CONVERSACIÓN EN COPENHAGUE

 

  Artículo de Fernando Savater en “El Correo” del   29.06.2003

 

Con un breve comentario:

 

INSISTO, VAYANSE PREPARANDO (L B-B., 29-6-18 HS)

Con frecuencia nada es más útil para aclarar las propias ideas sobre la situación en que vivimos que verse obligado a explicarla a quienes saben poco o nada de ella. A uno le pueden los detalles y le agobian las distinciones insignificantes, hasta el punto de no tener visión de conjunto o de pasar por alto la enormidad ya conocida para indignarse mejor con la última minucia encorcorante. Pero cuando no hay más remedio que hacer un resumen útil para alguien interesado desde fuera en nuestras penalidades, se impone elegir lo esencial y subrayarlo de manera coherente. Ejercicio muy beneficioso en primer lugar para uno mismo, aunque de paso y colateralmente pueda serlo también para el otro.

Lo comprobé de nuevo hace unas semanas en Copenhague, cuando Rosa Díez y yo acudimos a la capital danesa para recoger en nombre de Basta Ya el premio de la Fundación Plum que compartimos con el juez Baltasar Garzón. Entonces tuve ocasión de charlar con un par de periodistas escandinavos que anhelaban ponerse al día de la situación política en el País Vasco, de la que sólo tenían noticias dispersas aunque suficientemente inquietantes. Lo primero que les recomendé, por supuesto, es que no se fiaran a ciegas de lo que les dijese yo ni de lo que les contara ningún otro, sino que se tomasen la molestia de venir aquí (sobre todo a localidades relativamente pequeñas, no sólo a las tres capitales) y comprobasen por sí mismos en la medida de lo posible las condiciones económicas, políticas, educativas, informativas, etcétera, que se dan en nuestra tierra. Que indagasen cuáles son los símbolos políticos y las opiniones o tomas de posición que sufren persecución violenta cotidiana y cuáles disfrutan de amnistía por parte de los únicos que entre nosotros siguen siendo partidarios de la pena de muerte. Que intentaran hablar con la gente y que tomasen nota de quienes aceptaban responder a sus preguntas y, sobre todo, de los que callaban o rehuían sincerarse.

La verdad es que tales excursiones informativas les parecieron en principio algo complicadas. Por el momento, se contentaban con interrogarme a mí, que estaba más a mano. Les preocupaba a mis amables inquisidores daneses la puesta fuera de la ley de Batasuna. ¿Acaso pueden prohibirse partidos políticos en la Europa democrática? Les contesté que no, siempre que fuesen realmente partidos políticos y no político-militares. En las democracias europeas no hay partidos democráticos que justifiquen o amparen a grupos terroristas. Ser político en democracia es renunciar a la guerra civil y condenar explícitamente el exterminio del adversario, no comprenderlo como parte de un conflicto y colaborar más o menos explícitamente con él para obtener ventajas por intimidación. O se está en política o se está en la guerra, no de todo un poco y según convenga. Pero Irlanda y el Sinn Fein... En Irlanda ha habido dos terrorismos enfrentados, no sólo uno como en el País Vasco; pues bien, pese a que el IRA ha renunciado a la violencia y entregado parte de su armamento, como su actitud no convence del todo, la autonomía ha sido suspendida por cuarta vez por las autoridades inglesas y las elecciones que iban a celebrarse en mayo, aplazadas hasta otoño o ya veremos cuándo. Por cierto, a nadie se le ha ocurrido decir que tan drásticas medidas aumentasen el número de reclutas para el IRA o favoreciesen la crispación social. Volviendo a nuestro caso: en España no se prohíben las ideas políticas, salvo que sean ideas político-militares que llevan a la guerra civil de baja intensidad, es decir, al terrorismo justificado por quienes lo rentabilizan. Si se admitiesen como inevitables tales 'ideas' habría que sacar los tanques a la calle como en Belfast y eso es lo que se pretende evitar.


Mis entrevistadores se interesaron luego por los rifirrafes del Parlamento vasco con el Tribunal Supremo del Estado, con motivo de la disolución del grupo parlamentario de la antigua Batasuna. ¿Acaso es posible -preguntaron, preocupados- que acabe por suspenderse temporalmente la autonomía política de la CAV en aplicación del artículo 155 de la Constitución? Les aclaré para empezar que carezco de conocimientos jurídicos especializados y que por tanto no tengo más remedio que remitirme a lo que decidan las magistraturas competentes en cada caso. Lo que sí pude asegurarles es que el Parlamento autónomo de la CAV no es el órgano decisorio de un país soberano, sino una institución encuadrada dentro del Estado de Derecho español y por tanto sometida a las leyes generales del país. Desobedecerlas conscientemente le privaría de legitimidad política y dispensaría a los ciudadanos vascos de sentirse representados en él. Las decisiones del Tribunal Supremo supongo que podrán ser recurridas hasta cierto punto e incluso en última instancia acatadas sin compartirlas, pero no pueden considerarse 'agresiones' al pueblo o un 'golpe de estado' judicial más que por majaderos sediciosos, que usurpan el nombre de los 'vascos' en general para encubrir sus planteamientos partidistas. A estas alturas de la historia, no son creíbles ni admisibles las condenas lacrimosas de la violencia que van sistemáticamente acompañadas de la obstaculización de todos los mecanismos legales para privar a los violentos de sus fuentes de financiación institucional o de justificación política. Ya es suficientemente vergonzoso que el Gobierno vasco haya tardado tantos años en tomar medidas de apoyo a las víctimas como para esperar otra eternidad hasta que decida actuar eficazmente contra quienes sostienen a los verdugos.


