¿TODOS
LOS PACIFISMOS SON BUENOS?
No
cabe estar contra todas las guerras, porque es un sinsentido que la historia ha
demostrado peligroso, ni camuflar el desmedido interés comercial bajo el ansia
de paz como hace Chirac
Artículo
de Pilar
Rahola,
escritora, en "El Periódico" del 5-3-03
Con un añadido al final (L. B.-B.)
En alegoría literaria, me pregunto: ¿de qué hablamos cuando decimos que
hablamos de la paz? Como es obvio que el no a la guerra es el lema más
fácil del mundo, y sólo necesita buena predisposición del alma, me atrevo a
asegurar que no todas las familias del pacifismo son tan bonitas, y ello a
riesgo de intentar el matiz crítico en estos tiempos aciagos para el
pensamiento. Por supuesto, es casi obligado hacer un acto de fe antibélico,
para no caer en sospecha. Desde esta perspectiva, mi no a la guerra es
contundente, pero ya no sé si llega más lejos la complicidad con los compañeros
de pancarta.
Hablemos de las contradicciones del pacifismo desde el pacifismo. Primero,
¿todas las guerras son malas? Esa afirmación ya la hicieron conspicuos
pacifistas como Chamberlain, que en 1938 firmó el pacto de Múnich con Mussolini
y Hitler. Su garantía de paz consiguió el récord de millones de muertos.
La historia está llena, para su desgracia, de pacifismos que matan. Por tanto,
una puede estar contra esta guerra por motivos diversos --como arriesgarnos a
dar la razón al pesado de Huntington y crear una gran fisura entre nuestra
cultura y la de mil millones de musulmanes--, pero resulta estúpido asegurar
que se está contra todas las guerras. El pacifismo integral, abstraído de la
realidad que lo motiva, no sólo es un sinsentido, sino que históricamente ha
sido un peligro.
Más perversa que la ingenuidad es el pacifismo de interés, cuya preocupación
por la paz es cero coma cero. Pongamos el exquisito ejemplo francés, aliñado
con la pimienta de considerar a Jacques Chirac un paradigma de la paz. Al igual
que ocurrió con su veto a la intervención en los Balcanes, Francia está en
contra de la intervención en Irak, porqué lleva años interviniendo. Desde su
reactor nuclear vendido a Irak --afortunadamente bombardeado por Israel-- y que
habría permitido a Sadam Husein tener armas nucleares, hasta los aviones
alquilados en la guerra contra Irán, o el papel actual de la compañía francesa
Total-Fina, explotadora de sus reservas petrolíferas, Francia está sobrecargada
de responsabilidad. Y ello sin olvidar la indiferencia con que contempló la
matanza de kurdos o la financiación del terrorismo suicida palestino por parte
de Sadam, en una actitud que no tiene nada de apología del pacifismo, sino de
defensa desalmada de sus propios intereses.
Si la Europa que intenta tener cuerpo en el mundo presenta a Francia como
paradigma, y lo hace en nombre de la paz, algunos pediremos bajarnos del
autobús. En todo caso, la crítica a EEUU desde posiciones tan bélicas como la
francesa están desacreditadas en origen.
Finalmente, el pacifismo de los espectadores del Hair, cuyas flores aún
se mantienen en los cabellos de una adolescencia no superada. Esos lejanos progres
que gritaron su antiamericanismo por los paisajes de la juventud y se quedaron
atrapados en el paraíso. Muchos de ellos no han hecho las paces con un pasado
estalinista que no tenía nada de pacifista. Me pregunto ¿dónde estaban cuando
Sadam masacraba opositores, o gaseaba el Kurdistán o alimentaba bombas en
autobuses de Israel? ¿Dónde estaba su grito de paz, noble gramática que, sin
embargo, sólo se activa cuando hay americanos de por medio? ¿Por qué no se
activa ante las víctimas del Gobierno integrista del Sudán, cuyo récord llega
al millón de muertos? Da la impresión que el antiamericanismo, esa enfermedad
infantil de Europa, continua cabalgando más allá de la razón. Y, aunque se
sustenta en nobles excusas, no deja de ser una patología de la inteligencia.
Un no, pues, a la guerra. Pero también un no a según qué
ingenuidades o perversidades. Usar el nombre de la paz en vano, sin un
pensamiento crítico que lo avale, no ayuda a la paz. Sólo abusa de ella.
AÑADIDO (L. B.-B.)
Coincido con estas ideas de Pilar
Rahola sobre el pacifismo y el chiraquismo, pero añadiría que a uno le suena
como más democrático, cívico y de izquierda que el "no a la
guerra", aquello del "no pasarán" frente a fascismos, fundamentalismos
y tiranías de toda índole (L. B.-B.)