidad de "tolerancia" del planeta ante la acción humana.

Cada vez más los ciudadanos son conscientes de que su "calidad de vida" disminuye aunque aumente su "nivel de vida": consumimos cosas que duran cada vez menos y que crean problemas para la salud y para el entorno. Y generamos cada vez más basura por habitante, más residuos por unidad de producto, más contaminación por km2...

La solución a estos problemas ambientales derivados de modos no sostenibles de producción y de consumo, no puede alcanzarse sólo por el esfuerzo meritorio de las ONG’s y de todos los que se comprometen a título individual. Es necesario generar una dinámica que implique a todos los sectores de la sociedad ( empresarios, sindicatos, científicos, profesionales...) . Esto requiere una voluntad política efectiva que integre criterios de sostenibilidad en todas las áreas de la acción pública: en la política fiscal, en la política agrícola, en el urbanismo, en la política industrial y energética. Podemos, si nos lo proponemos, construir una sociedad en la que todos los ciudadanos seamos solidarios no sólo con quienes nos rodean de forma más inmediata, sino con los ecosistemas españoles, con nuestros hijos y nietos y con todos los habitantes del planeta.

En este terreno, como en tantos otros, la opción del PP ha consistido en responder en las formas y olvidarse de las políticas. A pesar de la creación de un Ministerio del Medio Ambiente, los últimos desastres ecológicos en España son un mentís rotundo a que los criterios de sostenibilidad presidan la vida económica española.

Me comprometo a integrar plenamente en todas las políticas la dimensión ecologica, de forma que, al influir en todas las políticas, afecte y modifique las actitudes ciudadanas. Una vez más, también en este caso, el planteamiento de futuro y la visión de progreso, el respeto a la naturaleza y a las futuras generaciones van de la mano de la competitividad española: tanto el turismo de sol y playa, como el de naturaleza, el cultural o el temático, para que sigan siendo una fuente importante de riqueza y empleo en nuestro país, deben asentarse sobre la conservación de nuestro medio ambiente y la integración efectiva de la sostenibilidad en todas nuestras políticas.

RECUPERAR EL PRESTIGIO DE LA POLITICA, COMO BASE DE UNA DEMOCRACIA DE CALIDAD EN LA QUE EL CIUDADANO NO SE VEA REDUCIDO AL SIMPLE PAPEL DE CONSUMIDOR Y DE ESPECTADOR

Se ha dicho muchas veces que con el derrumbe del muro de Berlín, la democracia triunfó sobre sus enemigos. Pero lo paradójico de este triunfo es que su celebración se ha producido en medio del descrédito de la política. Un descrédito que tiene una triple causa: ideológica, económica y moral. Hoy, las personas y los grupos hemos ganado en capacidad de reflexión, y de conocimiento.

Además, vivimos en una sociedad en la que, por el esfuerzo que hemos desarrollado sobre todo los socialistas, ha aumentado extraordinariamente el nivel de la formación de los ciudadanos. Por eso, la política no puede ya tratar a la gente como masas pasivas, amorfas e ingenuas, sino como individuos con capacidad de discernimiento, que quieren tomar opciones y que quieren contar en las decisiones. Los ciudadanos del siglo XXI querrán someter de modo creciente a los políticos a la obligación de rendir cuentas y, en consecuencia, querrán forzarles a ser sensibles a sus intereses.

Más que nuevos campos de acción, lo que la gente reclama de la política son mejores controles. Ante esta demanda, la situación deja bastante que desear. Los políticos seguimos detentando una delegación desproporcionada y nos hemos convertido en agentes más bien extraños a las inquietudes de los ciudadanos y poco sensibles a sus demandas.

El juego polí> ¡Transferencia interrumpida! listas (comentadores, politólogos, expertos y creadores de opinión) que, sobretodo a través de los sondeos, como dice Patrick Champagne, "pretenden "hacer hablar al pueblo", pero lo hacen al modo de los ventrílocuos que prestan su voz a sus marionetas".

Algunas veces hemos tenido la sensación en estos años pasados de que, como decía Galbraith, el precio de la riqueza privada era convivir con la miseria pública. Hemos asistido a cómo la lógica mediática ha ido colonizando el espacio público de la comunicación política: imágenes, eslóganes, o el anuncio de un escándalo alcanzan el peso y la importancia de una decisión política, hasta tal punto que en muchos casos, la actividad política se ha convertido en deudora y subalterna del entramado de intereses mediáticos.

