LA NEGOCIACIÓN IMPOSIBLE

  Artículo de DAVID SOLAR en “El Mundo” del 09.06.2003



El pecado original de la Hoja de Ruta es que condiciona el progreso negociador al mantenimiento de la paz, dejando en manos de los más intransigentes y bárbaros de ambos bandos la perspectiva de un acuerdo. Así pasaron a mejor vida otros intentos pacificadores, como los planes de Mitchell y Tenet, diferentes a éste, pero igualmente condicionados a que imperara la paz y cesaran los atentados.

Esa condición permite que cinco grupos palestinos rechacen la Hoja de Ruta y organicen un atentado como el de ayer, ridiculizando a Abu Mazen y proporcionando argumentos para que Israel tome represalias y cierre la franja de Gaza a cal y canto, impidiendo el trabajo en su territorio. Tal decisión retroalimenta el conflicto: eleva la miseria palestina -poderoso fermento del terrorismo- y desacredita toda posible solución negociada, agostando la pequeña esperanza que la puesta en marcha de la Hoja de Ruta había encendido entre los palestinos más moderados.

Los cinco grupos firmantes del acuerdo de rechazo a la Hoja de Ruta han carecido tanto de memoria como de perspectiva históricas.El rechazo está en su propia naturaleza. Dos de ellos son criaturas del integrismo islámico -Hamas y Yihad- cuyo fin sería, en último término, la destrucción de Israel; por tanto, rechazan éste, como lo hicieron con planes anteriores, Oslo incluido, aunque entonces estuvieron bastante contenidos por el apoyo mayoritario que la sociedad palestina otorgó a aquel proyecto. Estos integristas ven en la Hoja de Ruta una vergonzosa cesión de sus principios yihadistas: la lucha a muerte por los territorios y lugares sagrados del islam.

Otros dos, el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) y el Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FPDLP) -manejados desde Damasco por George Habache y por Nayef Hawatmeh, respectivamente- mantienen incólumes las reivindicaciones que las diferentes resoluciones de la ONU reconocen a los palestinos: retorno de los refugiados (número 194), restitución de los territorios ocupados en junio de 1967 (242, 338... y otras). Estas formaciones, ya con escasa fuerza, firmarían su acta de defunción si se impusiera el plan patrocinado por el presidente Bush, pues aceptarían aquello contra lo que llevan luchando desde su fundación.

Finalmente, el quinto grupo opuesto a la Hoja de Ruta y reivindicador del atentado de ayer, Mártires de Al Aqsa, nació para vengar a los primeros muertos de la segunda Intifada que comenzó el 28 de septiembre de 2000, cuando Sharon se dio aquel provocador paseo por la Explanada de las Mezquitas. Su adhesión a Abu Mazen estaría en contradicción con todo lo defendido en los 32 últimos meses; constituiría su palmario reconocimiento de que la Intifada es un dislate, que miles de muertos y una ingente destrucción, ruina y sufrimiento no han servido para nada.

Por tanto, estas cinco organizaciones, que representan a los palestinos más significados en la calle, han optado por una huida hacia adelante en busca de sus fines, en defensa de su propia supervivencia o de su coherencia fundacional.

Y, sin embargo, esa política sólo puede conducir -como ya les ocurriera a los palestinos en Líbano, durante los años 80- a una guerra civil. La Historia es tozuda. Obsérvese cómo se han ido degradando la situación y las expectativas palestinas. En 1947, los árabes rechazaron la partición de Palestina porque juzgaban que el despojo de un pueblo para dotar a otro constituía una terrible injusticia. Los palestinos eran entonces un millón y medio, y el reparto les adjudicaba 11.823 kilómetros cuadrados.Para que no hubiera reparto e impedir la consolidación del Estado de Israel, los árabes fueron a la guerra en 1948 y la perdieron.En ese enfrentamiento, los israelíes se apoderaron de unos 6.000 kilómetros cuadrados de los otorgados a los palestinos. Es decir, la guerra de 1948 fue un desastre para los palestinos, que vieron disminuir su territorio a la mitad y se hallaron con el problema de unos 700.000 refugiados.

En los armisticios de 1949 (Israel con Egipto y con Jordania) empeoró la situación: pudo crearse el Estado palestino, con Cisjordania y la franja de Gaza, 5.823 kilómetros cuadrados, asumiendo el problema de los refugiados y negociando las adecuadas indemnizaciones, pero no se hizo. La franja de Gaza quedó bajo gobierno egipcio y Jordania se adjudicó la administración de lo que había conservado en Cisjordania. El tema de los refugiados no se resolvió. El problema palestino se convertiría en un cáncer que aumentaría vertiginosamente de tamaño: los refugiados ya ascendían a un millón y medio en vísperas de la guerra de 1967.

