UNA EUROPA SEGURA EN UN
MUNDO MEJOR
PROPUESTA
DE SOLANA SOBRE LA SEGURIDAD EUROPEA, PUBLICADA EN “EL PAIS” DEL 20-6-03
Introducción
Europa
no ha sido nunca tan próspera, tan segura ni tan libre. La violencia de la
primera mitad del siglo XX ha dado paso a un periodo de paz y estabilidad
sin precedentes en la historia europea.
La creación de la Unión Europea ha sido
fundamental para lograr esta situación. Ha transformado las relaciones entre
nuestros países y las vidas de nuestros ciudadanos. Los países europeos se han
comprometido a resolver pacíficamente sus disputas y a cooperar por medio de
instituciones comunes. A lo largo de este periodo, los regímenes autoritarios
han dado paso a democracias seguras, estables y dinámicas. Las sucesivas
ampliaciones de la Unión están convirtiendo en realidad la visión de un
continente unido y pacífico.
Los
Estados Unidos han desempeñado un papel esencial en estos logros, a través de
su apoyo a la integración europea y su compromiso con la seguridad del
continente por medio de la OTAN.
El
final de la guerra fría no ha terminado con las amenazas a la seguridad y los desafíos
que afrontan los países europeos. El estallido del conflicto de los Balcanes
constituyó un recordatorio de que la guerra no ha desaparecido de nuestro
continente.
A lo
largo del último decenio, ninguna región del mundo se ha
librado de los conflictos. La mayor parte de ellos han sido guerras civiles,
más que entre países. En este tiempo se han desplegado fuerzas europeas en el
extranjero con mayor frecuencia que en decenios anteriores y en lugares tan
distantes como Afganistán, el Congo o Timor–Leste.
La
conclusión de la guerra fría ha colocado a los Estados Unidos en una posición
dominante como potencia militar; ningún otro país o grupo de países se le
acerca en capacidad militar. No obstante, ningún país puede abordar en
solitario los complejos problemas del mundo de hoy.
En
tanto que unión de 25 Estados con más de 450 millones de habitantes y la cuarta
parte del Producto Nacional Bruto del mundo, la Unión Europea es, guste o no
guste, una potencia de envergadura mundial, por lo que debe estar dispuesta a
compartir la responsabilidad de la seguridad del mundo.
I. NUEVAS AMENAZAS EN
LAS NUEVAS CIRCUNSTANCIAS DE SEGURIDAD
Las
nuevas circunstancias
Las
circunstancias en la posguerra fría se caracterizan por una apertura cada vez
mayor de las fronteras. Los flujos del comercio y la inversión, el desarrollo
de la tecnología y la expansión de la democracia han traído consigo una
libertad y una prosperidad crecientes a muchas personas. Esa evolución ha
aumentado el radio de acción de los grupos no estatales que representan un
papel en los asuntos internacionales. A pesar de esas alentadoras tendencias,
muchos problemas siguen sin resolver y algunos han empeorado.
Los conflictos
regionales siguen fomentando la inestabilidad, perturbando la actividad
económica y reduciendo las oportunidades de las personas afectadas. Problemas
como el de Cachemira y la península de Corea tienen una repercusión, tanto
directa como indirecta, sobre los intereses
europeos, al igual que los conflictos más cercanos, sobre todo los de Oriente
Próximo.
Casi tres mil millones de personas, la mitad
de la población mundial, viven con menos de dos euros diarios. Cuarenta y cinco
millones siguen muriendo cada año de hambre y desnutrición. El África subsahariana
es hoy más pobre que hace diez años. En muchos casos, la falta de crecimiento
económico se ha achacado a los problemas políticos y a los conflictos
violentos. En algunos lugares del mundo, en particular en el África
subsahariana, se ha establecido un ciclo de inseguridad. Desde 1990 han muerto
en las guerras casi cuatro millones de personas, el 90% de ellas, civiles. Más
de dieciocho millones de personas en todo el mundo han tenido que abandonar sus
hogares o sus países debido a los conflictos.
El mal
gobierno es, con frecuencia, la causa principal de todos estos problemas. La
corrupción, el abuso de poder, instituciones débiles y la falta de
responsabilidad corroen a los Estados desde dentro y contribuyen a la
inseguridad regional. La seguridad es una condición para el desarrollo. El
conflicto no sólo destruye las infraestructuras, incluidas las sociales, sino
que también fomenta la delincuencia, disuade a los inversores e imposibilita la
actividad económica normal. Varios países y regiones corren el riesgo de quedar
atrapados en una espiral descendente de conflicto, inseguridad y pobreza.