Por último, vivimos una situación en la que las reglas de juego de la democracia pluralista, el alma de nuestra Constitución, están dañadas. Se ha perdido el sentido profundo de la democracia, por el que los adversarios políticos compiten lealmente y no se tratan como enemigos, las diferencias de visión política se dirimen en las urnas sin la connivencia de otros poderes para derribar al enemigo, el consenso se construye en todos los temas que interesan en común a todos los ciudadanos. Tenemos que superar la divergencia entre lo que demandan los ciudadanos de la política, y lo que la política les ofrece.

Las primarias han sido vistas desde fuera del PSOE como una oportunidad, porque quienes han ganado en capacidad de decisión han sido los electores internos, y esa reforma respecto a cómo un partido funciona internamente ha sido vista como un mensaje de lo que queremos también para la sociedad. El PSOE tiene que seguir enviando señales en esta dirección, proponiendo la mejora de los mecanismos de representación y participación popular. Mecanismos de democracia directa, reformas institucionales respecto a los partidos, la legislación electoral, el funcionamiento de los parlamentos y el régimen de los parlamentarios, nos harán creíbles frente a esa izquierda sumergida que se ha visto desmoralizada por las escasas posibilidades de influir y condicionar el mundo de la política.

La Justicia española también demanda una reforma con profundidad. Existe un consenso entre la población española de que la Justicia es muy lenta, cara y, en ocasiones, injusta. Desbloquear el funcionamiento de la justicia, será de un enorme beneficio para los ciudadanos y también para aumentar la seguridad jurídica de las transacciones económicas en nuestro país. Las penas de prisión continúan careciendo de un carácter verdaderamente reeducativo. Finalmente, la incapacidad del sistema judicial para resolver problemas recurrentes como los malos tratos a las mujeres es un claro síntoma de que algo no funciona correctamente.

Los jóvenes se sienten indiferentes ante el discurso político, cuando no agredidos, debido a las contradicciones que perciben entre las palabras y los hechos. Una de las tareas más nobles que tenemos por delante es conseguir que el muro generacional sea derribado y que los jóvenes, que ahora se abren a la vida social y a la vida laboral, vayan también cogiendo las riendas de una política que ellos habrán de conducir en el siglo XXI.

Podemos decir con razón que el futuro de la política dependerá de la inteligencia y la voluntad disponibles en la izquierda para emprender un programa de reforma e innovación de gran calado. Y ese programa deberá ser un eje de la oferta que hagamos a los electores en el próximo futuro.

HUMANIZAR NUESTRA CONVIVENCIA Y REFORZAR NUESTRA CULTURA CIVICA COMO BASE DEL RESPETO Y EL IMPULSO A LA PLENA REALIZACION PERSONAL DE CADA INDIVIDUO

Somos un país europeo de pleno derecho, pero nos falta aún mucho para que nuestra convivencia cívica sea homologable a la de algunas sociedades europeas que son mucho más humanas que la nuestra. Esto abre un campo muy importante de reflexión sobre la modernización cívica de nuestro país. Los y las socialistas consideramos que no puede haber liberación social sin liberación personal. La individualidad es aquella cualidad que hace única a cada persona. El respeto y el impulso a la individualidad son requisitos previos al respeto y el impulso de la diversidad. Sólo en la diversidad puede darse la libertad, la tolerancia, y la igualdad. Estas son nuestras ideas, motores para progresar hacia una sociedad más humana y una convivencia cívica de mayor calidad.

Por ello y para ello:

Queremos una sociedad de ciudadanos activos, con la seguridad del apoyo colectivo.

La responsabilidad pública, debe asegurar a cada persona una igualdad de oportunidades a través de los servicios del Estado de bienestar en educación, sanidad, servicios sociales. Pero la mano tendida de la responsabilidad pública no sirve para nada si nosotros no tendemos también nuestra propia mano y hacemos un esfuerzo para levantarnos.

Si Bad Godesberg fue el momento en el que el socialismo planteó su posición respecto al mercado, con aquella frase de "tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario", hoy deberíamos referirnos a la responsabilidad individual de cada uno con una sentencia parecida: "tanta responsabilidad individual como sea posible, tanta responsabilidad pública como sea necesaria".