En junio de ese año -hoy se cumple el 36º aniversario se su finalización- los árabes resolvieron medir sus armas con los israelíes y éstos les vencieron de forma apabullante. Los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania fueron ocupados por las fuerzas de Israel, que se apoderaron, igualmente, de la ciudad vieja de Jerusalén y ocasionaron una nueva riada de más de 200.000 refugiados. Es decir, tras una nueva guerra, los refugiados palestinos se acercaban a los dos millones y el resto vivía bajo gobierno u ocupación israelíes. En adelante, las propiedades de los palestinos se reducirían a las resoluciones de la ONU que Israel no cumpliría nunca.

Hasta entonces, los árabes -fundamentalmente Jordania y Egipto- habían gobernando los intereses de los palestinos con los desastrosos resultados conocidos. En adelante, se multiplicarían las organizaciones palestinas dispuestas a asumir su destino: Al Fatah, FPLP, FPDLP...que terminarían vertebrándose en la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) bajo la dirección de Arafat. Su feroz campaña terrorista, especialmente notable en sus ataques al tráfico aéreo, le dio un siniestro prestigio, pero ningún fruto real. En esa lucha los palestinos se enemistaron con Jordania, con la que mantuvieron una guerra, debiendo abandonarla para asentarse en el Líbano. Llevaron a ese país a la guerra civil y también debieron abandonarlo, en medio de una feroz lucha interna. Su cúpula dirigente tuvo que refugiarse en Túnez.

En 1988, la OLP, reunida en Argel, decidió proclamar el Estado palestino, reconocer Israel y luchar pacíficamente por sus fines políticos. ¿Cómo estaban entonces sus intereses? En sus momentos más bajos: sus refugiados superaban ya los tres millones, su dirección política estaba desplazada en Túnez, la mitad de los árabes les rehuía como apestados y el mundo o les temía o les odiaba.

Derivada de esa nueva actitud política y de la nueva coyuntura internacional, fueron posibles a comienzos de los años 90 los acuerdos de Oslo y la firma Rabin-Arafat en la Rosaleda de la Casa Blanca en septiembre de 1993: una ardua negociación que debería culminar con la creación del Estado palestino. Tras avances y retrocesos, perturbados por gravísimos atentados terroristas y el asesinato del primer ministro Rabin, se celebró la Cumbre de Camp David, en julio de 2000, entre el primer ministro israelí, Ehud Barak y Yasir Arafat, el presidente de la Autoridad Palestina.Allí, bajo el patrocinio del entonces presidente norteamericano Bill Clinton, debía cerrarse el acuerdo que permitiera la creación inmediata del Estado palestino. Pero en Camp David todo terminó como el rosario de la aurora: Israel pretendía quedarse con el 9,5% del territorio y retener un 10% más durante un periodo indefinido; el avance respecto a Jerusalén era pequeño; la cuestión del retorno de los refugiados no era negociable. Es decir, los palestinos quedarían reducidos a 4.000 kilómetros cuadrados de un territorio sin continuidad a causa de las redes de carreteras bajo control israelí y de unos 150 asentamientos con 350.000 personas.

Ese fracaso fue el motor de la segunda Intifada, con sus más de tres millares muertos. Hoy, cuando se negocia la Hoja de Ruta, la situación es mucho peor que en Camp David: la oferta de retirada de Sharon reduce el territorio palestino a la mitad; la cifra de refugiados, sólo en los territorios y países limítrofes a Israel, se eleva a cuatro millones; los asentamientos legales han aumentado hasta 160 con cerca de 450.000 colonos; los ilegales son unos 116. A lo que debe añadirse la ingente destrucción, el empobrecimiento y paro de los territorios ocupados y el descrédito de la Autoridad Palestina. Más aún, el primer capítulo de la Hoja de Ruta es el fin de la Intifada, la retirada israelí de los territorios ocupados y el desmantelamiento de los asentamientos ilegales, problemas que hace tres años no existían.

La evidencia es contundente: desde 1947 cada negociación se ha planteado desde una posición israelí más poderosa y exigente y cada rechazo palestino ha sido continuado por una pérdida de territorios y un agravamiento de su problema capital: los refugiados.El posibilista Abu Mazen lo ha advertido y parece dispuesto a firmar lo que le pongan delante, pero ante sí tiene, también, un conflicto civil.

David Solar es director de La Aventura de la Historia y autor del libro Sin piedad, sin esperanza. Palestinos e israelíes, la tragedia que no cesa (La Esfera, 2003).