Aunque
no constituya una amenaza en el sentido estratégico habitual, el aumento de las
temperaturas predicho por la mayoría de los científicos para los próximos decenios
creará, con toda probabilidad, aún más turbulencias y movimientos migratorios
en una serie de regiones del mundo.
La
dependencia energética es también causa de inquietud. Europa es el mayor
importador de petróleo y de gas del mundo. Las importaciones procuran cerca del
50% de la energía consumida actualmente. En 2030 ascenderán al 70%. La mayor
parte de las importaciones seguirán procediendo del golfo Pérsico, de Rusia y
del norte de África.
Nuevas
amenazas
Una
agresión de gran escala contra un Estado miembro es actualmente improbable. En
cambio, Europa tiene que afrontar nuevas amenazas muy diversas, menos visibles
y previsibles. En particular, Europa se enfrenta a tres amenazas clave:
Terrorismo:
El terrorismo internacional es
una amenaza estratégica. Pone en riesgo vidas humanas, supone grandes gastos y
amenaza la apertura y tolerancia de nuestras sociedades. El nuevo terrorismo es
distinto de las organizaciones con las que estábamos familiarizados. No sólo es
internacional, está conectado por redes electrónicas y cuenta con abundantes
recursos, sino que además carece de las restricciones inherentes a las
organizaciones terroristas tradicionales. Éstas suelen desear obtener apoyo
político, por lo que se imponen ciertos límites; en última instancia, pueden
estar dispuestas a abandonar la violencia y a entablar negociaciones. Los
nuevos movimientos terroristas parecen dispuestos a recurrir a la violencia sin
límite y a causar incontables víctimas. Por este motivo, la idea de obtener
armas de destrucción masiva les resulta atractiva de una forma que no lo es
para las organizaciones terroristas tradicionales.
Europa
es al mismo tiempo objetivo y base de esos terroristas. Se han descubierto
bases logísticas de células de Al Qaeda en el
Reino
Unido, Italia, Alemania, España y Bélgica. Al Qaeda ha citado a países europeos
como posibles objetivos. Se habían planeado ataques importantes en nuestro
territorio pero, afortunadamente, se han malogrado.
La más
reciente oleada de terrorismo está relacionada con el integrismo religioso
violento. Este fenómeno surge de complejas causas entre las que se encuentran
la presión de la modernización, las crisis culturales, sociales y políticas y
la alienación de los jóvenes que viven en sociedades extranjeras. El fenómeno
forma también parte de nuestra propia sociedad.
La proliferación de armas de destrucción
masiva es, en sí, la mayor amenaza a la paz y la seguridad entre las naciones.
Los regímenes de tratados internacionales y las disposiciones de control de las
exportaciones han frenado la extensión de esas armas y de sus sistemas de
lanzamiento. Sin embargo, actualmente estamos entrando, en una nueva y
peligrosa época, en que surge la posibilidad de una carrera del armamento de
destrucción masiva, sobre todo en Oriente Próximo. La expansión de la
tecnología de los misiles añade un nuevo elemento de inestabilidad y pone a
Europa en una situación de creciente riesgo.
La
perspectiva más aterradora es la de que grupos terroristas adquieran armas de
destrucción masiva. Cuanto más dure la proliferación, mayor será ese riesgo.
Llegado el caso, un grupo pequeño podrá causar daños en una escala antes sólo
posible para los Estados y los ejércitos y, entonces, todo intento de disuasión
fracasará. Los progresos de las ciencias biológicas pueden aumentar la potencia
de las armas biológicas en los próximos años. También existe una seria
posibilidad de ataques con sustancias químicas y radiológicas.
Estados
en descomposición y delincuencia organizada: En muchas partes del mundo, el mal
gobierno, los conflictos civiles y la facilidad de adquisición de armas ligeras
han llevado a un debilitamiento del poder del Estado y de las estructuras
sociales. En algunos casos se ha producido algo cercano al colapso de las
instituciones del Estado. Somalia, Liberia y Afganistán son los ejemplos
recientes más conocidos. La debilidad del Estado es explotada con frecuencia (a
veces, incluso causada) por elementos criminales. Los ingresos procedentes de
la droga han provocado el resquebrajamiento de las estructuras estatales en
varios países productores de drogas; en Afganistán, los ingresos procedentes de
la droga mantuvieron en el poder a los talibanes y a varios ejércitos privados.