Para que España progrese necesitamos ciudadanos activos, capaces de tomar sus propios riesgos, porque tienen la suficiente seguridad suministrada por la colectividad para tomarlos, capaces de tener sus propias iniciativas, porque las políticas públicas les potencian para ello.

Queremos una sociedad sin excluídos

Nos vanagloriamos de ser una sociedad civilizada: pero no hemos sido aún capaces de suprimir las barreras físicas para los discapacitados y minusválidos. Decimos que todos somos iguales ante la ley, pero no basta con eso para asegurar una vida feliz a nuestros discapacitados síquicos. Ellos necesitan trabajo, vida social, y terapia familiar: ¿dónde pueden conseguirla?.

¿Nos damos cuenta que los mayores tienen tantas ansias de vivir como nosotros, de desarrollarse como nosotros, de aprender como nosotros, de ser respetados como nosotros?

¿Estamos realmente satisfechos, como país, de la situación y, sobre todo, del destino de la minoría gitana? ¿Podemos asegurar que ellos se sienten tan satisfechos como nosotros de su país?

Decimos que somos un país amigable, no xenófobo ni racista. Pero, ¿reconocemos que los inmigrantes están contribuyendo a la riqueza de todos?. ¿Tenemos mecanismos de integración, clases gratuitas de enseñanza, procesos de transición cultural y de preservación de la cultura propia adecuados, mecanismos apropiados para su socialización, disposiciones legales dignas en este terreno?

Muchas de estas cuestiones, como en el caso de los minusválidos o discapacitados síquicos, las hemos tenido escondidas, dentro del seno de la familia. La sociedad española tiene la suerte de que la familia no ha desaparecido como núcleo básico de apoyo mutuo. Y no debe desaparecer. Pero esa familia, que hoy adquiere una pluralidad de formas diversas de convivencia, todas las cuales deberían ser respetadas, debe transformarse en una unidad de solidaridad hacia adentro, pero también hacia a fuera, de tolerancia democrática entre las generaciones, y, sobre todo, de tareas compartidas por igual entre hombre y mujeres.

Una sociedad más humana.

Debemos humanizar la vida ciudadana. ¿Es una actitud humanizada dejar a los jóvenes al albur exclusivo de la industria privada del ocio y no fomentar socialmente entre ellos las tareas de voluntariado en las organizaciones de consumidores, en las de solidaridad, en las ONGs?. Y, ¿es una sociedad humanizada la que permite, como aún sigue siendo el caso, que una gran cantidad de los casos de brutales asesinatos de mujeres a manos de sus maridos hayan sido ya denunciados con anterioridad por las víctimas?, o que permite que gastemos en España más en las consecuencias de nuestras cifras escandalosas de accidentes laborales que en cobertura del desempleo?.

Una sociedad más culta.

Debemos dar un salto cuantitativo y cualitativo en el campo cultural. Es preciso acabar de una vez con la política de gastos y saraos para ocuparse de verdad de los hechos culturales. La cultura debe ocupar un lugar estratégico en el fomento de los valores ciudadanos, pues la belleza es útil y divertida, enseña y engrandece; su creciente importancia como sector de creación de riqueza y empleo debe ser estimulada y su papel como complemento indudable de la aportación que España puede hacer al mundo no puede seguir siendo relegado. Dentro de los límites de la política, podremos contribuir entre todos una sociedad más humanizada si elevamos nuestro nivel de cultura cívica.

La nueva política debe estar presidida por una nueva ética cívica, cimentada en una serie de valores: el valor del compromiso cívico personal con las leyes democráticas; el valor del respeto de cada uno por el patrimonio colectivo; la observancia de los derechos humanos de la persona y de la infancia; la autonomía individual unida a la interdependencia de las personas; la completa equivalencia de los sexos en la política, el trabajo y las obligaciones privadas; la solidaridad colectiva ante la enfermedad, la ignorancia, la vejez, la pobreza y el desempleo; el respeto a las opiniones ajenas y el diálogo como método de consenso.

Esta ética y esta cultura cívica no surgirán por generación espontánea. Nuestra obligación es infundirla a través de la educación. Por ello, la cultura cívica debería convertirse en una materia de atención colectiva infundida desde la escuela, reflejada en el compromiso de los intelectuales y en la deontología de los profesionales, difundida por los medios de comunicación y practicada explícitamente por los políticos.

