AZNAR, ZAPATERO Y FOCIÓN

 

 

 Artículo de Martín-Miguel Rubio Esteban   en “La Razón” del 03/04/2004

 

El elegante Plutarco, artista supremo de la biografía, al iniciar la Vida de Foción, nos dice lo siguiente en el segundo capítulo: «Con las desgracias los caracteres se vuelven agrios, propensos a la aflicción e irascibles, y el oído desabrido y rudo, molesto con cualquier discurso y palabra vigorosa; el que amonesta y exhorta al valor a los que yerran y son pusilánimes parece que injuria sus desgracias y el que se expresa con franqueza parece despreciarlos. (...) una ciudad que se encuentra en circunstancias no deseadas es timorata y blanda a causa de su debilildad para soportar la franqueza y el valor, cuando precisamente más necesita de ellos al no encontrar los problemas reparación de la falta. Por eso es tan peligroso un gobierno que se halle en tal situación: destruye consigo al orador complaciente después de haber destruido al que no lo es». Pues bien, hoy España se encuentra en el mismo estado de postración moral en que se encontraba la Atenas de finales del siglo IV a. C. Sólo está a gusto oyendo a los oradores que la exoneren de su antigua gloria, reciente prestigio y compromiso ante el mundo. Huye del esfuerzo y la resistencia vigorosa para entregarse a la política muelle y sibarítica. Todo compromiso enérgico es tomado como una conspiración contra el pueblo. La onda expansiva de la explosión del quinto día antes de los Idus de marzo nos ha desnudado a los españoles de los principios que sostienen la dignidad pública. Ante lo político los horizontes que se abren siempre son múltiples, y aunque opuestos pueden ser honestos si sea cual sea el que se escoja, tal opción está motivada por principios de carácter universal, y no coyunturales, o fruto de una situación anímica necesariamente pasajera.
   Aznar ha sido honrado y noble porque ha sabido mantener sus principios de acción política internacional contra la corriente mayoritaria del pueblo español, ante la que democráticamente ha sucumbido. Si hubiese plegado sus sólidos principios políticos y su amor a España a los deseos populares de cada momento no hubiese sido un gobernante demócrata, sino un «mayoritarista», que es uno de los tipos de cesarismo más repugnantes. Se deben perder las elecciones cuando el programa político del gobernante está agotado o ya no gusta al electorado; pero no se deben ganarlas habiéndose vaciado el gobernante previamente el alma de todo principio político intensamente sentido para poner como único norte de gobierno lo que se nos vaya ocurriendo cada día a los contribuyentes. A César lo llamaban «puta» los últimos republicanos por tener este comportamiento.
   Zapatero es honrado y noble porque lo que le ha dado la victoria ya estaba consignado en su programa político mucho antes del macroatentado, y debería cumplirlo sin estar motivado por ninguna otra circunstancia que no fuese su amor a España y su confianza en sí mismo, eso que el gran demócrata americano Ralph Wald Emerson llamaba «self-reliance», y que entraña «to believe your own thought, to believe that what is true for you in your heart is true for all men». Supongo también que Zapatero cree firmemente con Emerson que «nothing can bring you peace but the triumph of principles».
    En este trance yo prefiero a Aznar por su triste parecido con Catón y Foción, cuyo amor a sus respectivos pueblos les hizo sucumbir. Ni Atenas ni Roma quisieron ser amadas con el amor de Foción y Catón, que sólo deseaban salvar la libertad política «posible» y que la perspectiva histórica los sitúa ahora como los más nobles patriotas, además de campeones de la libertad. Ser ejecutado por el pueblo que uno ama, como Foción, en defensa del interés público, es el mayor acto de amor para un demócrata. Cuando se me pregunta que cómo puedo ser de izquierdas y republicano defendiendo a Aznar, sólo puedo contestar lo siguiente: «La causa justa ha sido defendida por aquellos a quienes no correspondería hacerlo». No es la primera vez ni será la última. Todos hemos oído en el aire anónimo que respira la gente distintas razones que explican el empecinamiento de Aznar en la Guerra de Iraq. Y estas razones sólo apuntan al interés general de España. Aznar está obligado a escribir un libro que nos las detalle y nos la explique. Este período fecundo y digno, honesto y austero, de los últimos ocho años se lo merece.