Cuando los Estados se descomponen, la delincuencia organizada toma el relevo.
Las actividades delictivas que se desarrollan en estos países afectan a la
seguridad de Europa. Importantes flujos clandestinos de drogas e inmigrantes
llegan a Europa a través de los Balcanes, Europa oriental y Asia central.
La
unión de esos diferentes elementos –el terrorismo empeñado en la máxima
violencia, la disponibilidad de armas de destrucción masiva y la descomposición
de las estructuras del Estado– nos enfrentaría a una amenaza verdaderamente
radical.
II. OBJETIVOS ESTRATÉGICOS
Este nuevo mundo ofrece al mismo tiempo la
más brillante perspectiva que el hombre ha conocido y el más terrorífico
futuro. Cuál de los dos sobrevendrá dependerá en parte de nuestra actuación.
Este documento propone tres objetivos estratégicos para la Unión Europea.
Primero, podemos hacer nuestra contribución particular a la estabilidad y el
buen gobierno entre nuestros vecinos inmediatos. Segundo, de forma más general,
tenemos que construir un orden internacional basado en un multilateralismo
efectivo. Por último, tenemos que arrostrar las amenazas, nuevas y antiguas.
Extensión
de la zona de seguridad alrededor de Europa
Incluso
en una era de globalización, la geografía sigue siendo importante. A Europa le
conviene que los países limítrofes estén bien gobernados. Los vecinos inmersos
en conflictos violentos, los Estados débiles en los que prolifera la
delincuencia organizada, las sociedades resquebrajadas o las explosiones
demográficas a sus puertas plantean problemas a Europa.
La
reunificación de Europa y la integración de los Estados adherentes aumentará nuestra seguridad, pero también acercará a Europa
a las zonas conflictivas. Nuestra tarea es promover un cinturón de países bien
gobernados al este de la Unión Europea y en las orillas del Mediterráneo, con
los que podamos disfrutar de unas relaciones estrechas y de cooperación.
La
importancia de este objetivo queda perfectamente ilustrada en los Balcanes,
donde la Unión Europea, con la OTAN y otros socios, se ha comprometido a
conseguir la estabilidad, el buen gobierno y la mayor integración posible de esa
región en Europa. Para ello habrá que hacer un esfuerzo sostenido aún durante
algunos años.
Tras los
fracasos de los años noventa, en los últimos años la Unión Europea ha
fortalecido considerablemente su compromiso en los Balcanes occidentales, todavía
frágiles. Ha contribuido a estabilizar la situación en el sur de Serbia y en
la ex República Yugoslava de Macedonia, y ha facilitado los acuerdos
constitucionales entre Serbia y Montenegro. La Unión Europea ha tomado el
relevo de las Naciones Unidas en la misión de policía en Bosnia y Herzegovina
y el relevo de la OTAN en la misión militar en la ex República Yugoslava de
Macedonia. Con el proceso de estabilización y asociación, la Unión Europea ha
creado un marco efectivo de reforma y de progreso hacia Europa. |
No
deseamos que la ampliación cree nuevas líneas divisorias en Europa. Tenemos que
extender los beneficios de la cooperación económica y política a nuestros
futuros vecinos del este –Ucrania,
Moldova
y Belarús– y al mismo tiempo resolver sus problemas políticos. Debemos tomarnos
mayor interés por los problemas del sur del Cáucaso, que en su momento será
también una región limítrofe.
La
resolución del conflicto árabe–israelí es una prioridad estratégica para
Europa, porque sin ella hay pocas probabilidades de resolver otros problemas de
Oriente Próximo. La Unión Europea lleva más de veinte años involucrada en esta
cuestión. Sigue constituyendo un interés esencial, que actualmente se trata por
medio del Cuarteto.
La
zona mediterránea sigue experimentando problemas serios de estancamiento
económico, descontento social y conflictos no resueltos. Los intereses de la
Unión Europea exigen una dedicación continua a los socios mediterráneos, por
medio de una cooperación más efectiva en los terrenos de la economía, la
seguridad y la cultura, en el marco del proceso de Barcelona.
Consolidación
del orden internacional
En un
mundo de amenazas globales, mercados globales y medios de comunicación
globales, nuestra seguridad y prosperidad dependen de un sistema multilateral
eficaz. El desarrollo de una sociedad internacional más fuerte, con
instituciones internacionales que funcionen correctamente, y de un orden
internacional basado en el Derecho deben ser nuestro objetivo.