Estos son cinco son los ejes de reflexión que os proponemos. Como veis no están acabados. Son simplemente, un repaso, nuestro repaso a la situación de la realidad española, al nuevo entorno mundial y europeo en la que ésta se mueve, a los retos de nuestro país y a sus oportunidades, a las carencias de nuestra sociedad y a sus problemas.

Necesito que esta visión de la realidad que os he expuesto, se vea enriquecida por todos los ciudadanos que quieran opinar. Este es el ejercicio de política abierta que os proponemos. Queremos preguntar, queremos escuchar. Escuchar a los jóvenes, a las mujeres, a las personas mayores; a los trabajadores, a los profesionales y emprendedores y emprendedoras, a los funcionarios y funcionarias. Y después de esta reflexión en común entre los ciudadanos y los socialistas, presentaremos a la sociedad nuestra oferta electoral.

Los ciudadanos y ciudadanas españoles deben comenzar a reflexionar y entender que se enfrentan a dos posibles opciones: La opción del PP, una opción conservadora, cuyo principal activo es una situación económica que ellos no han construído, una opción basada en viejas políticas, que se limita a la gestión pragmática e inmediata del poder y que ni va a preparar a España para los grandes cambios que ya está experimentando el mundo ni va a resolver a los ciudadanos los problemas, las dudas y las incertidumbres que se le plantean en esta situación.

Nosotros proponemos una opción de seguridad, y preparación ante el cambio permanente, necesario, inevitable. La política de cohesión que proponemos es una garantía para el futuro: la cohesión social contra la plaga del desempleo; cohesión e integración de nuestra sociedad como aliada de la competitividad, la cohesión territorial como garantía de la convivencia pacífica y plural de las regiones y nacionalidades de España, la calidad de la democracia y de la ciudadanía como garantías de la cohesión política en los temas que importan a todos los españoles.

A esta tarea os convoco.

MANIFIESTO PARA UNA NUEVA EPOCA

3-Octubre-1998

MANIFIESTO PARA UNA NUEVA EPOCA  

 

Los socialistas llamamos a los ciudadanos y ciudadanas a una reflexión colectiva sobre los grandes desafíos a los que hoy se enfrenta nuestra sociedad y nuestro país.

Este es un momento crucial para construir una política abierta que nos permita aprovechar, entre todos, las oportunidades de un mundo globalizado y para que sepamos amortiguar también los riesgos a los que nos enfrentamos. Nuestro compromiso es trazar un nuevo camino, con la participación de todos, para un proyecto adecuado a una nueva época.

El proyecto de progreso que queremos desarrollar y a cuya elaboración os invitamos a participar, puede articularse en torno a cinco grandes objetivos.

Hacer compatibles y complementarias la cohesión social, la competitividad de la economía y la sostenibilidad del desarrollo, aprovechando las ventajas y superando los riesgos de un mundo globalizado

La mundialización y las nuevas tecnologías son una nueva y dinámica realidad. Queremos que sirvan para beneficio de todos y no para el enriquecimiento de unos pocos.

Una nueva política para una nueva época debe ser capaz de relacionar de modo positivo para la sociedad la revolución tecnológica, la eficacia productiva, la apertura de fronteras, el pleno empleo, la defensa del medio ambiente y la solidaridad como garantía de los derechos que construyen la igualdad y dan sentido a la libertad.

Vivimos un gran cambio. La mundialización ha supuesto la globalización de los mercados y la reestructuración a escala mundial de las actividades productivas. Este gran cambio está rompiendo la cohesión social de los países desarrollados que no saben adaptarse, está dividiendo al Tercer Mundo entre países aceleradamente emergentes enfrentados a una brutal crisis financiera y los que se hunden sin esperanza, y ha inaugurado una carrera en pos de la competitividad que dificulta el desarrollo sostenible a escala planetaria.

Sin embargo, la mundialización puede y debe ser una oportunidad de crecimiento para todos. Los países que incrementarán su competitividad en el futuro son los que den a sus ciudadanos seguridad y cohesión social para afrontar los cambios. El Estado de bienestar es funcional y coherente con la orientación económica que proponemos para España. No podemos entrar en el siglo XXI marcha atrás, hacia los salarios bajos y la eliminación de los gastos sociales. Para progresar en el nuevo entorno, nuestra apuesta es la producción competitiva de calidad, y ésta sólo será posible en una sociedad socialmente cohesionada e integrada.

