VOY A CAMBIAR EL TONO

 

Artículo de Luis Bouza-Brey del 27-11-03 (13:00 hs.)

 

En el PSOE y en la izquierda en general hace falta abrir de una vez un proceso crítico de raíz, antes de que conduzcan al país a un desastre total, que no sólo arrastrará al PSOE, sino que debilitará la democracia española y fortalecerá el reaccionarismo cavernícola de los tarugos que no se han movido en sus posiciones desde hace dos siglos.

A todos estos tarugos el país va a barrerlos, pero habría que intentar que este proceso de crisis y modernización se desenvolviera lo más rápida y lo menos traumáticamente posible, para ellos y para todos. Quizá en el País Vasco el traumatismo va a ser inevitable, pero para que la crisis sea gobernable al mínimo costo hace falta un conjunto de España unido y con ideas y objetivos claros y firmes. Y ese imperativo es el que se echa en falta en el PSOE, que se degrada y degrada al país, abriendo un hueco y un flanco inerme e inepto ante el peligro.

 

Por eso voy a cambiar el tono, para denunciar contundentemente, e incluso personalmente, a los líderes que a mi juicio se están equivocando. A ver si de ese modo se consigue que despierten y viren el rumbo, o que caigan de una vez, antes de que nos debilitemos o estrellemos todos.

En el país existen tres reservas zoológicas, de especies en extinción que intentan escapar del zoo: el PNV, ERC e IU. Los dos primeros constituyen reservas identitarias y el tercero un atavismo ideológico. Los dos primeros pertenecen a una cepa de finales del siglo XIX, a la época de las contradicciones del Estado liberal semidemocrático. El tercero a la cepa de la crisis del capitalismo y la democracia de mediados del siglo XX.

Todos ellos constituyen marasmos históricos de actitudes y posicionamientos coagulados en nichos organizativos y sociales, que se resisten a abrirse a las corrientes cada vez más potentes e intensas del cambio. Y en algunos momentos, sus ruidos emergen a la superficie como algarabía  anacrónica, cuando los grupos que van al timón experimentan crisis, errando el rumbo o debilitándose en su resolución y claridad comunicativa.

 

Pero estas crisis de los que van al timón son producto también de inadaptaciones en el corto o medio plazo, ante cambios de la realidad internacional y local que no se perciben o se perciben incorrectamente. Así, Europa lleva once años de vacaciones estratégicas, desde que cayó el muro de Berlín y se desintegró la URSS, encerrada en la puesta en marcha del euro, pero sin ser capaz de sobrepasar, a nivel político, los esquemas perceptivos del Estado nacional,  y sin enterarse de lo que sucede en el exterior. Así también, la socialdemocracia se encuentra clavada en posiciones anticapitalistas y perspectivas nacionales que la imposibilitan para domar al capitalismo y jugar un papel significativo de rango mundial.

 

Pero además, el PSOE está experimentando una crisis repentina y gravísima de inadaptación que debe ser superada: no ha sido capaz de entender el punto en el que estamos de evolución del Estado autonómico, con los nacionalismos periféricos girando hacia posiciones radicales, al haber alcanzado los objetivos intermedios que buscaban.Tampoco ha entendido la evolución de la derecha, que se ha adaptado a la democracia y aproximado al centro y a la mayoría del electorado, y que gobierna sin complejos y con firmeza frente a los diversos adversarios que la asedian. Por ello, el PSOE se revuelve ciego e irritado, frente a realidades internacionales, nacionales y locales que cambian a velocidad vertiginosa y que es incapaz de entender.

 

Felipe González arremete dolido y rencoroso contra Aznar, que ciertamente accedió al Gobierno de mala manera, pero que lo abandona con dignidad y dejando un trabajo bien hecho en algunos ámbitos de la realidad, como la economía y la política antiterrorista.

Y Felipe González sigue desempeñando un papel muy influyente en el PSOE, sobre todo con respecto a una ejecutiva bisoña, sin personalidad y débil, que se encierra en rencores ajenos y sectarismos torpes. Entre tanto, los "amigos del PNV" se van con sus amigos de ETA y el PSE lleva cada vez más años con un Eguiguren que se estanca en buscar el pacto con un PNV inexistente y que no entiende que, ante una comunidad histórica  que se intenta romper, la prioridad es defender la unidad de España y la integridad del Estado. Sólo Redondo Terreros, decapitado por los dirigentes formales e implícitos actuales del PSOE y el PSE, parece tener las ideas claras. Sólo una unidad férrea frente al rumbo desintegrador del nacionalismo puede mantener el país a salvo y unido.