Afortunadamente,
desde el final de la guerra fría, las principales instituciones del sistema
internacional, como la Organización Mundial del Comercio (OMC) y las
instituciones financieras internacionales, han incorporado nuevos miembros.
China ha entrado a formar parte de la OMC y Rusia ha presentado su solicitud.
Nuestro objetivo debe ser ampliar el número de miembros de estos organismos
manteniendo, al mismo tiempo, el alto nivel de sus normas.
Uno de
los elementos clave del sistema internacional son las relaciones transatlánticas,
que no revierten únicamente en nuestro interés bilateral, sino que refuerzan el
conjunto de la comunidad internacional. La OTAN es una importante expresión de
estas relaciones.
Las
organizaciones regionales refuerzan también la gobernanza mundial. Para la
Unión Europea, la consolidación y la eficacia de la OSCE y del Consejo de
Europa revisten un significado particular. Otras organizaciones regionales,
como la ASEAN, MERCOSUR y la Unión Africana son socios importantes.
El marco fundamental para las relaciones
internacionales es la Carta de las Naciones Unidas. Consolidar las Naciones
Unidas, y equiparlas para que puedan cumplir sus obligaciones y actuar con
eficacia, debe ser una prioridad para Europa. Si deseamos contar con
organizaciones, regímenes y tratados internacionales eficaces para hacer frente
a las amenazas a la paz y la seguridad internacionales, debemos estar
dispuestos a actuar cuando se vulneren sus normas.
La
condición fundamental de un orden internacional basado en el Derecho es que las
normas evolucionen en consonancia con los acontecimientos, como la
proliferación de armamento, el terrorismo o el calentamiento del planeta. Nos
interesa seguir desarrollando las instituciones existentes, como la
Organización Mundial del Comercio, y apoyar otras nuevas, como la Corte Penal
Internacional.
La
calidad de la sociedad internacional depende de la calidad de los gobiernos en
los que se asienta. La mejor protección para nuestra seguridad es un mundo de
Estados democráticos bien gobernados. El mejor medio para consolidar el orden
internacional es difundir el buen gobierno, hacer frente a la corrupción y al
abuso de poder, instaurar la supremacía de la ley y proteger los derechos
humanos.
Las
políticas de comercio y desarrollo pueden ser un poderoso instrumento para
promover la reforma. La Unión Europea y sus Estados miembros, que son el mayor
donante de asistencia oficial del mundo, tienen amplias posibilidades de
alcanzar estos objetivos. La contribución a una mejor gobernanza mediante
programas de asistencia, la imposición de condiciones y unas medidas
comerciales específicas debe constituir un elemento importante de la estrategia
de seguridad de la Unión Europea. La sensación de vivir en un mundo que ofrece
justicia y oportunidades a todos incrementará la seguridad de la Unión Europea
y de sus ciudadanos. Comprometerse a tiempo puede evitar problemas más graves
en el futuro.
Una serie
de países se ha situado al margen de la sociedad internacional. Algunos han
buscado el aislamiento; otros vulneran persistentemente las normas
internacionales de la gobernanza nacional o de la actuación en la escena
internacional. Desearíamos que estos países se unieran a la comunidad
internacional. Los que no estén dispuestos a hacerlo tienen que saber que han
de pagar un precio, incluso en sus relaciones con la Unión Europea.
Hacer
frente a las amenazas
La Unión Europea ha afrontado activamente
las amenazas que representan el terrorismo, la proliferación de armamento y la
descomposición de los Estados con sus secuelas de delincuencia organizada.
·
La Unión reaccionó al 11 de septiembre con
un conjunto de medidas, como la creación de una orden de detención europea,
medidas para impedir la financiación del terrorismo y un acuerdo con los
Estados Unidos sobre asistencia judicial.
·
Durante muchos años, la Unión ha seguido una
política contraria a la proliferación de armamento. Acaba de aprobar otro
programa de acción que establece medidas para fortalecer el Organismo
Internacional de la Energía Atómica, imponer controles más estrictos a las
exportaciones y hacer frente a los envíos ilegales y a las adquisiciones
ilícitas.
·
La Unión Europea y los Estados miembros han
ayudado a recuperarse a los Estados en descomposición, por ejemplo en la zona
de los Balcanes, Afganistán, Timor–Leste y África (y recientemente en el
Congo).