Para la nueva época necesitamos en España políticas que, manteniendo el adecuado control del déficit público, mejoren la eficacia del sistema de protección social en la salud, la educación y los servicios sociales. La separación del sector público y privado, tanto en sanidad como en educación, no favorece ni a las clases populares ni a las clases medias ni a la cohesión social que queremos. Necesitamos una síntesis de los mejores elementos de ambos sistemas, en un sistema universal y de financiación pública. Además el Estado del bienestar en España tiene que desarrollar su atención a la infancia y a la tercera edad, liberando así de carga de trabajo a la mujer española, que es quien asume su cuidado privado.

Esa sociedad cohesionada que queremos no puede mirar hacia el futuro con honestidad sin cuestionar, en muchos de sus contenidos, nuestro modelo de vida y de bienestar, de producción y consumo. Un bienestar erigido sobre un uso descuidado o abusivo de las materias primas, del agua o de la energía, significa, a escala nacional, europea y planetaria, pagar un alto coste en términos de contaminación, de creciente desaparición de especies y de los ecosistemas.

Es necesario generar una dinámica social que se plasme en una voluntad política efectiva para integrar criterios de conservación del medio ambiente en todas las áreas de la acción pública: en la política fiscal, en la política agrícola, en el urbanismo, en la política industrial y energética.

En esta nueva época, el gran reto de España es avanzar hacia el pleno empleo sin convertir el trabajo en una simple mercancía, y sin permitir salarios de pobreza y precariedad que impiden la formación laboral. Rechazamos el camino de las políticas neoliberales que pretenden resolver el problema del desempleo a costa de dualizar la sociedad, pero tampoco podemos aceptar la existencia de un paro estructural que, en nuestro país, dura ya veinte años. Hemos de combatir las situaciones de necesidad como las de inutilidad del ser humano.

Desde la transición a la democracia, hemos visto cómo el empleo crece en las épocas de expansión económica y se contrae en las épocas de recesión. Pero siempre, incluso en los mejores momentos de crecimiento de nuestra economía, los desempleados se han contado por millones, que se sienten inútiles a la fuerza y sometidas al tormento de la sensación de que no valen nada para nadie.

Las sociedades que hoy crecen hacia el futuro lo hacen considerando más importante su capital humano, la cualificación de sus trabajadores y de sus emprendedores, que su capital financiero. Por ello, queremos colocar en primer plano el esfuerzo colectivo por aumentar el nivel de preparación de los españoles y el nivel tecnológico y competitivo de nuestras empresas, mediante una apuesta radical por la educación y el progreso científico y técnico como las palancas claves del crecimiento económico español.

A nadie se le oculta la complejidad del desempleo en España y no queremos avanzar fáciles soluciones universales al mismo. Pero sí queremos comprometernos ante los ciudadanos españoles a que, en un futuro gobierno socialista, la lucha contra el desempleo será nuestra prioridad y nuestra más ardiente ambición. 

Recuperar el prestigio social de la política, como base de una democracia de calidad, en la que el ciudadano no se vea reducido al simple papel de consumidor y espectador

Los ciudadanos tienen hoy un nivel mucho mayor de formación e información. Y, paradójicamente, se sienten impotentes para condicionar los procesos de decisión política. Eso explica su desafección hacia la política y los partidos. Los ciudadanos exigen cada vez más hablar por sí mismos, y aspiran a una mayor información, trasparencia y control sobre los asuntos públicos. Los ciudadanos esperan de la política más participación directa, mejores controles, reformas en el funcionamiento de las instituciones y de los partidos, reformas de la legislación electoral, del funcionamiento de los parlamentos, y mejores contrapesos del poder judicial y de los poderes mediáticos.

