EL COSTE DE LA LIBERTAD

Artículo de MIQUEL ROCA I JUNYENT en "La Vanguardia" del 18-2-03
La gente no quiere la guerra. Con libertad y gracias a la libertad, ha llenado las calles de toda Europa –de la vieja Europa– para enviar un mensaje a sus gobiernos. Los manifestantes han dicho que aceptan el riesgo de dividir Europa, que les importa muy poco que se rompa la alianza entre aquella y EE.UU., que si nos quedamos sin OTAN, qué se le va a hacer; que las consecuencias económicas de la no guerra o de la victoria de Saddam Hussein son irrelevantes si se comparan con los efectos humanos de una guerra.

Ha sido una reacción de afirmación ética. Y, por esto, signos políticos muy diferentes han podido coincidir en las manifestaciones. El líder de la paz en Europa es el mismo Chirac que envía sus tropas para interferirse en la política de Costa del Marfil; la ayuda inestimable de Putin le presenta desde el olvido de lo que hizo y está haciendo en Chechenia; e incluso China clama por la paz que niega a sus ciudadanos.

Pero la gente no quiere la guerra. Europa, nosotros los europeos, no concebimos la guerra como solución para nada. Somos amantes del diálogo, del acuerdo; lo intentamos así en Sarajevo y en Kosovo, pero no fue posible. Lo vemos así para Israel y Palestina, pero no lo hemos conseguido todavía. No queremos la guerra, queremos la paz; la paz de los hombres y mujeres libres, la que defenderemos con nuestra fe en los valores del pluralismo, de la tolerancia y del respeto. Que nadie haga la guerra en nuestro nombre, que nadie nos defienda de nada ni de nadie.

Europa, la vieja Europa, no quiere la guerra. Quiere seguir confiando en la capacidad del entendimiento. Esta confianza animaba a los manifestantes con los que compartí trayecto; contentos de su coherencia, de su dignidad, de su fe en la libertad.

En Bagdad también se manifestaron; contra la guerra y a favor de Hussein. Los manifestantes de Barcelona, de Madrid, de Roma, no lo hicieron a favor de Hussein, lo hicieron en su contra. Contra éste y contra todos los dictadores del mundo. Contra la opresión, contra la negación de la libertad. Hussein no puede ni debe ganar; es a los ciudadanos iraquíes a los que hemos de liberar del miedo a la guerra y a Hussein. Éste es, en definitiva, el principal responsable de lo que ocurre hoy en el mundo.

Europa, la vieja Europa, ha plantado cara a la guerra. Cueste lo que cueste; que costará. El coste de la libertad: el de ganarla o perderla.