LAS AMISTADES PELIGROSAS DE MARAGALL

 Artículo de JOSÉ RAMÓN RECALDE  en “El País” del   07/07/2004 

José Ramón Recalde fue consejero socialista del Gobierno vasco.

 Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

Con un breve comentario al final:

REMUEVES LAS CENIZAS  Y SALEN LOS TOPOS

(L. B.-B., 7-7-04, 07:00)

 

Pasqual Maragall vive un tiempo dulce de triunfo. Tras las elecciones autonómicas alcanzó la presidencia de la Comunidad de Cataluña al frente del tripartito formado entre los socialistas catalanes, la izquierdista ICV y Esquerra Republicana. Y tras las elecciones europeas, fueran o no una reválida, su partido sí que revalidó con la mejor nota su posición. Pero está atado, en el Gobierno de Cataluña, a lo que yo opino que es una mala compañía: la del partido de Carod Rovira. Sin embargo, nada serio que objetar. Había que conseguir una victoria y provocar una derrota y ha logrado ambos objetivos: él es el presidente catalán y su partido domina en el tripartito; además, eso ha supuesto la derrota y la salida del poder de Convergència i Unió. La mala compañía era el precio necesario a pagar para alcanzar esos objetivos. ¡Chapeau, Pasqual!

Pero a partir de aquí comienza el juego de unas amistades y enemistades peligrosas al que habría que prestar atención. En primer lugar, ERC ¿es una aliada necesaria o es una amiga? CiU ¿es un adversario o es un concursante más en la liza para ver quién gana en la piñata que identifica óptimo con máximo en la reivindicación autonómica? Porque este óptimo, igual a máximo, comporta debilitar la relación con los que siempre habían sido sus amigos -empezando por el PSE- y, además, negar el valor principal, o el principio, del federalismo que desde el socialismo catalán se dice defender: que la clave de bóveda del federalismo no está en la afirmación de que el óptimo de autonomía sea el máximo, sino en componer el principio de convivencia con el proyecto común. El federalismo es una doctrina normalmente opuesta al nacionalismo. Así ocurre con las federaciones mejor realizadas, como la de Estados Unidos o la de Alemania. Por el contrario, desde el nacionalismo, y no desde el federalismo, tendríamos que concluir que George Washington, al apostar por la Unión, se reveló como un mal virginiano.

El federalismo es una vía instrumental para organizar una sociedad de ciudadanos. Es una vía específica dentro del género común que es el Estado constitucional y democrático, implicado en la lucha contra los privilegios, o leyes privadas, o contra los fueros que no vayan en el camino de la libertad de los ciudadanos, de su igualdad y de la solidaridad. Naturalmente que en este construir nuestra sociedad de ciudadanos libres, iguales y solidarios la historia es el medio para la formulación de nuestras libertades, pero no es el fundamento de la legitimidad, sino su panorama. Todo esto me sirve para calificar el peligroso juego en el que Pasqual Maragall se ha metido cuando se trata de decidir la línea en relación con la política catalana y con la española. Español como soy y ahora algo catalán, por agradecida acogida y por descendencia, percibo el peligro de ciertas amistades y enemistades, pero, a condición de que oiga cautelosas advertencias, que hago mías, confío y apuesto por Pasqual Maragall. Pero ahora viene el examen de algo más que amistades peligrosas, para ser el de malas compañías.

No entiendo, salvo que se trate de simple táctica -y eso no lo creo en mi amigo Pasqual-, que, al mismo tiempo que se felicita de haber obtenido el gran triunfo de vencer a CiU, y por ello pretende, y obtiene, nuestro apoyo, decida que son sus interlocutores en el País Vasco -mi país- los nacionalistas del PNV. ¿O piensa que es más aceptable una amistad con el nacionalismo vasco que con el catalán, al que ha derrotado? Para mí el PNV es un adversario a batir, y le reto a Maragall a entrar en liza sobre quién es la amistad más peligrosa, y la peor amistad, si Pujol o Ibarretxe. Pues ante la violencia, verdadera confrontación, el PNV ha caído repetidamente en componendas con ETA y, al tiempo del Pacto de Lizarra, de modo inicuo.

Cierto es que, una y otra vez, debemos entender que quien abandona componendas o pactos con ETA debe ser apoyado, y esto es lo que hoy sucede con el PNV de Imaz. Pero no hasta el punto de que nuestra memoria se borre y, con ello, nuestra desconfianza. Menos aún cuando el campo de acercamiento es el plan Ibarretxe, un texto que sustituye la legitimidad democrática por la que deriva de una identidad histórica, desde los "albores de la historia"; un atentado grave a la convivencia en España y en Euskadi, rompiendo el consenso que se había pactado con la Constitución y el Estatuto; un incumplimiento patente de las reglas de juego, al introducir normas de transformación inconstitucionales.

