A CADA CUAL SU GUERRA
Artículo de Carlos Semprún Maura en “La Razón” del 10/06/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Por lo visto, Zapatero, habiendo descubierto
«armas de destrucción masiva» en Haití, está cavilando si enviar tropas
españolas. Retira nuestras tropas de Iraq, donde eran necesarias, y estudia
sesudamente, junto a Rosa Regás y Fernando Savater, si enviar o no 150 o 300
soldaditos a Haití, en donde de lo que sufren ahora es de tremendas tormentas e
inundaciones. Pero es que se lo ha pedido «Lula», quien personifica la mayor
desilusión de la izquierda brasileña. Lo cual puede ser positivo.
A propósito de Iraq, yo vi en ya no recuerdo cuál de las cadenas de
televisión por cable las entrevistas de una sargenta y un capitán del ejército
español, quienes, para escándalo de la periodista, dijeron más o menos lo mismo:
la disciplina es la fuerza principal de los ejércitos, nosotros fuimos a Iraq
porque eran las órdenes y volvimos porque nos lo habían ordenado, ahora bien en
Iraq teníamos la impresión de ser útiles, y nuestra retirada (no podían decir
deserción) no nos ha entusiasmado.
Hace poco se celebró la III Cumbre UE-América Latina, en Guadalajara
(México), que como las precedentes no sirvió para nada o, tal vez, entre
bambalinas, para algún acuerdo comercial. Para nada en concreto, pero mucho para
la propaganda anti Bush en los medios, porque en la cumbre ni siquiera hubo
acuerdo. Cuba y Venezuela propusieron una condena firme y explícita de EE UU por
las torturas en Iraq (en Cuba, claro, no se ha torturado, ni fusilado a nadie),
pero ni eso obtuvieron. El canciller Schröder, concretamente, propuso o impuso
que se condenaran todas las torturas y malos tratos a prisioneros de guerra, y
se felicitara a los países cuyas autoridades civiles y militares tomaran la
iniciativa de castigar a los responsables de esas torturas y malos tratos, como
está ocurriendo en los EE UU, precisamente. Claro que si se hubiera recordado la
historia de las torturas y malos tratos a prisioneros de guerra o a presos
políticos, eso les hubiera llevado varios tomos, desde el Imperio romano y sus
esclavos pasando por las Cruzadas y demás guerras de religión o de conquista,
hasta el nazismo, el comunismo y sus gulags. Y, por ejemplo, Francia, que
utilizó sistemáticamente la tortura durante la Guerra de Argelia, sin que los
mandos del ejército pasaran ante los tribunales militares; al revés, los Massu,
Bigeard y demás treparon en la jerarquía militar, compartiendo la indignación de
tantos ante el escándalo de las torturas. Me permitiré hacer alguna observación:
me ha parecido curioso que, por primera vez en la larga y tenebrosa historia de
las torturas, fueran éstas militares, políticas, raciales o religiosas, los
propios verdugos vendieran al mundo tantas fotos de su inmundicia como si no
sólo quisieran satisfacer sus instintos sádicos, sino también crear un
acontecimiento mediático y rentable para ellos. Porque que yo sepa jamás en los
calabozos del KGB o de la Gestapo se hicieron fotos que recorrieron el mundo.
Claro que estas monstruosidades descubiertas y denunciadas por el propio
ejército y la televisión norteamericanas caen como miel sobre ojuelas para la
propaganda antiyanqui. Y y todo se exagera: el ejército yanqui es el único que
tortura así, el presidio de Guantánamo se convierte en Gulag, Bush es peor que
Hitler, Israel es el único culpable de que exista terrorismo (Borrell) y, por lo
tanto, debe ser destruido para que el mundo viva en paz, etcétera.
Pues yo, pese a los alaridos cada vez más estruendosos de las hienas, sobre
estos y otros temas, afirmo tranquilamente, y desde luego a contracorriente, que
Bush y su Gobierno están realizando lo que habían anunciado desde un principio:
intervención militar para destruir la tiranía iraquí y capturar a Sadam Hussein,
el tirano, ocupar Iraq el tiempo necesario para preparar las condiciones mínimas
para que puedan celebrarse elecciones y que Iraq recobre su soberanía y sólo
entonces retirarse y dejar Iraq a los iraquíes. Es posible que esta «hoja de
ruta» haya encontrado más dificultades de las previstas, que Iraq siga siendo un
país importante en la región y además con mucho petróleo. Que Siria, Irán y
otros países árabes intervengan para crear el caos, o intentar beneficiarse de
él, todo esto es posible, pero no quita que los EE UU siguen la política
anunciada desde el principio; y desde el principio Bush anunció que todo ello
sería muy difícil.
Ya que estamos en un periodo en el que se conmemora el aniversario del
desembarco aliado en Normandía, en junio de 1944, recordaré que Alemania, pero
también Japón, fueron ocupados, tras la victoria, por los EE UU y no les fue tan
mal, más bien al revés.
Se ha dicho que la intervención militar fue «ilegal» porque no estaba
bendecida por la ONU, como si la ONU fuera el espíritu santo, ahora la ONU
participa, a su manera, en el conflicto y la búsqueda de soluciones. Pero la
cuestión es saber si la muy positiva destrucción de la tiranía y la captura de
Sadam Hussein van a desembocar, lo más rápidamente posible, en un Iraq desde
luego soberano, y si no democrático como se entiende en Occidente, no se pueden
pedir peras al olmo, mucho más que antes, cuando era una tiranía
nacional-socialista, que tanto entusiasmaba a la URSS, a la izquierda europea y
a Chirac y cuyas masivas torturas no salían en las fotos. Un país que se
ocuparía más de su petróleo y del bienestar de sus ciudadanos que de conquistas,
torturas, fusilamientos y masacres de kurdos. Y si eso se logra será gracias a
Bush, Blair y Aznar, y no gracias a Chirac, Zapatero y demás «muniqueses».
Resumiendo, los EE UU se han portado correctamente en la crisis iraquí, pese a
bastantes errores, pero los alaridos de las hienas son tan estruendosos que
muchos ni se enteran. Eso ocurre.
Carlos Semprún Maura es escritor