 

Al mismo tiempo, Rodríguez Zapatero continúa con el mantra del "no a la guerra" junto a populistas, anarquistas, pacifistas, comunistas y demás actores pre o posmodernos; y lleva tres años siendo buena persona pero incapaz de elaborar una alternativa al PP, al que acusa de todos los males, como la guerra de Irak, el independentismo y, en el fondo, la falta de ideas propias. Por ello se equivoca constantemente, al ser incapaz de interpretar la realidad desde cimientos ideológicos y convicciones firmes. Y a esta carencia de rumbo absoluta le ayudan e impulsan Felipe González desde la dorada retaguardia y Pascual Maragall desde la errática vanguardia. Todos ellos interpretan las derrotas como victorias e intentan formular una estrategia de bajo nivel para alcanzar el poder, en base al populismo, el sectarismo, la desnaturalización ideológica, los pactos contra natura y la traición a los principios y a los electores.

 

Maragall es el penúltimo ejemplo de un fracaso sonado del socialismo en España y del PSC en Cataluña. Fracaso reiterado desde el comienzo de la transición por no haber sido capaz de superar la pauta genética de moverse permanentemente en el tablero de la agenda de los nacionalistas catalanes. Por ello, el marco de competición política del PSC siempre está acotado por los demás, sin ser capaz de elaborar una alternativa propia y enfrentarse con ella al nacionalismo.  Si los nacionalistas elaboran mandangas como la de las selecciones catalanas o los peajes, u otras múltiples leyendas nacionalistas de la realidad, Maragall y el PSC entran a jugar en ellas tomándoselas en serio, a la defensiva y en inferioridad de condiciones. Fíjense, por ejemplo, en que hasta la propuesta de la "Corona de Aragón" como región transfronteriza europea se hace en términos nacionalistas. Ya no digamos nada de las barbaridades como la de que  la Constitución es una disposición transitoria, la perversión antisocialista de igualar la financiación al sistema vasco, o la concepción que se trasluce del autogobierno como la búsqueda sin término ni límites del vaciamiento del Estado en Cataluña.

 

Por todo ello, en mi opinión, el PSOE y el PSC tienen que cambiar de raíz, adaptándose a los parámetros básicos de la realidad: a nivel internacional, en la concepción de la derecha y de los nacionalismos periféricos, en las estrategias y en las alianzas y en la consistencia interna y el liderazgo. O cambia o degenera, como apuntaba recientemente desde las páginas de "El País" Gómez Yáñez.

 

¿Y qué decir de los nacionalismos periféricos? Todos ellos parecen haber concebido el pacto constituyente como un primer paso prudencial e inevitable en su camino hacia una situación de independencia práctica y confederación formal con España. Búsquese el modelo  en Lituania, Quebec, Puerto Rico, Luxemburgo o donde sea, el objetivo es la desintegración del Estado y la democracia española. Y la concepción del autogobierno que sustenta estas posiciones es la de un proceso sin fin hacia el desprendimiento del Estado, que debe ser expulsado del territorio propio como un ente ajeno y extraño. Por ello, la autonomía es un paso intermedio hacia el objetivo final de la independencia o la soberanía, y lo que constituye la naturaleza esencial del concepto de autogobierno  que es  la integración y participación de las nacionalidades y regiones en  diversas instancias de poder ---regional, estatal y europeo---  se desecha como residual y opresiva.

 

Y Pujol no ha sido capaz, a lo largo de su dilatado liderazgo político, de evolucionar en sus concepciones básicas, pese al cambio en la realidad española y europea. Por eso sus epígonos, Mas y Carod, quieren ir más allá: atenuar o  prescindir del pragmatismo del fundador y radicalizar los objetivos y el mensaje, a fin de dar el salto de una vez hacia la "Cataluña sin límites" o la "Catalunya lliure".

 

Frente a esta evolución de los nacionalismos hay que plantarse: el PP y el PSOE deben llegar de una vez a un pacto de Estado que defina los límites que no se pueden sobrepasar, renovando el pacto constituyente de 1978, que debe ser conservado, y completando el desarrollo de la Constitución con la pedagogía de sus valores y las reformas como la del Senado y la integración de las Comunidades junto al Estado en la participación en las instituciones europeas.

 

Existe, por último, un asunto que no veo claro: la reforma de la Administración pública hacia la "Administración única" no parece posible mientras no se llegue a un reequilibrio del pacto constituyente. No es necesario, ni conveniente, ni prudente, ni justo, que unos hayan de estar cediendo constantemente frente a aquellos que nunca se sienten obligados a renunciar a parte de sus posicionamientos y objetivos.

 

En fin, acabo lo que iba a ser un breve comentario planteando una pregunta: ¿no les parece que podrían hacerlo bastante mejor todos ustedes? Porque si no lo hacen y vamos a peor, como parece, habrá una barrida, antes o después. Y esperemos que no se les-nos lleve a todos por delante.