Cabe
destacar determinados aspectos comunes de estas amenazas y la forma de
combatirlas.
Las
amenazas de esta nueva era suelen venir de lejos. En la época de la
globalización las amenazas lejanas puedan ser tan inquietantes como las
cercanas. Las actividades nucleares de Corea del Norte, los riesgos nucleares
del sur de Asia y la proliferación de armamento en Oriente Próximo son motivo
de preocupación para Europa. Actualmente los terroristas pueden operar en todo
el mundo: sus actividades en el sudeste asiático pueden representar una amenaza
para los países europeos y sus ciudadanos. Entretanto, la comunicación global
implica que las tragedias humanitarias en Estados en descomposición de
cualquier parte del mundo pueden causar una honda preocupación en la opinión
europea.
Nuestro
concepto tradicional de autodefensa, hasta el final de la guerra fría, se
basaba en el peligro de invasión. Con las nuevas amenazas, la primera línea de
defensa estará a menudo en el extranjero.
Las
nuevas amenazas son dinámicas. Si no se atajan, serán aún más peligrosas. El
riesgo de proliferación crece constantemente; si no se desmantelan, las redes
terroristas aumentarán su peligrosidad (deberíamos haber hecho frente a Al
Qaeda mucho
antes). Si se los descuida, los Estados en
descomposición y la delincuencia organizada se multiplican, como hemos podido
ver en África occidental.
Esto
implica que debemos estar preparados para actuar antes de que se produzca una
crisis. Nunca es demasiado pronto para empezar a prevenir los conflictos y las
amenazas.
Contrariamente a la abrumadora y evidente
amenaza de la guerra fría, las nuevas amenazas no son meramente militares, ni
pueden atajarse únicamente con medios militares. Cada una de ellas requiere una
combinación de instrumentos. La proliferación de armamento puede contenerse con
los controles a la exportación y combatirse con presiones políticas, económicas
y de otro tipo, haciendo frente asimismo a las causas políticas subyacentes. La
lucha contra el terrorismo puede requerir una mezcla de medios de inteligencia,
políticos, militares y otros. En los Estados en descomposición pueden ser
necesarios instrumentos militares para restaurar el orden, e instrumentos
humanitarios para hacer frente a crisis inmediatas. La reconstrucción requiere
instrumentos económicos y la gestión civil de las crisis contribuye a
restablecer el gobierno civil. La Unión Europea está especialmente preparada
para responder a estas situaciones de múltiples aspectos.
III. IMPLICACIONES ESTRATÉGICAS PARA EUROPA
En los
últimos años, la Unión Europea ha avanzado en el desarrollo de una política
exterior coherente y de una gestión eficaz de las crisis. Disponemos de
instrumentos que pueden ser utilizados de forma efectiva, como hemos demostrado
en los Balcanes (y actualmente en lugares más lejanos). Pero si queremos
aportar una contribución que corresponda a nuestro potencial, debemos ser más
activos, más coherentes y aumentar nuestras capacidades.
Más
activos en la prosecución de todos nuestros objetivos estratégicos.
Concretamente, tenemos que actuar con mayor energía para combatir estas nuevas
y dinámicas amenazas. Una Unión de 25 miembros, cuyo gasto total en defensa
ascenderá a 160.000 millones de euros debería poder, en caso necesario, realizar varias operaciones simultáneamente.
Tenemos que desarrollar una estrategia que favorezca la intervención temprana,
rápida y, en caso necesario, contundente. Deberíamos pensar, en particular, en
operaciones en las que intervengan capacidades tanto militares como civiles. En
este ámbito tenemos mucho que aportar. Una Unión Europea más activa tendrá
mayor peso político en todas las situaciones, aun en aquellas en las que no se
contemple una intervención militar o civil.
Más
coherentes. La clave de la Política Exterior y de Seguridad Común y de la
Política Europea de Seguridad y Defensa es que juntos somos más fuertes. A lo
largo de los últimos años hemos ido creando una serie de instrumentos, cada uno
con su propia estructura y su propio fundamento. El desafío actual consiste en
reunir los distintos instrumentos y capacidades: los programas de asistencia
europeos, las capacidades militares y civiles de los Estados miembros y otros
instrumentos como el Fondo Europeo de Desarrollo. Todos ellos pueden influir en
nuestra seguridad y en la de terceros países. La seguridad es la primera
condición del desarrollo. Nuestro objetivo debe consistir en crear sinergias
mediante un planteamiento más coherente y general.
