INDEMNIDAD DE ARAFAT

 

 Artículo de Valentí PUIG  en  “ABC” del 21/05/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

 

Abdullah II ratifica que los monarcas jordanos aconsejan bien al decirle a Arafat que se mire al espejo y luego se quite de en medio. A pesar de la tradicional desunión del mundo árabe, la incomodidad con Arafat es recurrente. Resulta asombrosa la indemnidad de Arafat en los últimos tiempos y la complicidad mediática con que cuenta para presentarse como víctima siendo como es uno de los obstáculos más contumaces para la paz en el Oriente Medio. Dice la leyenda que al dar paso a la Administración de Bush jr, la única llamada del dolido Bill Clinton a la Casa Blanca fue para advertir que no se fiasen para nada de Arafat. Las buenas gentes de Palestina han tenido la inmensa desgracia de tener a Arafat como líder. Ahora todo el mundo lo sabe, pero no lo dice.

Para este domingo se supone que Ariel Sharón hará público su nuevo plan para la retirada de Gaza, después de que su partido -el Likud- rechazase el plan anterior para el que contaba con la aprobación de los Estados Unidos. Mientras, Arafat lleva ya más de dos años asediado en Ramallah, asido de la turbulencia que él mismo genera, históricamente incapacitado para construir algo en beneficio de su gente. Sus métodos son la corrupción, el autoritarismo y la sumisión a los agentes del terror. Con toda la ayuda económica internacional que la Autoridad Palestina ha recibido, Gaza podría hoy ser una nueva versión del Líbano próspero. La cleptocracia y la imposición de las franquicias de la Autoridad Palestina han destruido la economía de la zona. Los terroristas de Hamás operan a sus anchas. En estos casos, según parece, la solución consiste en culpar de todo a Israel. Lo hizo Arafat una vez más en un discurso televisado hace unos días con motivo del 56 aniversario de la «Catástrofe» -es decir, de la fundación del Estado de Israel-. Arafat convocó a los palestinos a «aterrorizar al enemigo».

AUNQUE el mal viene desde el principio, lo mejor para los palestinos hubiese sido que el trayecto de Arafat concluyera cuando rechazó la paz que Ehud Barak le ofreció en Camp David, bajo los auspicios de Bill Clinton. El escritor israelí Amos Oz, miembro eminente del movimiento «Paz ahora» vio por televisión el regreso exultante de aquel Arafat: los eslóganes saludaban al «nuevo Saladino». Oz escribe que recordó entonces que el primer Saladino había jurado no pactar con los infieles, masacrarlos y echarlos al mar. Partidario de un Estado palestino en Gaza y Cisjordania, Oz describe a Arafat: «Se viste como Che Guevara, le tratan como a Saladino». Es impresionante que todavía haya quien considere a Arafat como hombre de paz. Esas fueron las palabras del Rey de Jordania al entrevistarle «The New York Times»: «Pienso que Arafat necesita mirarse un buen rato al espejo para poder ver si su posición está ayudando o no a la causa palestina».

UNA ancha estela de traiciones y muerte ha sido hasta ahora mismo la existencia de Arafat y se hace arduo suponer que eso vaya a cambiar. En las franjas moderadas de Palestina se espera con impaciencia y se calla con vergüenza, y también con miedo. Los fieles a Arafat, sin embargo, están en lo de siempre. A inicios de la segunda «intifada», el redactor-jefe del periódico oficial de la Autoridad Palestina criticaba a los padres que prohiben a sus hijos que participen en las manifestaciones contra los israelíes y que les digan: «No vayáis, podrías morir»: «Estas gentes abominables constituyen una quinta columna en nuestro seno y son peores que las balas enemigas». Arafat siempre tiene quien le escriba.