Si Pasqual Maragall busca nuestro apoyo en la lucha política contra el nacionalismo catalán dominante, lo obtiene. Pero si en el País Vasco se alinea con el PNV y con el plan Ibarretxe, tendríamos que decirle que ha buscado una amistad peligrosa, pues quiere para nosotros algo peor que lo que no quería para él. El plan Ibarretxe no es sólo algo a rechazar en la forma, sino también en su contenido. En su forma, porque supone una deslealtad constitucional. En su contenido, porque busca la discordia donde los vascos habíamos logrado la concordia; además, porque su reivindicación se justifica en un nacionalismo identitario. El plan Ibarretxe no tiene nada que ver con el federalismo: es nacionalismo.

No es en Cataluña en donde se le plantean a Pasqual Maragall las más duras alternativas. Es en su modelo de España y también en el de Euskadi, pues en esos parajes es donde tendrá que acreditar el marchamo de su federalismo. Por el contrario, de la comunidad de objetivos con el nacionalismo sale nacionalismo.

Breve comentario final:

REMUEVES LAS CENIZAS Y SALEN LOS TOPOS

(L. B.-B., 7-7-04, 07:00)

 

Es de agradecer que aparezca algún socialista de solera a decir las verdades elementales, a articular un discurso con los principios y valores que constituyen la naturaleza esencial del socialismo. Y es de agradecer porque el socialismo se encuentra en situación crítica: las fuerzas de la globalización, la mundialización, el neoliberalismo y el derrumbe de la URSS, así como el proceso de transición en España, han transformado a los partidos socialistas en un magma hirviente. Un magma cuya  estructura congénita se ha roto, y del que emergen, a medida que la masa se enfría, los topos sobrevivientes del proceso alquímico. Topos protegidos de la quema en su laberinto burocrático y que no son capaces de levantar la vista hacia el horizonte de valores y principios básicos del socialismo. Por ello, se mueven y articulan con esquemas a ras de suelo, tales como el populismo, el pacifismo, el feminismo, el ecologismo, el nacionalismo y demás sentimientos primordiales que conducen a la degradación de la política, la libertad, y la democracia, destruyendo las construcciones mentales de la  sociedad civil derivadas de largas luchas y procesos históricos.

Para estos topos, ser socialista hoy es dejarse conducir por referentes primordiales y cuasi o totalmente fundamentalistas, como pacifismos, autodeterminismos, independentismos, antiamericanismos, anticolonialismos, ecologismos, o movimientos feministas o gays. O, todavía peor, por la demagogia, el oportunismo y el electorerismo derivados de la carencia de principios.

De manera que de toda esta ebullición marginal, minoritaria y antisistema es de donde surgen las propuestas y referentes de ciertos sedicentes socialistas o izquierdistas actuales, incapaces de construir nada en positivo, aunque obligados a copiar a la derecha en las políticas económicas para alcanzar el gobierno mediante la voluntad de la mayoría.

Y esta degradación se percibe y agrava mucho más en Cataluña, donde la larga hegemonía nacionalista no se ha visto contrarrestada por una elaboración ideológica y teórica alternativa. La élite política proviene toda ella de la pequeña burguesía barcelonesa o local autóctona,  cuyos parámetros motivacionales e ideológicos son el sentimiento de identidad nacional y el ascenso social a través de la política. Así que, si a la degradación general de la izquierda le añadimos los rasgos culturales de la pequeña burguesía catalana autóctona, el resultado es la élite del PSC, ICV y ERC, de la que se puede obtener muy poca identidad socialista, y mucho menos, creatividad ideológica de estas características. Uno tenía la esperanza hace años de que los "capitanes" del PSC pudieran hacer girar el comportamiento de la élite política catalana, pero se han limitado a incrustarse en ella adaptándose a los rasgos hegemónicos preexistentes.

Por eso, como decía al principio, conviene recitar el "b a ba" del socialismo con frecuencia, aunque, en mi caso, las esperanzas de que ello sirva para reorientar el rumbo degenerativo de la izquierda son escasas en Cataluña, donde el primordialismo del sentimiento nacionalista y el cierre estructural de la élite obstruyen la emergencia de la racionalidad política y la creación teórica e ideológica. El resultado es cierre epistemológico solipsista, primitivismo político y chapuza mental, aunque se intente compensar con aparentes aperturas multiculturales. Vayan al "foro" y lo comprobarán.