LA CREDIBILIDAD DE ZAPATERO

 

 Editorial de  “La Razón” del 27.01.2004

 

Que el primer consejero del gobierno autónomo catalán, una institución del Estado español que representa a todos y cada uno de los ciudadanos que residen en la Comunidad, acuda a una cita clandestina con miembros de una banda terrorista y otorgue cualidad política a una pandilla de asesinos que cercena la libertad mediante el tiro en la nuca de los discrepantes, es mucho más que un «gravísimo error»; es un acto de deslealtad perfectamente previsible en el líder de un partido que comparte los fines últimos de los pistoleros, la disgregación de España, aunque en absoluto, y hay que recalcarlo, practique o justifique sus métodos.
   Pero si la actitud de Carod-Rovira no debe sorprendernos, si nos parece muy preocupante la respuesta de sus socios de gobierno, en especial la del Partido Socialista de Cataluña, que han despachado el asunto con una simple nota de lamentaciones. Más aún, cuando el presidente de la Generalitat, Pacual Maragall, ni siquiera ha salido a dar la cara ante un comportamiento que compromete gravemente a su gobierno y, por ende, a todo el pueblo de Cataluña que, desde siempre, ha sido ejemplo de solidaridad y compromiso con las víctimas de la violencia, sin distinción de origen o lugar de residencia.
   No hay que buscar, sin embargo, interpretaciones esotéricas a lo que está, por desgracia, meridianamente claro; y es que Pascual Maragall no puede sostenerse al frente del gobierno autónomo catalán sin los votos de ERC. Cualquier decisión que fuera más allá de lamentar el «gravísimo error» de su socio supondría un riesgo evidente de ruptura y de la pérdida del poder. Rehén de un pacto desigual, no queda otra que esperar a que amaine la tormenta.
   Para José Luis Rodríguez Zapatero, lo ocurrido llega en el peor momento. Que su partido mantenga el pacto de gobierno con con un individuo que ha intentado negociar con los terroristas una selección de víctimas por razón de origen, tiene una más que difícil justificación, independientemente de que nos encontremos en período electoral. El PSOE, firmante del pacto de Estado contra el terrorismo y cuyos militantes y representantes ciudadanos son víctimas frecuentes de los asesinos, no puede permitir que una actuación de este tipo quede sin consecuencias.
   En política, como en otros órdenes de la vida, hay pactos imposibles, imperativos morales con los que no se puede transigir. Si Pascual Maragall se niega a destituir a Carod- Rovira, que negocia clandestinamente con terroristas y acude a las llamadas de los pistoleros, tendrá que ser la Ejecutiva Federal quien tome las decisiones. Todo, menos perder la legitimidad.