La
labor diplomática y las políticas de desarrollo, comercio y medio ambiente
deberían seguir el mismo esquema. En una crisis no hay nada como la unidad de
mando.
Hace
falta mayor coherencia no sólo entre los instrumentos de la Unión sino también
en las actuaciones exteriores de cada uno los Estados miembros. La ayuda
exterior de la Unión asciende a unos 7.000 millones de euros anuales; los
Estados miembros gastan alrededor de diez veces esa suma.
Aumentar
nuestras capacidades. Tenemos a nuestro alcance una Europa con más capacidades,
aunque llevará tiempo desarrollar todo nuestro potencial. Tenemos que
considerar en particular los aspectos siguientes:
·
Más recursos para la defensa. Si nos tomamos
en serio las nuevas amenazas y estamos convencidos de la que hay que crear
fuerzas móviles más flexibles, tenemos que incrementar los recursos para la
defensa.
·
En toda la Unión Europea abunda la
duplicación de medios. El recurso sistemático a medios aunados y compartidos
reduciría los gastos indirectos y, a medio plazo, incrementaría las
capacidades.
·
Mayor capacidad para aportar recursos
civiles en las situaciones de crisis y posteriores a las crisis. Concretamente,
deberíamos dotarnos de dispositivos más fuertes de planificación y el apoyo de
las misiones civiles. En casi todas las intervenciones importantes, a la
eficiencia militar ha seguido el caos civil.
·
Refuerzo de la capacidad diplomática. Este
aspecto es tan importante como el de la capacidad civil y militar, si queremos
sacar el máximo provecho político de otros recursos. Las amenazas a las que
debemos hacer frente están más alejadas y nos son más ajenas que durante la
guerra fría. Es necesario conocer más a fondo a los países extranjeros.
Contamos con más de 45.000 diplomáticos. También en este caso, el aunar los
recursos incrementaría nuestra capacidad. Tenemos que desarrollar un sistema
que combine los recursos de los Estados miembros con los recursos de que
disponen las Instituciones de la Unión.
·
Mayor comunicación de la inteligencia entre
los Estados miembros y sus socios: la mejor base para la actuación común es la
evaluación común de las amenazas.
·
Al incrementar las capacidades en los
diversos ámbitos, deberíamos pensar en ampliar la gama de las misiones. Entre
éstas podrían figurar, además de las misiones de Petersberg, las operaciones
conjuntas de desarme, el apoyo a los terceros países en la lucha contra el
terrorismo y la reforma del sector de la seguridad. Esta última formaría parte
del desarrollo institucional en el sentido más amplio.
Colaborar con nuestros socios. Pocos son los
problemas, si es que hay alguno, a los que podamos hacer frente en solitario.
Las amenazas a las que hemos aludido son amenazas comunes, que compartimos con
nuestros socios más cercanos. La cooperación internacional es un imperativo. Es
preciso que persigamos nuestros objetivos por medio de la cooperación
multilateral en las organizaciones internacionales y de asociaciones con otros
agentes o regiones clave.
Entre
estas últimas, la relación transatlántica es insustituible. Actuando juntos, la
Unión Europea y los Estados Unidos pueden constituir una fuerza extraordinaria
en pro del bien en el mundo. Si desarrollamos nuestras capacidades y ganamos en
coherencia, seremos más dignos de crédito y más influyentes como socios.
Debemos
seguir reforzando nuestra capacidad de colaborar con otros agentes clave.
Aunque la Unión Europea mantiene relaciones con todo el mundo, en los próximos
años debería centrarse en particular en el desarrollo de asociaciones
estratégicas con Rusia, Japón, China, Canadá y la India. Estos socios
desempeñan un papel cada vez más importante en sus regiones respectivas y fuera
de ellas. Ninguna de nuestras relaciones será excluyente. Estamos dispuestos a
desarrollar una asociación activa con cualquier país que comparta nuestros
fines y nuestros valores y esté dispuesto a apoyarlos.
Conclusión
Vivimos
en un mundo con nuevos peligros pero también con nuevas oportunidades. Dado su
potencial, si la Unión Europea pudiera llegar a ser un agente plenamente
efectivo, contribuiría decisivamente a afrontar las amenazas y a hacer realidad
las oportunidades. Una Unión Europea activa y capaz tendría la influencia que
le corresponde en la escena internacional y contribuiría así a un sistema
multilateral efectivo que condujera a un mundo más justo y más seguro.