Los jóvenes se sienten indiferentes ante el discurso político, cuando no agredidos, debido a las contradicciones que perciben entre las palabras y los hechos. Seguir ofreciendo un discurso monolítico con ideas-fuerza estáticas que no responden a la realidad cambiante que ellos perciben, hace que se sientan desconcertados e incluso irritados, si además los hechos y los comportamientos no recogen los valores de solidaridad, igualdad y justicia social generalmente compartidos por los jóvenes. La nueva política socialista tiene que acoger ese reto y romper el muro generacional para construir el nuevo proyecto político de la izquierda española. Nuestra obligación es encontrar los medios eficaces para devolver la política a los jóvenes, y los jóvenes a la política.

Construir una Europa política, mas solidaria en su inspiración, más democrática en las relaciones con los ciudadanos, más eficaz en su sistema de decisión, capaz de jugar en un mundo fragmentado el papel que ningún país puede ya jugar en solitario

Ahora, cuando once de los quince países de la Unión tienen gobiernos socialdemócratas, debemos poner en primer plano nuestra política europea por dos grandes razones:

Primero, porque sólo en una Europa integrada podrá España desarrollar una política social avanzada.

Segundo, porque los objetivos de nuestra política exterior pueden alcanzarse mucho mejor integrándolos en una política europea más ambiciosa que la actual.

Por eso los socialistas defendemos una política presupuestaria coordinada para el conjunto de la Unión, como la establecida en el pacto de estabilidad. Pero, además, defenderemos también un instrumento presupuestario común, financiado de forma más progresiva, que permita hacer frente a los problemas que puedan afectar a uno de sus miembros.

No debemos tampoco admitir que después de haber acabado con el dumping comercial y el dumping monetario, sea el dumping social o el dumping fiscal los que determinen la competitividad de los territorios de la Unión.

En la era de la mundialización España debe influir activamente en el quehacer europeo para ganar peso e influencia en el mundo y aportar soluciones a los desequilibrios económicos, financieros y medioambientales internacionales. El impulso a una política mediterránea que permita a España situarse en el centro de un área de progreso y no en una frontera hostil, así como un pleno desarrollo de la política latinoamericana de España, pueden alcanzarse mucho mejor si se integran en una política exterior común europea más ambiciosa y vigorosa que la actual.

Más allá de nuestros propios intereses, España tiene una importante contribución que hacer, en Europa y en los foros internacionales, para avanzar en la solución de los problemas actuales de un mundo inestable y fragmentado. Aspiramos a una Unión Europea que continúe extendiendo la defensa de los derechos humanos, la ayuda humanitaria y la cooperación económica en las zonas desfavorecidas del planeta, y que se convierta en un auténtico trampolín para plantear a escala mundial soluciones efectivas a los problemas de falta de regulación de los mercados financieros, los poderes privados globales y la degradación de los ecosistemas.

Preservar a España como identidad política, como Estado y como nación

Nos preocupa extraordinariamente el desorden autonómico que se está produciendo en nuestro país. Tensiones entre territorios, agravios comparativos, desarmonización fiscal, han preferido a un progresivo deterioro de los fundamentos autonómicos y constitucionales de la estructura del Estado. Hoy, a los dos años del gobierno de la derecha con los nacionalistas, las reivindicaciones extremas y la falta de consenso caracterizan este delicado tema de nuestra política.

La política del Gobierno en esta materia es un fracaso absoluto. No tiene un proyecto para España, sino un simple afán por permanecer en el poder a costa de lo que sea.

Los socialistas tenemos un proyecto de país, una idea de España y de la estructura del Estado. Creemos en la Constitución y en los Estatutos y en la convivencia de las comunidades y pueblos de España desde su autogobierno en un estado que asegure la cohesión entre nuestros territorios y entre los españoles, garantizando la igualdad de derechos básicos de todos los ciudadanos.

Queremos recuperar los valores implícitos en nuestro pacto constituyente y reiterar que nuestro marco constitucional ha permitido un grado de autogobierno como nunca tuvimos en nuestra historia, asemejándonos a los Estados federales más descentralizados del mundo. Las pretensiones de reformar la Constitución alterando nuestro modelo territorial fracturan el pacto constituyente, fragmentan el país y nos abocan a una organización territorial imposible en el marco de la Unión Europea. Perfeccionar la Constitución es posible, incluso deseable, si lo hacemos por consenso y respetando las reglas para ello.

