EUROPA ANTE EL TERRORISMO

  Artículo de BARRY RUBIN en “La Vanguardia” del 07.10.2003

B. RUBIN, director del Centro de Investigación Global sobre Asuntos Internacionales (Gloria) y director de las revistas “Middle East Review of International Affairs” (Meria) y “Turkish Studies”
LA DESAFIANTE SIRIA patrocina hoy directamente el terrorismo contra las tropas estadounidenses y europeas en Iraq
 

 

Europa se ha embarcado en una gran iniciativa: la construcción de una estructura continental para unir política y económicamente la mayor parte del continente. Todos los temas, incluido el de Oriente Próximo, se perciben en este contexto. Ahora bien, dado que todo el énfasis se coloca en la cooperación y en evitar las fricciones, se corre en gran medida un velo sobre la gran lucha por la dirección que debe seguir Europa.

¿Por qué es testigo Europa de tanto sentimiento antiestadounidense, antiisraelí y antisemita? A todas luces, las razones son muchas; pero un factor clave es este debate sobre la naturaleza y la concepción del mundo del continente. Si ser europeo significa adoptar una postura distinta de Estados Unidos, entonces la política supondrá criticar Estados Unidos y oponerse a su posición en Oriente Próximo.

Hay quienes definirían como antipatriótico el apoyo a los objetivos y percepciones estadounidenses, del mismo modo que una verdadera paz con Israel se ha convertido en el mundo árabe en prueba de lealtad. Los judíos, a pesar de la historia –o quizá debido a ella– también quedan excluidos de Europa por esta escuela de pensamiento. Según ella, la orientación futura debería ser una alianza europeo-tercermundista en contra de Estados Unidos para conseguir el liderazgo mundial. Y el mundo árabe e Irán constituyen elementos importantes en la coalición de las democracias occidentales y las dictaduras mesoorientales, de liberales o izquierdistas laicos e islamistas radicales o nacionalistas árabes.

Por supuesto, existen muchas otras razones para esta orientación. Entre ellas, el deseo de comerciar con los países ricos en petróleo e invertir en ellos, la creencia de que aplacar el terrorismo librará Europa de sus estragos, la convicción de que ponerse de parte de los alborotadores de la región es un medio de evitar la crisis, la preocupación de que el desorden atraiga a las costas europeas un mayor número de inmigrantes musulmanes no deseados y la idea de que el apoyo a los árabes contribuirá a una reconciliación con los que ya han llegado.

Todo resulta de lo más paradójico. Y es que las políticas europeas que han luchado por mantener la paz y el orden han conducido en realidad a intensificar la crisis y el conflicto. De haberse mostrado los estados europeos más duros con Iraq, Saddam Hussein no habría creído que podía conservar sus armas de destrucción masiva y sobrevivir a las sanciones. Estados Unidos no se habría visto forzado a atacar Iraq. Las políticas de Europa dieron lugar a un resultado que no deseaba.

Hay muchos otros ejemplos similares; en especial, la cooperación con el régimen fundamentalista de Irán en lugar de con las fuerzas de la oposición democrática. El patriotismo, reza el dicho, es el último refugio de los sinvergüenzas. Hoy, el presidente francés Jacques Chirac es el último refugio de los dictadores. Son las posturas europeas, no las estadounidenses, las que han hecho que la región sea más turbulenta, peligrosa y conflictiva.

De todos modos, no vayamos tan lejos. Porque, a pesar de todo lo que se dice, no existe nada parecido a una política europea. Chirac se comporta como si fuera el rey de Europa, insultando a quienes no siguen sus dictados, que se hacen pasar por la política de toda Europa. Detrás de él están los alemanes (aunque quizá sólo mientras dure el actual Gobierno socialdemócrata) y Bélgica.

También hay fuertes voces disidentes; sobre todo, en el Reino Unido, Italia y España. Estos países favorecen una postura más amistosa con Estados Unidos a propósito de Iraq, el conflicto árabe-israelí y otras cuestiones. Pronto recibirán refuerzos de los estados centroeuropeos que se han adherido a la Unión Europea. Cuando estos últimos países emitieron una declaración en apoyo de la guerra anglo-estadounidense en Iraq, Chirac se burló de ellos; cuando Berlusconi se negó a reunirse con Arafat, Chirac lo ridiculizó.

¿Es inevitable que Europa siga su actual curso? No. Quizá la decisión de declarar organización terrorista a Hamas, con el claro desacuerdo francés, podría ser el primer paso de un cambio a largo plazo. También sería indicio de un cambio que Europa, alentada por un acuerdo conseguido en el seno de la ONU, adoptara un papel en la gestión de Iraq.

Un elemento clave es la absoluta negativa de los radicales de Oriente Próximo a flexibilizar su posición. Arafat no firmará la paz. Saddam no se quedará con los brazos cruzados en su escondite subterráneo. Ossama Bin Laden y sus colegas no abrazarán los métodos pacíficos. El régimen iraní, tan impopular entre su población, seguirá fomentando el terrorismo; y la desafiante Siria patrocina hoy directamente el terrorismo contra las tropas estadounidenses y europeas en Iraq.

Tales actores podrían ser los maestros de Europa acerca de la naturaleza de Oriente Próximo, del mismo modo que los dictadores del pasado con su intransigencia y agresión obligaron a muchos de los países del continente a abandonar el apaciguamiento y defenderse.

En Europa suele insistirse en que todavía hay esperanzas de lograr una paz israelo-palestina. Quizá habría que insistir en que hay esperanzas para Europa.

Traducción: Juan Gabriel López Guix