ZAPATERO Y LA TENTACIÓN UNILATERALISTA

Artículo de Valentí PUIG en "ABC" del 24-2-03

Persiste el PSOE en mantener la sensación de que la credibilidad política de Rodríguez Zapatero requiere el rechazo de cualquier resolución de las Naciones Unidas que contenga una señal afirmativa a la intervención militar contra el régimen de Sadam Husein. El líder socialista adopta así una actitud que le deja en una ubicación algo excéntrica tanto respecto a la socialdemocracia actuante en la Unión Europea como al poso de doctrina en materia de seguridad y defensa que ha quedado de los años del PSOE en el poder, especialmente desde que el ministro de Exteriores Fernando Morán fuese retirado de escena para que el felipismo pudiera coreografiar la permanencia de España en la OTAN.

Es deducible que Rodríguez Zapatero quiera asumir como muy suyas las voces de los cuantiosos manifestantes contra la guerra. Está por ver si persistirá plenamente en su rechazo frontal o si irá matizando su postura, hasta alinearse con el consenso de los Quince, socialdemocracia incluida. Lo cierto es que de una primera impresión pudiera colegirse que Rodríguez Zapatero calculó su jugada prioritariamente en términos de política nacional, sin considerar los factores de orden internacional. El PSOE ha apostado mucho al esquivar tan drásticamente la propuesta de consenso europeo que le ofrecía Aznar con cierta dosis de veneno. El efecto inicial ha sido verse trasladado a un incómodo unilateralismo. De pensar que el Gobierno del PP se quedaba solo hemos pasado a un aislacionismo muy curioso del PSOE, fastidiosamente arrimado a la soflama anti-imperialista de Izquierda Unida.

La existencia de una opinión pública reacia al fenómeno histórico de la guerra no equivale a suponer que un país pueda tomarse a broma su defensa y sus compromisos con la seguridad colectiva. Existe el precedente poco ejemplar del Partido Laborista británico: su voluntad de desarme nuclear unilateral le alejó del poder durante largos años, hasta que sus líderes lograron soltar lastre neutralista y asumieron con claridad el compromiso atlantista. En los años ochenta, todavía en tiempos de la guerra fría, los laboristas asumieron una estrategia de unilateralismo que pasaba por abandonar su fuerza nuclear disuasoria y por convertir el territorio británico en zona libre de armamento nuclear norteamericano. Estamos, sin duda, muy lejos de las circunstancias estratégicas que tiene que considerar Rodríguez Zapatero pero lo cierto es que la tesis de un desarme nuclear unilateral ni el neutralismo anti-americano nunca sedujeron a la mayoría de la opinión pública británica aunque hubo movilizaciones espectaculares. En esas condiciones, el electorado pensó que los laboristas no podían ser un partido de gobierno. Permanecieron en la oposición hasta que sucesivos liderazgos -como el de Neil Kinnock, hoy en la Comisión Europea- cortaron las alas al sector radical. Las encuestas de la época dan consistentes mayorías del electorado favorable al mantenimiento del arsenal nuclear. Ahí vemos como el temperamento de la opinión pública puede no pocas veces reflejar instintos contradictorios.

Por el instante, Zapatero está en una disposición más incómoda que compleja, entre otras cosas porque actúa en clave rasa. De ir unos pasos más allá, tal vez en cuestión de días, la complejidad puede írsele apareciendo de forma creciente porque de su socialdemocracia de postguerra fría se esperaba un alineamiento con el internacionalismo que confía en la ley precisamente para no tener que ir a la guerra. En este caso, a efectos operativos y morales del internacionalismo, no hay otra ley que lo que diga el Consejo de Seguridad. Se presta a la perplejidad que un líder como Rodríguez Zapatero clame por el multilateralismo y acabe cobijando todas las incógnitas y descréditos de la tentación unilateralista.