ELITE POLÍTICA EN DUDA

  Artículo de VALENTÍ PUIG en “ABC” del 11.03.03

 

El consenso que centraba el juego político europeo anda desflecado, al contrario de aquellos tiempos en que la democracia cristiana y la socialdemocracia compartían las legitimaciones del atlantismo como sostén de la seguridad europea. Son los embates de la crisis de Irak en la clase política de Europa. Frente al inhibicionismo de Schröder, Ángela Merkel ha ido a EE.UU. para matizar la actitud del Gobierno alemán: Merkel, en nombre de la democracia cristiana alemana, tiene mucho más que ver con la actitud de Helmut Kohl. La precipitada caída de Schröder en las encuestas hace pensar que una democracia cristiana de nuevo en el poder sabría recomponer, bajo el liderazgo de Ángela Merkel, el estropicio que el actual eje franco-alemán ha causado en la UE. Ya tiene menos solidez la política de confiar en una postración económica de Alemania que desplace aún más el centro de gravedad europeo. Alemania puede levantar cabeza, aunque haya atisbos de arterioesclerosis en su sistema económico y que cien alemanes pierdan su puesto de trabajo cada hora. Su política exterior necesitará un tiempo para recuperarse.

En Francia aparece las discrepancias y son figuras del centro-derecha las que critican el numantinismo de Chirac. Voces como Pierre Lellouche -ex asesor de Chirac en temas internacionales-, el veterano Poniatowski, el liberal Alain Madelin y diputados de las nuevas generaciones se llevan las manos a la cabeza al ver cómo Chirac echa por tierra las relaciones con EE.UU.. Desde la otra posición, el liderazgo de Aznar mantiene cohesionado al PP, aunque no faltan los concejales que rezongan al dar por perdido su lugar de hoy en el cartapacio municipal. Por su parte, Blair está padeciendo la crisis en la primera fila del laborismo: alguna dimisión en su Gobierno y algunos ministros radicales amenazan con irse si hay intervención en Irak. La pugnaz Clare Short ha advertido que dejará el Gobierno si no hay segunda resolución. Esas dudas hamletianas ya se dieron en la Europa de la crisis de Abisinia, del apaciguamiento de Munich, del bloqueo de Berlín o de la guerra de Corea. Ocurrió lo mismo cuando la fractura de Yugoslavia. Son élites políticas que han preferido no tener que explicarle a sus electorados que durante años la seguridad de Europa la ha proporcionado Norteamérica casi gratis.