EN DEFENSA DE HAVEL
Artículo de CARLOS G. REIGOSA en "La Voz de Galicia"
del 24-2-03.
ALGUNOS intelectuales que hasta ahora habían profesado una adhesión
inquebrantable a las actitudes y declaraciones de Václav Havel, dramaturgo y
presidente de la República Checa hasta el pasado día 2, se han rasgado las
vestiduras al verlo como un firmante más de la carta de apoyo a Bush pergeñada
por Aznar, Blair y Berlusconi. ¿Cómo podía haber firmado esa carta el héroe
democrático más impoluto con que nos regaló la caída del muro de Berlín, un
intelectual valeroso e irreprochable que combatió al totalitarismo en nombre de
una ética llevada a la práctica con coraje y que pagó su disidencia con la
censura, el aislamiento y la cárcel? ¿Cómo podía estampar su firma al lado de
líderes cuyas biografías están muy lejos de contar con el pasado de coherencia y
de lucha del intelectual checo? ¿Cómo perdonarle tamaña meada fuera de tiesto?
La verdad es que algunos de estos críticos no se han molestado en repensar su
propia hipocresía y se han puesto a cuestionar al hombre al que tanto admiraban,
con la sospecha de que el poder lo hubiese trastornado o corrompido. Olvidan que
el escritor y político checo se batió toda su vida por la democracia, pero
también defendió la necesidad de una ética y de una conciencia en los políticos
que les impida convertirse en títeres de encuestas o sondeos de opinión.
Havel no le extendió un cheque en blanco a Bush, simplemente expresó su parecer
atlantista, que vincula comunitariamente a Europa y EE.UU., sin ampararse en un
fácil y políticamente rentable antiamericanismo ni en la cobardía moral que
tantas veces denunció en los políticos de su país cuando se sometían al
totalitarismo soviético. Havel no quiere la guerra, basta con acercarse a su
obra dramática o a sus ensayos para comprenderlo, pero tampoco está con los que
se muestran contrarios a ella simplemente para resucitar un viejo mundo en el
que tipos como Stalin o Sadam tengan derecho a prodigar impunemente sus abusos.
¿Por qué será que todo esto se ve ahora mucho más claro desde el Este de Europa
que desde el Oeste? ¿No deberíamos reflexionar en ello?