Entonces, insistieron, ¿se contempla suspender la autonomía? Bueno, les dije, creo que es un recurso extremo antes del cual habría que agotar todas las demás posibilidades. Sería, como se ha dicho, un fracaso de la política: pero ante todo un fracaso de la política del nacionalismo, incapaz tras décadas de autogobierno de separarse claramente de los objetivos de los terroristas y aprovechar sin ventajismos partidistas la legalidad constitucional de la que tanto se ha beneficiado hasta ahora. Porque lo cierto es que el llamado 'plan Ibarretxe' -claramente anticonstitucional y sin más justificación que servir para pagar a los violentos el cese de su actividad- ya está más o menos en marcha, como demuestra el incumplimiento del Concierto económico, el desafío a las resoluciones judiciales, etcétera. Y frente a tal evidencia, el Estado de Derecho no puede permanecer impasible: lo contrario sí que sería volver al franquismo, y no lo que dicen Madrazo y compañía. De modo que sólo cabe esperar que cuanto antes se vuelva a la sensatez y a la legalidad, para evitar disgustos mayores.


La última pregunta de los amigos daneses fue la más fácil de responder: ¿seguirá Basta Ya con sus movilizaciones contra el terrorismo y a favor del Estatuto constitucional? Pues sí, seguro que sí. Y con más razón que nunca.

 

BREVE COMENTARIO:

INSISTO, VAYANSE PREPARANDO (L B-B., 29-6-18 HS)

 

Algunos analistas se escandalizan ante la posibilidad de que, en uso del art. 155 de la Constitución, se pueda suspender la autonomía del País Vasco. Afirman que dicha posibilidad no está expresamente reconocida en la Constitución, y por ello no es posible.

Esta opinión es un error: el artículo 155 de la Constitución está copiado de la Constitución alemana, que regula los incumplimientos con la lealtad federal que tiene que regir en los Estados compuestos. Y dicho artículo deja abiertas todas las posibilidades para la concentración del poder y la reducción de los límites al mismo por razones extraordinariamente graves.

Si bien es característica esencial del Estado de Derecho la limitación del poder político mediante su división  y atribución horizontal a distintas instituciones y actores ( Parlamento, Gobierno, Tribunales, ciudadanos libres), también lo es la división vertical y territorial en el caso de los Estados compuestos. Y así como, por razones de especial gravedad, se puede reducir o suspender temporalmente la división horizontal de poderes, también se puede hacer lo mismo con la vertical: un Estado no puede quedarse inerme frente a intentos de destruirlo.

Y si piensan Vds. en antecedentes históricos, la Segunda República no reconocía la posibilidad de suspensión de la Autonomía en el texto constitucional, y sin embargo se efectuó. Pero hoy la Constitución española prevé normativamente está posibilidad en el artículo mencionado.

 

A uno no le gusta pensar en esta posibilidad, pero puede hacerse inevitable si los nacionalistas vascos continúan por el camino que han emprendido, intentando romper el ordenamiento constitucional mediante la aplicación de principios incompatibles con el mismo, como es el de la usurpación de la soberanía al conjunto del pueblo español. Echarse las manos a la cabeza ante la mención de esta posibilidad de suspensión de la autonomía, diciendo que uno es federalista y progresista es  estúpido:el federalismo no es debilidad y dejadez ante el independentismo o el soberanismo, sino defensa firme del pluralismo constitucional frente a aquellos que quieran romperlo. Y dicha firmeza está todavía más justificada cuando el nacionalismo no violento puede continuar por los siglos de los siglos inmóvil en las ideas del siglo XIX, mientras que por otra parte intenta justificar pragmáticamente la necesidad de asumir planteamientos rupturistas para acabar con la violencia.

Ya está comprobado que los ciento cuarenta mil votos del nazismo vasco no se trasvasan, así que el argumento pragmático dejó de tener validez. Y en el terreno de los principios políticos, las ideas del siglo XIX constituyen una aberración en la actualidad. Por ello, el nacionalismo no violento debe variar el rumbo de una vez, si no quiere tirar por la borda las privilegiadas condiciones que obtuvo durante la transición, aprovechándose de la violencia de ETA. El cuento de las nueces se acabó, y el nogal puede venirse abajo como se le continúe sacudiendo. Así que, ni hay más nueces, ni los demócratas deben dejarse continuar sacudiendo pasivamente.

Por eso, insisto, es necesario irse preparando para utilizar medidas excepcionales en el País vasco, pues el camino emprendido por el nacionalismo conduce a ello. La democracia española debe defenderse ante el nazismo, el fundamentalismo y el reaccionarismo. Y debe hacerlo pronto: no vale pensar las cosas después, cuando ya sean irreversibles los daños y la democracia se hunda por debilidad o incoherencia de algunos partidos sedicentemente progresistas.

 

En ciertos sectores de la clase política del país se da una ineptitud inverosímil: tienen el cerebro amueblado con algunas ideas y actitudes simples y obsoletas frente a una realidad en cambio vertiginoso, y ante todo lo que no encaje con esas ideas simples meten la cabeza bajo el ala, para blindarse cómodamente ante  las nuevas realidades y  evitar modificar sus ideas para adaptarse a ellas. Por primera vez en nuestra historia, la democracia funciona, y la derecha gobierna con suficiente capacidad y validez. Desaprovechar este momento histórico con letanías antifranquistas de hace treinta años constituye una irresponsabilidad y revela una ineptitud inaceptable.

La declaración reciente del Parlamento catalán a favor del presidente del Parlamento vasco es inadmisible. Aunque resulte comprensible, y sólo eso,  en el caso de partidos que son soberanistas declarados o tácitos, revela patología endémica y congénita demencial en el caso del PSC. ¿Cuáles son los genes del PSC, tienen algo de socialistas o son mero nacionalismo readaptado? Así no se va más que al desastre, primero electoral y después político.