BUSH TOCA A REBATO

 Editorial de   “La Razón” del 10/06/2004

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Como era de esperar, el presidente de los Estados Unidos, George Bush, ha conseguido el respaldo internacional a su política iraquí con una nueva resolución de la ONU, también votada por España, que no sólo le reconoce el mando sobre las fuerzas aliadas desplegadas en Iraq, sino que, además, anima al resto de los países e instituciones multinacionales a colaborar activamente en la pacificación del país árabe y a contribuir en las medidas de protección del futuro contingente de Naciones Unidas. Dicho en otras palabras, pide el envío de las unidades militares que se consideren necesarias para garantizar el éxito de la misión.
   Washington no ha querido dejar pasar la oportunidad y ayer mismo, en el escenario de la reunión del G-8, su presidente pidió la implicación de la OTAN en el proceso de transición iraquí. Ya bajo el paraguas de la ONU, a la Alianza Atlántica le será muy difícil negarse a la petición de ayuda de su principal aliado y más si tenemos en cuenta que una quincena de sus miembros ya mantienen tropas en el escenario iraquí. De hecho, la respuesta de la Alianza ha sido, también, rápida y desde Bruselas se afirma que en la próxima cumbre de Turquía se analizará con todo cuidado la propuesta norteamericana. Se mantienen las reticencias de Francia y Alemania, pero mucho más dulcificadas, hasta el punto de que no se descarta una repetición a gran escala de la misión en Afganistán.
   En este escenario, se hace muy difícil tratar de desentrañar la política exterior de nuestro actual Gobierno. España, miembro de la Alianza Atlántica y del Consejo de Seguridad de la ONU, afirma que no volverá a enviar tropas a Iraq bajo ninguno de los dos paraguas legales y pese a las recomendaciones de la resolución de Naciones Unidas, aprobada con su voto. La contumacia en el error que supuso la precipitada retirada de Iraq, aunque no dudemos de su éxito electoralista, puede acabar por dejarnos en el furgón de cola del concierto internacional. Pero es algo que suele ocurrir cuando los deseos, o los intereses a corto plazo, no coinciden con la realidad de los hechos.