El PSOE propone a las fuerzas políticas un diálogo sereno y riguroso sobre esta cuestión capital de nuestra historia política y de nuestro presente. Creemos que hay que desarrollar la Constitución y los Estatutos desde una perspectiva federal. Un federalismo de la diversidad que, reconociendo los hechos diferenciales, impulse el desarrollo autonómico y mantenga la cohesión política de España.

Humanizar nuestra convivencia y reforzar nuestra cultura cívica

Debemos ser capaces de construir una sociedad más humanizada para esta nueva época, como base del impulso a la plena realización personal de cada individuo. No puede haber contraposición entre socialismo e individualidad. Debemos progresar en una sociedad que mantenga la responsabilidad colectiva a través de los servicios públicos de bienestar, pero que impulse igualmente la responsabilidad individual de cada ciudadano.

Queremos construir una España para todos, en la que la familia y las nuevas formas de convivencia sean un núcleo de solidaridad, tolerancia y responsabilidades compartidas. En la que los minusválidos o discapacitados puedan desarrollarse como los demás ciudadanos. En la que los mayores puedan realizarse. En la que minorías, como la gitana, tengan en su país más oportunidades y más justicia, en la que los inmigrantes y los refugiados puedan comenzar efectivamente una vida decente.

Queremos humanizar la vida ciudadana, en una sociedad que fomente las tareas de voluntariado de los jóvenes y no los deje al albur exclusivo de la industria del ocio; una sociedad en la que las horas de trabajo permitan dedicarse a la educación de los hijos y a las tareas en comunidad; una sociedad en la que desaparezca las cifras escandalosas de accidentes laborales, la barbarie de los malos tratos y de los crímenes domésticos contra las mujeres.

En el umbral del siglo XXI la cultura en España debe dar un salto cuantitativo y cualitativo, por su valor estratégico en el fomento de los valores ciudadanos, por su creciente importancia como sector de creación de riqueza y empleo, y por que es un complemento inestimable de la aportación que España puede hacer al mundo. La cultura es antídoto contra la barbarie.

Pero no será posible progresar en la humanización de nuestra sociedad y en su nivel de cultura cívica sin apelar a los valores, los ideales y las ideas. La nueva política debe estar presidida por una nueva ética cívica, cimentada en los valores del compromiso personal con la legalidad democrática; el respeto de cada uno por el patrimonio colectivo; la observancia de los derechos humanos de la persona y de la infancia; la autonomía individual unida a la solidaridad y la cooperación entre las personas; la completa equivalencia de los sexos en la política, el trabajo y las obligaciones privadas; la solidaridad y el compromiso colectivo ante la enfermedad, la ignorancia, la vejez, la pobreza y el desempleo; el respeto a las opiniones ajenas y el diálogo como método de consenso; la educación en la libertad complementada con la responsabilidad.

Esta ética y esta cultura cívica no surgirán por generación espontánea. Nuestra obligación es infundirla a través de la educación, los medios de comunicación, el compromiso de los intelectuales y la pedagogía y ejemplaridad cívica de los políticos.

Vivimos en Europa y en España un momento histórico. Tenemos ante nosotros dos caminos.

Uno de ellos es el del PP y su gobierno. La derecha no está atacando aún de un modo frontal al Estado de bienestar español, puesto que no ha tenido los apoyos electorales necesarios, pero están minando sus bases. La derecha no dice que no le importe el empleo, pero simplemente lo abandona a los efectos inducidos por el actual ciclo de crecimiento económico. Su política está hueca, salvo de propaganda. La derecha no dice que no le importe Europa. Pero si entre 1978 y 1996 España pasó del aislamiento a la influencia, vemos ahora con honda preocupación cómo está deslizándose hacia la irrelevancia en Europa y en el mundo.

Nosotros proponemos una opción de seguridad y estímulo ante el cambio. La nueva política que proponemos es una garantía para el futuro: la cohesión social contra la plaga del desempleo; la cohesión social como aliada de la competitividad española, la cohesión territorial como garantía de la convivencia pacífica y plural de las regiones y nacionalidades de España, la calidad de la democracia como garantía de la cohesión política en un proyecto de país que va más allá de un programa electoral.

Queremos construir, con todos, un futuro abierto y seguro para todos, una sociedad española que se adentre en el siglo XXI basada en los derechos, las oportunidades y la responsabilidad individual y colectiva. A esa tarea os convocamos llamando a la participación activa en la definición de nuestro Programa Electoral.